Sagrario Moran aborda la cronología que ha llevado al nacimiento de Montenegro como un nuevo Estado independiente y europeo –tras el último referéndum allí celebrado–, y dice que se trata del único caso en la ex Yugoslavia en el que el cambio del statu quo no ha estado precedido de un conflicto armado. Moran destaca el hecho de que se ha tratado un proceso democrático y sin traumas, en una región plagada de desintegraciones violentas. Conozca cómo ha nacido Montenegro y cuáles son los desafíos que enfrentan ahora sus ciudadanos.
Sagrario Moran es especialista en terrorismo y violencia política. Es profesora de Ciencia Política en la Universidad Complutense de Madrid y de la Universidad Rey Juan Carlos I. Ha publicado «PNV-ETA. Historia de una relación imposible».
INTEGRACIÓN Y FRAGMENTACIÓN SON DOS PROCESOS visibles en el ámbito mundial tras el fin de la Guerra Fría. La aparición de nuevos organismos internacionales formados por Estados, así como la consolidación de los existentes –en mayo de 2004 se producía la quinta y más importante ampliación de la Unión Europea al ingresar de una sola vez diez nuevos países– certifican el primer fenómeno.
FRAGMENTACIONES TRANQUILAS
Junto a estos procesos de integración, la fragmentación fue una realidad perceptible en distintos ámbitos de la sociedad internacional. En 1991, la Unión Soviética se desintegraba y de su seno nacían 15 nuevos Estados; dos años después Checoslovaquia se dividía también de una forma pacífica en dos países, hoy miembros de la Unión Europea. Pero no todo fueron fragmentaciones tranquilas.
DESINTEGRACIONES SANGRIENTAS
También asistimos a desintegraciones traumáticas y sangrientas como la que se vivió en Yugoslavia. Un país en el que el nacionalismo expansionista y los odios entre serbios, croatas y musulmanes despertaban violentamente. Fruto de ello fue la explosión de cuatro guerras y la aparición de cinco Estados independientes, uno de los cuales, Eslovenia, ya se ha integrado en la UE.
SEPARACIÓN TUTELADA
De las seis repúblicas que conformaban a la antigua Yugoslavia, solamente dos decidían permanecer unidas: Serbia y Montenegro. Ambas habían sido, tras la disgregación, las herederas de la antigua Yugoslavia. Sin embargo, desde finales de la década de 1990 ha sido cada vez más evidente que en Montenegro decreció el interés por compartir el mismo techo estatal con Serbia. El primer paso fue el cambio de nombre. Yugoslavia era sustituida por el de República de Serbia y Montenegro. El segundo paso tiene lugar hoy.
Montenegro, la pequeña república de 670.000 habitantes (seis veces menor que la de su hermana mayor Serbia), celebró un referéndum secesionista, tutelado y ajustado a la normativa de la UE, en el que se exigía que para poder reconocer el nuevo Estado, el voto a favor de la independencia debía superar el 55 por ciento del sufragio, con una participación mínima por encima del 50 por ciento.
UN NACIMIENTO DEMOCRÁTICO
El ambiente preelectoral favorable a la separación se confirmaba horas después del cierre de los colegios electorales: un 56 por ciento de los votos a favor de la independencia. Las urnas han decidido que Montenegro sea el último Estado que nace en el contexto europeo e internacional. Su principal éxito: lo ha hecho de forma democrática y sin aparentes traumas.
Hemos asistido al único caso en la ex Yugoslavia en el que el cambio del statu quo no ha estado precedido de un conflicto armado. El 32 por ciento de los serbios que viven en Montenegro, favorables a la continuidad de la federación, aceptan los resultados.
Ahora bien, Montenegro se enfrenta a una etapa de transición con importantes retos: hacer frente a las mafias que tratan de evitar que resulte fortalecido el Estado de Derecho, y su complicada integración en las instituciones europeas.
