Por Pedro G. Cavallero (para Safe Democracy)

Pedro G. Cavallero dice que un auténtico relevo de poder está ocurriendo desde La Habana a Caracas según avanza la sucesión de Fidel Castro y la Venezuela de Chávez se sitúa como heredera del manto revolucionario. Cavallero cree que Chávez no sólo ha militarizado el Estado venezolano, sino que se ha entrometido en el conflicto armado en Colombia, en Libia y en Irán, dando un drástico giro a la política exterior del país. Y que el eje La HabanaCaracas está llevando a Venezuela por un camino sumamente problemático y a un recorrido internacional errático.


Pedro G. Cavallero es analista de política estadounidense e internacional. Tiene un Master en Derecho Comparado y vive en Washington.

DADO QUE EL CUMPLEAÑOS NÚMERO OCHENTA DE FIDEL CASTRO se aproxima, las especulaciones sobre su salud aumentan. En años recientes, numerosos visitantes de La Habana han descrito las aparentes lagunas mentales de Fidel, lo mismo que sus más frecuentes vaguedades y confusiones en reuniones de trabajo.

Finalmente, la asombrosa caída desde una plataforma en Octubre de 2004 durante un acto político confirmó la decadencia de su condición de líder. Y, con el envejecimiento de Fidel, se presenta el tema de su sucesión.

¿Quién quedará al mando de la Revolución Cubana? ¿Seguirá existiendo ese sentimiento anti-Washington después de que Castro se retire del escenario latinoamericano?

A medida que los analistas observan los nuevos acontecimientos en La Habana –para descifrar la sucesión no revelada– otra transmisión de poder parece estar teniendo lugar.

REORIENTACIÓN DE LA POLÍTICA EXTERIOR

En tanto el régimen agotado se desvanece en la isla, Venezuela se posiciona para heredar el manto revolucionario de Cuba. Sin embargo, el Presidente Hugo Chávez es ideológicamente mucho menos ortodoxo que su mentor y homólogo cubano.

Desde su abrupta aparición en la vida política venezolana como líder golpista (1992), Chávez ha combinado arbitrariamente una mezcla de populismo, nacionalismo, militarismo, socialismo e irredentismo latinoamericano. Pero su tendencia ideológica definida –y la más persistente– parece ser su anti-americanismo implacable.

Bajo vigilancia cubana, Venezuela ha distorsionado el debate democrático: la sociedad civil ha presenciado diversas agresiones en contra de las libertades civiles, el pluralismo y la actividad política independiente.

En forma alarmante, Chávez ha militarizado el Estado, hasta el punto de que el editor venezolano Teodoro Petkoff ha calificado a la gestión actual como «el gobierno de las Fuerzas Armadas». Este proceso ha significado también la disolución de principios de gobierno institucionales claves, como la delimitación del poder, su control y equilibrio.

A los cambios implementados en el frente doméstico, Chávez añadió una reorientación drástica de la política exterior del país.

NUEVO ROL INTERNACIONAL

Según el analista Michael Shifter, Venezuela ha sido desde el principio un escenario demasiado pequeño para Chávez en su ambición ilimitada de poder. Avivado por la inesperada bonanza petrolera, Caracas ha buscado un papel internacional mucho más agresivo en todos los frentes; cuando Chávez llegó al poder, el barril de petróleo costaba menos de 20 dólares. Hoy ha superado los 70 dólares (barril brent).

En América Latina, el comportamiento de Chávez ha sido desconcertadamente errático. En un tributo implacable al régimen cubano, ha coqueteado peligrosamente con el conflicto armado en Colombia. Es más, Chávez ha avivado tensiones intra-nacionales, disputas fronterizas –como la que involucra a Bolivia y Chile– y ha intensificado diferencias hemisféricas vis-à-vis Estados Unidos.

APOYO A DICTADURAS

Más allá del continente americano, el presidente venezolano ha escenificado, a través de los medios de comunicación, incursiones exteriores ofreciendo su apoyo a regímenes desacreditados y tiránicos.

En 2004, Chávez recibió en Libia un improbable reconocimiento sobre Derechos Humanos de manos de nada menos que el propio líder Muamar Gadafi. Además, durante una visita oficial a Irán, elogió la revolución iraní, a la que consideró como hermana de la «revolución bolivariana».

Durante su visita a Irán, Chávez celebró la búsqueda de tecnología nuclear por parte del represivo régimen de los mulás, una iniciativa que no solamente amenaza seriamente a Israel, sino que pone en riesgo el equilibrio de poder en la región y en el mundo entero. Consecuentemente con estas afirmaciones, Venezuela votó a favor de Irán en la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) y en contra de llevar la cuestión de la amenaza nuclear iraní al Consejo de Seguridad de la ONU. Al hacerlo, el país se posicionó asimismo en el club de países integrados por el régimen sirio y la Cuba de Castro, dos miembros paria de la comunidad internacional.

EL EJE LA HABANA-CARACAS
En un libro recientemente publicado, «Hugo Chávez sin uniforme», los periodistas venezolanos Cristina Marcano y Alberto Barrera Tyszka han seguido cuidadosamente sus pasos, desde su llegada al poder hasta la consolidación del régimen supuestamente inspirado en Bolívar. Marcano y Barrera Tyszka revelan el mundillo colorido de ideólogos no-democráticos que, en diferentes escenarios del despertar político de Chávez, contribuyeron a su estreno como líder político.

A lo largo del libro, emerge la fascinación de Chávez por el propio Fidel, una relación personal que ha fortalecido el eje La Habana-Caracas. Oficialmente alabada, la conexión con la isla ha sido manipulada como forma de legitimizar a Chávez ante los sectores populares.

Leemos extrañamente que al final de la primera visita oficial de Fidel a Venezuela, por orden presidencial, todas las estaciones de televisión retransmitieron en directo la partida del líder cubano desde el aeropuerto Maiquetía de Caracas. Estas imágenes simbolizaron el lanzamiento de un nuevo orden político.

Se trata, sin lugar a dudas, de un orden que sitúa a Venezuela en un camino problemático, y que le atrapa en un pasado tormentoso en la medida en que siga su recorrido internacional errático.