Tras ocho años bajo administración de la ONU, la provincia serbia de Kosovo tiene el apoyo mayoritario de los países de la Unión Europea y de Estados Unidos para independizarse; Rusia sigue siendo el gran escollo. La proclamación unilateral de independencia de Kosovo por parte del vencedor de las últimas elecciones legislativas en la provincia, Hashim Thaci, es casi un hecho.

EUROPA, LA VIEJA EUROPA, el continente con más historia del planeta, sigue pariendo Estados. Kosovo, la provincia serbia de mayoría albanesa (90 por ciento musulmanes y 6 por ciento serbios-ortodoxos), postula a convertirse en el séptimo nuevo Estado surgido de la desmembración de la antigua Yugoslavia, desde el derrumbe del Muro de Berlín.

Un deseo, el de independencia, que coge fuerza tras la muerte del mariscal Josip Broz Tito (1980) y la retirada del status de provincia autónoma, nueve años después, por el dirigente serbio Slobodan Milosevic. Kosovo, causa primera de la ruptura yugoslava, no está dispuesta a cerrar el ciclo desintegrador sin su propia independencia.

CHOQUE DE POSICIONES

El ciclo desintegrador, que se inició en 1991, quedó aparentemente cerrado con la independencia de Montenegro, el año pasado. Así, de cada república ex yugoslava surgió un Estado, siguiendo el modelo de desintegración soviético.

«la negativa de Rusia, un país con derecho de veto en el Consejo de Seguridad, a aceptar la independencia de Kosovo obliga a buscar una solución fuera del marco de la ONU»

Sin embargo, ahora la lógica de la situación es otra. Kosovo en caso de independizarse representará un precedente jurídico, porque tiene la categoría de provincia autónoma de Serbia, lo que supone un nivel inferior a las repúblicas federadas como Macedonia o Montenegro. Precisamente, Belgrado utiliza este argumento para sacar viejos fantasmas que irritan a los europeos. Insiste en que el caso de Kosovo sentará un precedente para la solución de otros conflictos secesionistas en Europa y otras partes del mundo.

Las preguntas que se plantean son: ¿Por qué los serbios tienen tanto interés por mantener una zona que ocupa menos de 11.000 km cuadrados, más o menos la extensión de Murcia, y con una renta per cápita de las más bajas de Europa? El interés se explica cuando uno descubre que este pequeño territorio es el corazón espiritual e histórico de la identidad serbia, su tierra prometida. Un sentimiento que impide que los serbios renuncien voluntariamente a Kosovo.

«Serbia ofrece a Kosovo una autonomía con atributos casi de Estado independiente, que la contraparte rechaza porque la única opción que contempla es la independencia en términos absolutos»

Y de la parte kosovar, ¿por qué tanto interés por separarse de Serbia pese a carecer de historia soberanista? La respuesta tiene que ver con la hasta ahora imposible convivencia entre los dos grupos étnicos, fruto del odio que se profesan entre sí, y las masivas violaciones de derechos humanos, con limpieza étnica incluida, cometidas por los serbios en 1999. Precisamente estos elementos hacen que la situación kosovar sea diferente de otras con las que, de forma interesada, se quiere establecer comparación.

Ambas respuestas, además de confirmar que es imposible que pueda existir en un futuro un Kosovo multiétnico integrado en Serbia y que las exigencias políticas de las dos partes son irreconciliables (como lo demuestran el diálogo de sordos que han mantenido Pristina y Belgrado los últimos dos años), sugieren que la implicación de la comunidad internacional en la resolución del conflicto es vital, como ha ocurrido en todas las desintegraciones anteriores en la antigua Yugoslavia. Recordemos que en el caso de Montenegro, la Unión Europea fue el agente principal a la hora de posibilitar un acuerdo para un referéndum.

