stop.jpgLas empresas europeas con mayor número de mujeres en puestos de liderazgo tienen un rendimiento más alto que la media, como demuestran Ericsson o Nokia. Pero, ¿por qué es tan desproporcionada la relación de sexos en los puestos de responsabilidad en el ámbito político y en el empresarial? ¿Funcionaría mejor la Unión Europea con mayor liderazgo femenino?

(Desde Madrid) ALGO HUELE A PODRIDO EN DINAMARCA, dice la famosa cita de Shakespeare en su obra Hamlet, y que el refranero popular ha hecho suya para expresar cuando algo que debería funcionar, sencillamente no funciona.

Efectivamente, algo no funciona como debiera en la Unión Europea. Se habla abiertamente de crisis institucional. ¿Crisis institucional? Más bien se trata de una crisis de credibilidad y de confianza; algo le huele mal a la ciudadanía europea que no termina de creer en el proyecto europeo. Las instituciones europeas parecen llevar una vida al margen de la de sus ciudadanos, y parecen asimismo hablar una lengua paralela que la gente no entiende.

Casi todas las voces coinciden en que el reciente rechazo de Irlanda al sucedáneo de la Constitución europea, rechazada en su día por Francia y Holanda, refleja esa falta de confianza en el proyecto, en la Europa de los 27, por más unida en la diversidad que se promocione. Otros añaden que esa ausencia de confianza deriva de una mala gestión de la comunicación con la opinión pública, por lo que si se aplicara mayor transparencia, se implementaran campañas informativas asequibles para el ciudadano de a pie, en definitiva, se limara esa imagen de opacidad, podría darse remedio o al menos remiendo a esa confianza mermada de la ciudadanía. Tampoco han faltado las voces que afirman que a la ciudadanía, en el fondo, la Unión Europea, como unión, le importa lo mismo que las lunas de Saturno.

Con menos fuerza, con menos volumen y con menos trascendencia han circulado otras hipótesis más aventuradas… ¿Será todo lo anterior meros síntomas de una enfermedad que de tan crónica no se reconoce? ¿Podría ser que al proyecto de la Unión Europea, descrito en más de una ocasión como un proyecto femenino por la solidez, al menos sobre el papel, de sus principios democráticos y de solidaridad, le falta precisamente dirigencia femenina?

ENTRE LOS HECHOS Y LOS ESTEREOTIPOS

No pretende este análisis convertirse en manifiesto feminista, ni mucho menos machista. Pero, evidentemente, hombres y mujeres no somos iguales. «Sólo un 3 por ciento de las presidencias de las empresas europeas más importantes que figuran en las bolsas nacionales están representadas por mujeres»Estas diferencias han dado pie a hablar de estilos de poder, entendiendo el masculino como basado en la jerarquía y en la confrontación, en tanto que el femenino se sostiene en la conciliación y en la ausencia de jerarquía. Las mujeres, de hecho, han encontrado su pequeña parcela de poder en la conformación y gestión de equipos de trabajo, gracias a las habilidades de comunicación y gestión de conflictos. Sin embargo, la realidad muestra que esas habilidades femeninas están desaprovechadas. Las razones se tiñen de cuestiones culturales y sociales, no tan sencillas de alterar, pero también de económicas y políticas, éstas sí más moldeables y permiten además incidir sobre las primeras. Otra cosa es la verdadera voluntad que haya para ello.

«Las empresas europeas con mayor proporción de mujeres en puestos de liderazgo muestran un rendimiento económico mejor que la media» Según una reciente publicación de la Comisión Europea, pese a que un 59 por ciento de las licenciaturas de en las Universidades de la Unión corresponden a mujeres, sólo un 3 por ciento de las presidencias de las empresas europeas más importantes que figuran en las bolsas nacionales están representadas por mujeres. Además, las mujeres pertenecientes a la UE no tienen los mismos incentivos económicos para echar las horas y trabajar al ritmo requerido para llegar a lo más alto. No sólo ganan menos –considerablemente menos– que los hombres (que perciben un 15 por ciento más de retribución, según la media de los 27), también son menos las mujeres que ganan un salario elevado: un 44 por ciento de los hombres europeos que trabajan jornada completa cobran un sueldo alto, en tanto que sólo un 20 por ciento de sus compañeras pueden decir lo mismo.

De acuerdo con la oficina alemana de la consultora McKinsey & Company, las empresas europeas con mayor proporción de mujeres en puestos de liderazgo muestran un rendimiento económico mejor que la media, y cita el caso de la península escandinava que, caracterizada por una particular igualdad de género, puede jactarse de su liderazgo en la alta tecnología gracias a compañías como Ericsson o Nokia.

