bachelet_inauguracionEn el Te Deum evangélico los pastores pidieron a los presidenciables, una campaña limpia y libre de descalificaciones considerando la “majestad del cargo al que aspiran”. Estas expresiones han sido emitidas en la antesala del desarrollo de las actividades legales de los comandos de los candidatos, pues sabemos que “sacar los trapitos al sol” de un candidato puede significar su derrota al inicio de la carrera, sino antes, como lo hemos observado en algunas contiendas en los Estados Unidos.

Chile se encuentra entrabado, en un conjunto de temas originados en el ya clásico antagonismo entre los “herederos de la dictadura” y “los restauradores de la democracia”. Entre éstos, el sistema binominal de elección de parlamentarios, que favorece a dos grandes mayorías impidiendo la posibilidad de cupos a los partidos más pequeños; incluso puede producirse “doblaje”, en que son elegidos dos candidatos de una misma coalición, aunque el más cercano del otro conglomerado haya obtenido más votos que uno de los dos electos.

Otro debate es en torno a la educación pública chilena que, pese a los esfuerzos de los gobiernos democráticos, que han logrado cobertura a niveles de países desarrollados, aún la calidad se encuentra a niveles muy menores. Esto es un gran escollo para los objetivos nacionales de desarrollo para los próximos veinte o treinta años. La descentralización tanto del poder como del presupuesto de las quince regiones en que está dividido el país, que actualmente se concentran en la región en que está situada la capital del país. Asimismo, enfrenta temas clave en torno a la concentración de riqueza, distribución del ingreso, desarrollo de las empresas de menor tamaño, establecimiento de actividades económicas regionales estables, propias y rentables con sólidas políticas medioambientales y la definición de una política de estado de largo plazo respecto de su matriz energética para el próximo medio siglo.

Los candidatos intentan convencer a la ciudadanía de que cuentan con fórmulas exitosas, para estos y muchos otros temas, no obstante, aunque se trata de políticos serios y con distintos niveles y tipo de experiencia, en general, la entrega de propuestas concretas aún es bastante desconocida por los chilenos, como resultado de lenguajes preferentemente globales y musicales, como también de la concentración en las promesas que pueden ver sus efectos en el corto plazo, especialmente dentro del mandato que les corresponde asumir.

Así las cosas, Chile se prepara para un cambio de gobierno con dos candidatos que representan a las mayores coaliciones, gobernante y opositora, y a tres candidatos que defienden muy argumentadamente sus contenidos y que representan a minorías diversas. Para los ciudadanos habla muy mal el “desorden” de los conglomerados, pues se han integrado con sendos intercambios de partidos, coaliciones y renuncias impensadas anteriormente, pues esta conducta les indica que la carrera está enfocada exclusivamente en alcanzar el poder, más allá de las aspiraciones de la Nación. Frente a esta percepción los voceros respectivos se deshacen en teorías y alambicadas explicaciones, para argumentar la cohesión, sintonía, homogeneidad e ideales comunes de sus respectivas tiendas. Sin embargo, la ciudadanía aún se declara confundida por este panorama.
En los últimos 35 años Chile ha vivido entre el gobierno militar y la actual coalición gobernante. Sería un acierto extraordinario que, a partir del gobierno próximo a ser elegido, el país entre en un sendero de total convergencia por los intereses nacionales, que se establezcan las bases para el país del futuro y que las odiosidades y diferencias puedan finalmente trocarse en integración y unidad.

Sólo como un cuerpo monolítico que mira al futuro Chile podrá estar en condiciones de trabajar por sus metas de desarrollo, no del PIB del próximo lustro o el impuesto específico a los combustibles de los próximos diez años, sino que las metas superiores, siempre cuesta arriba o con viento de proa, que se alcanzan en el curso de varias generaciones. Esta mirada es de complejidad universal, no obstante, es uno de los pecados endémicos de los países de América Latina, y Chile, que presenta ventajas estructurales superiores a sus vecinos, no puede perder la oportunidad de trabajar como una familia por el mañana de sus hijos. Los candidatos primero deben levantar la confusión que reina en los chilenos y, segundo, deben actuar desde ya como los estadistas que desean dirigir los destinos de esta Nación. La civilización ha viajado en el tiempo entre culturas diversas, guerras, auges y caídas, todo, gracias a que la razón, finalmente, logra más que la espada o un obús. De este modo, estos cinco aspirantes pueden convertirse, aunque no resulten vencedores, en los precursores de una nueva era.