Por qué la actual guerra civil, la represión y la anarquía que imperan en Somalia tiene mucho más que ver con complejos enfrentamientos por lo recursos y luchas geopolíticas por el control del cuerno de África que con la supuesta infiltración de Al Qaeda. A pesar de que Occidente se niega a jugar un rol activo en Somalia desde la drámatica retirada de Naciones Unidas (a comienzos de los noventa), el autor cree que es esencial prestar más atención a Somalia y buscar una solución realista ante el ciclo de violencia que se repite una y otra vez en la mayoría de países post coloniales de África.


LO QUE ANTES FUERA UN LUGAR DE ESPARCIMIENTO para las grandes potencias, es hoy un país distante que se enfrenta a la muerte y la destrucción; su población es pobre y ha quedado atrapada entre guerras civiles. Para peor aún, justo en el momento en que la esperanza estaba por esfumarse, aparece un grupo militar proveniente del extranjero, entra en el territorio y toma el control del mismo.

La población les da la bienvenida con los brazos abiertos al tiempo que son testigos del restablecimiento del orden. La toma de poder se convierte en portada y, por un breve periodo de tiempo, capta la atención de todo el mundo. Y mientras la nación sufre una etapa de brutales represiones, el mundo sigue su curso como si nada.

LA HISTORIA SE REPITE
Si la historia suena familiar, se debe a que, de hecho, lo es.

Cruentas guerras civiles, represiones y derramamiento de sangre son habituales en los países poscoloniales de la zona.

En la mayoría de los casos, Occidente ignora las atroces consecuencias de los regímenes coloniales que impuso. Lo único que marca la diferencia es que hoy, después de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, Occidente ha experimentado la violenta realidad que vive el resto del mundo cada día.

En la medida que el ciclo de violencia continúe, Somalia podría ser visto como un déjà vu. A menos que se haga algo para cambiar la situación.

LAS CORTES ISLÁMICAS
El país se ha sumergido en un profundo caos –a excepción de las regiones autónomas de Somalilandia, Puntlandia y algún otro enclave independiente– desde que fue abandonada por Estados Unidos y por el resto de la comunidad internacional a principios de la década del noventa.

Durante la catástrofe, caracterizada por la ausencia total de la ley y el orden se enfrentaron los señores de la guerra de una y otra posición y se terminó instaurando un sistema de cortes islámicas basadas en la Sharia. Mejor dicho: las cortes islámicas se sublevaron y retaron al poder.

Con la implementación de las cortes se pretende que el ofrecer educación y salud además de justicia.

¿AL QAEDA?
No se sabe a ciencia cierta cómo hizo el movimiento islamista –la Unión de Cortes Islámicas— para convertirse en una fuerza militar.

Muchos están convencidos de que las Cortes fueron respaldadas desde el extranjero y creen que la fuente de ese apoyo fue Eritrea. Para otros, el patrocinador fue Al-Qaeda y Somalia constituye el clásico ejemplo de Estado fallido que reúne las condiciones óptimas para el establecimiento de un nuevo frente contra Occidente desde una posición geoestratégica significativa.

CUESTIONES GEOPOLÍTICAS
A pesar de que hay una importante corriente mediática que sostiene que Al-Qaeda se encuentra en plena actividad en Somalia, lo cierto es que la situación de la región está estrechamente ligada a cuestiones geopolíticas que van más allá.

Por un lado, se encuentran Etiopía y Kenia, países que han estado expuestos durante largo tiempo a los efectos del conflicto en Somalia y que hoy sienten la necesidad de proteger sus territorios de una mayor inestabilidad. Ambos fueron promotores del proceso de reconciliación que tuvo como resultado el gobierno, supuestamente interino, del presidente Abdulahi Yusuf Ahmed al sur de Somalia.

INTERESES EN JUEGO
Del otro lado se encuentran Eritrea, Djibouti y otros Estados árabes con intereses particulares que proteger. El envío de armas desde Eritrea hacia la Unión de Cortes Islámicas representa una buena oportunidad para combatir a un viejo enemigo: Etiopía.

Para los djiboutianos las motivaciones van de la mano de sus intereses económicos, es decir, del Puerto de Djibouti, en el que Dubai ha hecho fuertes inversiones, mientras que los Estados árabes han mostrado interés por defender a sus hermanos y hermanas musulmanes de la Etiopía cristiana.

Cuando se recuerda cómo Estados Unidos y el mundo occidental se involucraron en Somalia a principios de la década del noventa –intervención que terminó con una amarga retirada–, es difícil creer la escasa reacción que han presentado ante los recientes sucesos.

INTERROGANTES
Está claro que ni Estados Unidos ni Occidente volverán a intervenir, aún cuando se sabe –por reportes provenientes de diversas agencias de inteligencia– que Al-Qaeda tiene presencia activa en el país. Sin embargo, no sorprende el hecho de que se esté dando una guerra clandestina a través de los aliados como Kenia y Etiopía utilizando bases militares estadounidenses en Djibouti.

Es difícil saber qué sucederá cuando se ha llegado a este punto de opacidad. El gran interrogante es: ¿se trata de una guerra contra de Al-Qaeda o de un conflicto regional en el que se involucran diversos Estados por cuestiones geopolíticas?