¿Por qué entonces es tan desproporcionada la relación de sexos en los puestos de responsabilidad tanto en el ámbito político como en el empresarial?

MUJERES FRENTE A HOMBRES

La Comisión Europea publicó el primer trimestre de este año su informe Women and men in decision-making 2007 – analysis of the situation and trends. En el mismo, revela las cifras y el progreso de las mujeres que ocupan puestos de responsabilidad en la Unión Europea, en los escenarios económico, político y de la administración pública. Un resumen del vasto cómputo bien podría ser que las mujeres europeas siguen quedándose al margen los puestos más altos tanto en el terreno político como en el empresarial.

«Los respectivos bancos centrales de los 27 están encabezados por hombres, así como el propio Banco Central Europeo» La presencia femenina en los parlamentos nacionales ha aumentado en torno a un 50 por ciento en la última década… pasando del 16 al 24 por ciento, lejos aún, pues, de la masa crítica representada por el 30 por ciento, proporción mínima requerida para que las mujeres puedan ejercer influencia trascendental en materia política. El Parlamento europeo se halla apenas por encima de ese mínimo: un 31 por ciento de sus miembros son mujeres. A nivel nacional, sólo ocho países de la UE, entre ellos España, superan el porcentaje de masa crítica, y el número de ministros supera al de ministras en una media de tres a uno (76 por ciento de hombres frente a un 24 por ciento de féminas).

En el ámbito económico las cifras no son más equitativas. Los respectivos bancos centrales de los 27 están encabezados por hombres, así como el propio Banco Central Europeo. Pese a que las mujeres representan el 44 por ciento de los trabajadores europeos, sólo el 32 por ciento de los puestos considerados de mando (jefes ejecutivos, gestores y directores de pequeñas empresas) están ocupados por ellas. Esta inequidad es aún mayor en las grandes empresas: el 90 por ciento de los miembros consejeros de las principales compañías son varones.

Tampoco las instituciones europeas, por más énfasis que se ha puesto a la promoción de la mujer, suponen un paradigma de igualdad de género: sólo un 20 por ciento de los puestos correspondientes a los dos niveles superiores de jerarquía los ocupan mujeres (con todo, se ha progresado en este aspecto, pues en 1999 la cifra descendía hasta el 14 por ciento). En las administraciones centrales de la UE, en semejantes categorías jerárquicas las mujeres representan el 33 por ciento.

Son apenas unos datos, pero lo bastante gráficos para afirmar que, evidentemente, aún queda mucho por hacer.

ANALIZANDO EL PROYECTO DE LA UE

Hace unas semanas, un artículo de The Economist abordaba precisamente esta cuestión: ¿Por qué la Unión Europea tiene tan pocas mujeres liderando puestos de responsabilidad? El artículo parte de la figura de Margot Wallström, vicepresidenta de la Comisión Europea y una de esas voces para quien la UE, en el fondo, es un proyecto femenino, de acuerdo a sus principios fundacionales y valores solidarios. El problema, a su juicio, es que los hombres eligen a hombres para los puestos de responsabilidad, lo que daña a la Unión, añade. La fórmula ideal pasa por una complementariedad de activos: por ejemplo, la cuestión de la seguridad es vista por los líderes masculinos en términos de inversión militar, en tanto que para ellas la seguridad pasa por el acceso al agua potable, a la educación, y por el mantenimiento a salvo de mujeres y niños; esta visión, continúa, no es sólo una perspectiva femenina: es el camino de Europa.

«La falta de consenso se percibe claramente en el Consejo europeo, una suerte de agrupación que alcanza acuerdos no por unanimidad sino tras duras reuniones donde no falta la intimidación» The Economist, sin discutir la postura de Wallström, sí la considera algo ingenua, por cuanto que el día a día de los 27 muestra otra realidad: los países miembros de la UE ni están tan consensuados ni son tan pacíficos; muestra de ello es la elección de presidentes duros como Tony Blair, Silvio Berlusconi o Nicolás Sarkozy. A su vez, los países del este de Europa se muestran cada vez más proteccionistas con sus intereses nacionales.

Esta falta de consenso se percibe claramente en el Consejo europeo, una suerte de agrupación que alcanza acuerdos no por unanimidad sino tras duras reuniones donde no falta la intimidación. La Comisión, por su parte, cuenta con un número destacado de mujeres en sus puestos de mando, pero debido sobre todo a las medidas implementadas por su presidente, José Manuel Durao Barroso. Con todo, no llega a la decena el número de mujeres liderando la institución.