SERBIA PIERDE SU SALIDA AL MAR
Por su parte Serbia, que atraviesa una encrucijada política tras la ruptura de negociaciones de adhesión con Bruselas, pierde su salida al mar. Que serbios y montenegrinos mantengan una buena relación en esta fase de transición será fundamental para que la UE abra sus puertas a los dos nuevos países.
En un momento en que el Estado está en claro proceso de crisis como actor internacional –tanto desde arriba, con la aparición de organismos internacionales cada vez más influyentes, como desde abajo, como consecuencia de la descentralización y cesión de competencias en favor de otros actores– comprobamos que, sin embargo, siguen naciendo nuevos actores estatales que juegan un papel esencial en las Relaciones Internacionales.
Si tras la Segunda Guerra Mundial existían 50 Estados, medio siglo después el número se ha triplicado, fruto de dos fenómenos: la descolonización y la fragmentación estatal.
Publicado por:
Boris Kozlov
fecha: 24 | 05 | 2006
hora: 3:38 am
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La independencia de Montenegro es considerada como otro triunfo de la democracia en la problemática región de los Balcanes. Se completa el proceso de descomposición de Yugoslavia iniciado en 1991. Con mejor o peor ánimo pero siempre favorables, EU y EEUU han aceptado las iniciativas independistas de los líderes locales en Eslovenia, Croacia, Bosnia, Macedonia, Kosovo y ahora Montenegro. Nuevos miembros de la OTAN o aspirantes a serlo, estos pequeños estados satisfacen la necesidad de expansión del capital y control geoestratégico de las grandes potencias.
Sin entrar de lleno en posturas polémicas quiero lanzar algunas preguntas relativas a esta cuestión:
– Toda la región de la ex Yugoslavia ha padecido quince años de traumas, incluyendo guerras, migraciones forzosas, debacle económica, social y cultural, entre otros efectos nefastos. ¿Ha merecido la pena?
– ¿Quién es el beneficiario de estas «victorias de la democracia»? Los ciudadanos no parecen serlo. Una vez apagado el clamor nacionalista, los ciudadanos descubren un panorama triste. Incapaz y desinteresado de valerse por sí mismo el país acoge transnacionales occidentales. Se repite sin excepción la polarización entre elites capitalistas y la mayoría sumida en la escasez. En los ministerios ondea una nueva bandera de vivos colores ¿pero a quién pertenece realmente ese territorio?
– ¿Por qué no apoyó Europa al estado federativo de Yugoslavia? En contraste con EE.UU., Europa sufre una severa disensión entre su inconsistente modelo ideológico y su modelo económico. Este hecho ha provocado y provoca permanentes desajustes en su seno y es causa de numerosos despropósitos. A pesar de que los grandes grupos económicos encontraron beneficios en la ruptura, en las guerras y en la explotación del territorio de la Antigua Yugoslavia, esta ha perjudicado a Europa. La escasez de un país siempre afecta a sus vecinos: cesa el comercio y las rutas comerciales, el turismo se resiente, aparecen corrientes de emigración, contrabando y actividades mafiosas, aumenta la inseguridad y la xenofobia, etc. Estos efectos duran décadas y marcan la vida de generaciones enteras. La sensatez no ha prevalecido sobre el interés económico cuyos fines no reparan en medios («divide et impera»).
Para suerte o desgracia de la democracia, la atomización no ha acabado. Vojvodina o Sandzak (regiones de Serbia) pueden ser los próximos países en nacer del cadáver de Yugoslavia.
Para terminar una última pregunta abierta: Tras el caso de Yugoslavia ¿tiene Europa y España en este caso autoridad moral para poner resistencia a las numerosas iniciativas independistas en sus territorios? ¿Por qué no celebrar mañana el nacimiento muchas nuevas democracias en España, Francia, Italia o el Reino Unido?
