Rusia_UcraniaMedvédev insistió en que las relaciones con Ucrania viven su momento más bajo desde la caída de la Unión Soviética y no mejorarán mientras se mantenga en el país vecino el “actual liderazgo”. Recordemos que Yúshchenko llegó al poder tras la llamada Revolución Naranja en 2004, entre cuyos resultados destaca la salida de este país de la tradicional zona de influencia de Moscú. En la actualidad Ucrania vive una situación de grave deterioro económico (la caída del PIB era del 18% en Junio) y sus ciudadanos se dividen entre aquellos favorables a un futuro ingreso en la UE y la OTAN y los que creen que el aliado más conveniente para Kiev sigue siendo Rusia.

La postura rusa favorece a Víktor Yanukóvych, candidato derrotado en su día por la Revolución Naranja a pesar de contar con el apoyo del Kremlin. Aun así su partido ha obtenido buenos resultados en las sucesivas (y numerosas) convocatorias electorales de los últimos cinco años y Yanukóvych es hoy el candidato mejor valorado según las encuestas, con un 24% del respaldo electoral.

Le sigue la primera ministra, Yulia Tymoshenko, líder también de las revueltas de 2004. A pesar de participar en el mismo frente por el cambio que el actual presidente, ambos han protagonizado continuos desencuentros en los últimos años. También en las relaciones con Rusia la jefa del gabinete ha mostrado a menudo sus diferencias respecto a la línea de enfrentamiento representada por Yushchenko.

Tymoshenko desempeñó un papel importante en el conflicto por el suministro del gas ruso el invierno pasado, que probablemente puede repetirse en los próximos meses. La controversia ahora se sitúa en el siguiente punto: aunque Ucrania paga sus facturas de gas a Rusia, la cantidad importada es muy inferior a la pactada por contrato y, según el mismo, Kiev debería abonar el 80% del gas concertado más penalizaciones. Si Moscú impone sanciones a Kiev, el enfrentamiento volverá a tener consecuencias penosas para algunos de los países miembros de la Unión.

Desde Bruselas se han tomado algunas medidas que intentan rebajar la tensión en torno al suministro de gas, aunque sus resultados son dudosos. La Comisión Europea anunció el 31 de Julio un acuerdo para que los bancos internacionales inviertan en Ucrania 1.700 millones de dólares. Además de ayudar a este país a pagar el gas ruso, esta cantidad se emplearía en mejorar el mercado doméstico de gas natural. Pero esta iniciativa, en la que participan el BERD, el BEI y el BM, no será efectiva si este país no se compromete a llevar a cambio profundas reformas, entre ellas la subida del precio del gas y la lucha contra la corrupción rampante en este sector. Tales cambios, en especial el primero, resultan impopulares y no han sido todavía abordados por los dirigentes ucranianos, en plena campaña por las elecciones presidenciales.

Moscú no considera que la ayuda impulsada desde la Unión pueda resolver el conflicto con Kiev. Según el Kremlin, Naftohaz, empresa ucraniana que ejerce el monopolio del gas, adeuda a la rusa Gazprom 2.000 millones de dólares que le fueron adelantados como tasas de tránsito.

La controversia en torno al gas es sólo una parte de los desencuentros que tensionan las relaciones entre Rusia y Ucrania. En Agosto pasado la Fiscalía General rusa afirmó tener pruebas irrefutables de la participación del ejército ucraniano en la guerra de Georgia. Aseguró contar con imágenes grabadas desde un teléfono móvil, en las que se veía a soldados georgianos a la entrada de un edificio bebiendo junto a supuestos instructores ucranianos. Además, según un informe llevado a cabo por la mencionada fiscalía, desde territorio ucraniano se habrían lanzado misiles contra aviones rusos. Desde el ministerio de Defensa de Ucrania se han negado rotundamente tales acusaciones y se ha hecho hincapié en la falta de pruebas reales que las avalen. Kiev asegura que sólo una vez declarado el alto el fuego soldados ucranianos fueron invitados por parte de Georgia para documentar los estragos que el conflicto había dejado en su territorio. Hay que recordar el claro apoyo prestado por el presidente ucraniano a Tbilisi en su enfrentamiento bélico con Rusia durante el verano de 2008.

En esta crisis continua entre Moscú y Kiev, el Kremlin cuenta con instrumentos de presión muy poderosos, sobre todo en relación al suministro energético. Sin embargo, también Ucrania dispone de una importante baza, que el presidente Yúshchenko ha comenzado a explotar. Se trata de la presencia de la flota rusa en Crimea, que como sabemos forma parte del territorio ucraniano desde que Nikita Khrushchev regalara en 1954 esta península, entonces rusa, a la República Soviética de Ucrania. El acuerdo por el cual la flota rusa puede permanecer en el puerto de Sebastopol expira en 2017 y por parte de Kiev ya se ha anunciado que no existe la voluntad de renovar el mismo. Esta ubicación resulta fundamental para la armada de Rusia y las posibilidades de mantener el actual status quo dependen directamente de quién gane las elecciones presidenciales en Ucrania en Enero de 2010.