Son precisamente estas instituciones, mayoritariamente masculinas en su composición, las que sufren la crisis de credibilidad entre la ciudadanía. Mi tesis se encuentra a mitad camino entre la postura de Wallström y la réplica de The Economist: una UE liderada por mujeres no sería necesariamente garantía de buen funcionamiento… pero sí me atrevo a decir que funcionaría mejor. Para ello, tanto la Unión como los gobiernos nacionales deben implementar políticas que impliquen a las mujeres en la toma de decisiones, y ello necesariamente requiere que los hombres se impliquen en terrenos mal considerados femeninos: el familiar y el doméstico.

ATAJAR LOS SÍNTOMAS

La recién estrenada ministra española de Igualdad, Bibiana Aído, ha dado más de un titular las últimas semanas, por los usos de los géneros masculino y femenino en su vocabulario.«Hay que hacer un esfuerzo para inculcar la pasión por ciertas profesiones en los primeros años de la enseñanza» Implementar una política de igualdad no resulta sencillo, por cuanto que se abordan aspectos culturales y sociales demasiado arraigados en el inconsciente colectivo (de hombres y mujeres). Sin embargo, tal vez las pretensiones del gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero en materia de igualdad serían más ejecutables y fructíferas si se abordaran desde la transversalidad que permite la implementación de políticas igualitarias a través de los diferentes Ministerios.

Recientemente, Barcelona acogió la conferencia Gender, Science and the Economy: Exploring Women’s Participation in Technology Transfer, Incubation and Entrepreneurship (TIE), donde se debatió el papel de la mujer actual en los ámbitos científicos, empresariales y tecnológicos: de nuevo, la presencia femenina es inversamente proporcional al estatus. En estos campos, en particular, hay que hablar de ciertas tendencias prejuiciosas en base a supuestas habilidades: son terrenos masculinos, en tanto que otros ámbitos más suaves (desde la enseñanza hasta el cuidado de enfermos), son tradicionalmente femeninos.

La educación es clave en la modificación de esta pauta. Hay que hacer un esfuerzo para inculcar la pasión por ciertas profesiones en los primeros años de la enseñanza, de manera que veamos los frutos en la universidad y posteriormente en las aspiraciones profesionales.

«La persistencia de disparidades es síntoma de que el mercado laboral no funciona bien, al no apoyar las aspiraciones y competencias individuales» Este factor educativo liga con la necesidad de implementar políticas de conciliación, de forma que las mujeres no se vean obligadas a ponderar sus prioridades cuando el ascenso profesional se topa con la realización personal. Los gobiernos nacionales, en coordinación con Bruselas, deben procurar ayudas sociales y subsidios que permitan la compatibilidad laboral y familiar. Ello implica medidas como promover jornadas de trabajo que no limiten la vida personal, poner al alcance de los ciudadanos recursos que faciliten esa compatibilidad (por ejemplo, guarderías en las empresas), o luchar contra la discriminación salarial atacando sus causas; en este sentido, es importante recordar que la persistencia de disparidades es síntoma de que el mercado laboral no funciona bien, al no apoyar las aspiraciones y competencias individuales.

CUESTIÓN DE TODOS

«La imagen de Carme Chacón pasando revista a las tropas semanas antes de dar a luz resultó en su momento tan impactante como pedagógica»Este análisis comenzaba aludiendo a Dinamarca; precisamente, Dinamarca es un caso ejemplar en materia de igualdad y en política de conciliación laboral. No es extraño que los daneses se conviertan en padres durante la Universidad: el Gobierno les proporciona todo tipo de ayudas y subsidios, sabedor de que la inversión se rentabilizará con creces con el tiempo: está invirtiendo en sus ciudadanos, productores y consumidores potenciales sobre los que se sostiene el Estado de Bienestar.

Indudablemente, cualquier esfuerzo gubernamental caerá en saco roto si la mitad de la ecuación (los hombres) no se compromete con sus corresponsabilidades. Según informes de la UE, el 87 por ciento de los varones europeos no ejerce su derecho a disfrutar de la baja por paternidad.

La primera vez siempre es importante, tanto en política como en la vida. No resulta fácil romper esquemas, pero la historia demuestra que, pese a los prejuicios, las sociedades se adaptan, evolucionan e interiorizan los cambios para seguir funcionando. Así, la imagen de la ministra española de Defensa, Carme Chacón, pasando revista a las tropas semanas antes de dar a luz a su primer hijo, resultó en su momento tan impactante como pedagógica (y, por qué no decirlo, también estimulante).

¿Funcionaría mejor, pues, la Unión Europea, con mayor liderazgo femenino? La sociedad en su conjunto funcionaría mejor sobre unas bases conciliadoras e integradoras que refuercen el Estado de Bienestar y garanticen así los principios y valores sobre los cuales se fundó la Unión Europea hace 50 años.

Al fin y al cabo, las mujeres llevan liderando las empresas más complejas durante siglos y siglos: la familia. Y, mal que bien, aquí estamos.