IMPLICACIÓN INTERNACIONAL

Después de ocho años bajo administración de Naciones Unidas, Kosovo tiene el apoyo de gran parte de los países de la Unión Europea y de Estados Unidos para independizarse, aunque un gran escollo, la negativa de Rusia, aliado tradicional de Serbia, con lo cual, la dificultad del acuerdo entre las partes implicadas no termina entre albano-kosovores y serbios, sino que se perpetúa entre occidentales y rusos.

Precisamente la negativa de Rusia, un país con derecho de veto en el Consejo de Seguridad, obliga a buscar una solución fuera del marco de la ONU.

Las propuestas presentadas hasta ahora por las partes son de difícil convergencia:

1) Estados Unidos y la Unión Europea. Con la aquiescencia albano-kosovar, han elaborado un borrador de resolución que asume el plan del que fuera mediador internacional para Kosovo, el ex presidente finlandés Martti Ahtisaari, en el que propone una independencia bajo la supervisión internacional.

«la grave situación económica, (su tasa de desempleo que supera el 50 por ciento convive con sueldos ínfimos) y los problemas sociales por los que atraviesa Kosovo, no auguran un futuro fácil»Una propuesta de independencia que confirma un importante cambio de mentalidad en Europa. En 1995, y tras cuatro largos años de guerra en Bosnia-Herzegovina (48 por ciento de bosnios musulmanes, 14 por ciento de croatas católicos y 36 por ciento de serbios ortodoxos), los líderes políticos de las tres comunidades religiosas acordaron, con el respaldo de los principales países de la Unión Europea, Estados Unidos y Rusia, la división de la ex república yugoslava en dos entidades jurídico-políticas: la federación croata-musulmana y la República Serbobosnia. Entonces, la clase política europea no terminaba de ver claro la creación de un Estado musulmán en las tripas del Viejo continente y esgrimía el argumento de que una entidad soberana de esas características podía convertirse en un paraíso para las mafias. Un argumento que ha desaparecido y que, por otra parte, no tendría sentido plantear en una Europa donde el Islam se ha convertido en una de las principales religiones, en cuanto a número de seguidores.

2) Serbia. En un último intento por mantener Kosovo dentro de sus fronteras, le ofrece una autonomía con atributos casi de Estado independiente, que la contraparte rechaza porque la única opción que contempla es la independencia en términos absolutos.

Con estas mimbres, a las que sumamos la delicada situación por la que atraviesan las relaciones entre Estados Unidos y Rusia (por la amenaza de ésta última a salirse del Tratado de Armas Convencionales en Europa –CFE-, piedra angular del sistema de seguridad europeo), la independencia de Kosovo se complica.

ASUNTOS POR RESOLVER

Sin embargo, la proclamación unilateral de independencia de Kosovo, anunciada por Hashim Thaci, líder del Partido Democrático de Kosovo y vencedor de las últimas elecciones legislativas, aunque no es la solución más apropiada, parece imponerse. Estados Unidos y la Unión Europea ya preparan el camino para dicho destino.

Un destino que obliga a que todos los actores implicados en el asunto resuelvan algunos de los temas clave para evitar futuros conflictos en la zona, como son:

UNO

Garantizar la protección necesaria a los 100.000 serbios que viven en Kosovo, a los que se deberán reconocer derechos especiales.

DOS

Ultimar algún tipo de acuerdo con Belgrado que dé solución también a las numerosas propiedades privadas que los serbios tienen en Kosovo (hay más de cien monasterios e iglesias ortodoxos).

TRES

Ofrecer toda la ayuda necesaria para que el nuevo Estado sea viable. No olvidemos que la grave situación económica (su tasa de desempleo que supera el 50 por ciento convive con sueldos ínfimos) y los problemas sociales por los que atraviesa Kosovo, no auguran un futuro fácil.

Y siendo conscientes de que, aunque se resuelvan estos puntos, lo más probable es que después de la independencia de Kosovo, el ciclo desintegrador no haya terminado para algunos.