Publicado por:
Francisco Jiménez García
fecha: 25 | 05 | 2006
hora: 10:57 am
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Resultan de máximo interés las sucesivas preguntas que se formula la profesora Morán, preguntas que conllevan en sí mismas su respuesta. Se trata de una exposión brillante de un tema político que la Unión Europea actual no se atreve abordar, por lo que resulta más necesario que nunca la aprobacíón de un verdadea constitución europea. De todas formas, ¿el caso yugoslavo es extrapolable a los estados europeos constructores de una unión europea de carácter político que incide más en la ciudadanía que en los pueblos?
Publicado por:
Patricia Gonzalez
fecha: 25 | 05 | 2006
hora: 7:28 pm
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Excelente análisis y sobre todo muy bien contextualizado. Creo no obstante que se incide poco en el hecho del estrecho margen, apenas unas décimas, que han dado la victoria al SI a la indpendencia.
Por otro lado me gustaría saber qué futuro puede tener Montenegro con un primer ministro como Milo Djukanovic, fiel colaborador de Milosevic, y cuyos continuos cambios de postura lo han convertido cuanto menos en un oportunista.
Publicado por:
Man Kind
fecha: 30 | 05 | 2006
hora: 5:23 am
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Hablo de Yugoslavia porque su ejemplo me parece muy digno de estudio, ya que, no es una locura, a España le puede pasar algo parecido antes de lo que pensamos, ¿hacen alguna encuesta de los niveles de antipatía mutua e insoportabilidad que los españoles empezamos a alcanzar entre nosotros mismos?.
No creo que una separación sea una buena noticia nunca, es un fracaso de la posible y deseable convivencia, más deseable aún cuando a cada paso que se da en la evolución humana grupúsculos cada vez más pequeños pueden ser potencialmente más destructivos, y también cuando esa separación significa la aceptación legalista de egoísmos generalmente impresentables en la vida diaria de la gente corriente, que disfrazados bajo el nombre de «nacionalismo» quieren ser considerados ideas respetables y legítimas, y cuya verdadera motivación se está quedando más al descubierto cada día que pasa, la de levantar muros de diferencias y exclusividades motivadas por miedos, incomprensiones, manías infantiles, envidias y odios obscenos y animales.
Yugoslavia no era ni más ni menos artificial que cualquier otro país del Mundo, lo que probablemente sucedió es que a lo mejor el invento era más reciente y complejo que otros casos y que éste no había tenido un recorrido suficiente para que, tras una cuantas generaciones poco generosas y reticentes y algunos episodios de reequilibrado interno, se hubiese podido formar un clima tranquilo de convivencia entre sus habitantes convencidos de las bondades de la unión fraternal y justa,… pero nadie hizo nada por extinguir el fuego que la comenzó a devorar de manera fortuita en la coyuntura de un problema ocasional, curiosamente a tenor de las reticencias al aporte común de las repúblicas más ricas hacia las más pobres, ¿de qué me sonarán estas cosas?, en vez de eso se avivó, sospecho que por oscuros intereses de terceros y los absurdos politiqueríos de aquellos días, (Alemania, el Vaticano, y demás interesados), y cuando se quisieron dar cuenta, se había desencadenado una locura de la que, no tengo ninguna duda, es responsable por acción y omisión, la Unión Europea.
La desintegración de Yugoslavia fue así: Al principio a algunos se les respetó y se les permitió la independencia, después cuando el resto la quiso, tan unilateralmente y a a su manera como en el caso de los primeros, se les trató como a criminales y no se les concedió, después se pasó a perseguirles, encerrarles y más tarde a echarse las manos a la cabeza por el horror que allí se estaba representando… muy bonito.
Ahora Europa se jacta de lo bien que lo ha hecho en Montenegro, ¡mentiras!, para los que hemos leído un poquito de la verdadera historia de Yugoslavia, aunque sea a grandes pinceladas, globalmente, sabemos que Montenegro no era precisamente el caso más difícil de convivencia en Yugoslavia. La U.E. no ha contribuido nada más que a intentar prevenir un conflicto casi imaginario… incluso puede que en realidad haya contribuido indirectamente a esta última, por ahora, triste secesión yugoslava.
No me cabe duda de que los sebios, malos o buenos no han hecho otra cosa que perder, perder y perder en los últimos dieciséis años de su historia, no han terminado su desgracia. Voivodina y Kosovo pueden ser sus siguientes episodios… ¡qué triste historia! Aunque en cierto modo se lo merezcan, por nacionalistas, pero desde luego qué estupidez la de esta Europa que nos vende además que hay nacionalismos buenos malos… ¿hasta dónde piensan que llega la imbecilidad de los ciudadanos evolucionados? ¿acaso piensan que me tragaré el cebo de que los insolidarios eslovenos, los ultracatólicos croatas, o los extraños albanos son mucho mejores que los fanáticos serbios de Bosnia, Croacia, y demás lugares?
Soy europeísta sin dudarlo, pero aquí Europa ha cometido un asesinato de sus principios… es incomprensible que promueva la adhesión a través de la división previa, no tiene ningún sentido, ¿acaso no es una prueba meritoria de paz y prosperidad europeísta que un país consiga articularse unido e internamente para resolver sus problemas?, ¿Puede considerarse un éxito coherente con Europa que en lugar de construir una habitación común para ser sumada a la casa europea, se decidan crear cuchitriles, tapar ventanas y poner tabiques de por medio entre lugares que obligatoriamente van a ser vecinos de por vida?
No me produce nada más que tristeza toda esta involución de la idea esperanzadora de Europa que, por si se ha olvidado, trataba esenciamente de unir a los europeos para evitar que nunca más pudieran ser enemigos entre sí. Nadie hablaba en el principio de la Unión de todas esas chorradas de la Europa de los Pueblos, y de todas esas cosas tenebrosas, de eso ya se habían encargado suficientemente de hablar bien y bastante largo, Hitler y sus amigos.
Europa está haciendo el imbécil al dar voz y voto a quienes no han demostrado nada más que son un egoístas inflexibles.
Manuel I. Estepa
en Madrid a 29 de mayo de 2006.
Publicado por:
samaniego castro
fecha: 17 | 06 | 2006
hora: 9:52 pm
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por que no mandan informacion mas concreta sobre el estado montenegro??? a muchos estudiantes nos hace falta
Publicado por:
Javier Albisu
fecha: 23 | 11 | 2006
hora: 1:16 pm
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Me ha resultado de gran interés la exposición de Morán, tanto por el ilustrativo y conciso texto como por el debate que ha desencadenado.
Se pregunta Boris Kozlov si ha merecido la pena el proceso de desintegración y guerra de Yugoslavia. Como humanista me cuesta mucho señalar guerras que hayan merecido la pena. Supongo que ninguna para los vencidos y todas para los vencedores, aunque en menor medida de lo que pensaron antes del inicio. En cualquier caso, me parece una pregunta capciosa. En último término, las guerras, una vez concluidas, sirven como rédito político a los gobernantes (Bahia Cochinos, Vietnam, Afganistán en la Guerra Fría…) y pocas veces a los ciudadanos (sírvanse de los mismos ejemplos).
Dice también «una vez apagado el clamor nacionalista (…)». Discrepo frontalmente de esta aseveración. Me gustaría recoger también las palabras de Manuel I. Estepa cuando dice que «(…) sabemos que Montenegro no era precisamente el caso más difícil de convivencia en Yugoslavia. La UE no ha contribuido nada más que a intentar prevenir un conflicto casi imaginario…»
Me dijo un conocido en Belgrado un año antes del referéndum de Montenegro que «los serbios siempre han sabido que Montenegro y Serbia son dos cuartos separados de (entonces) un piso compartido». Y me parece una definición muy acertada. Estoy de acuerdo con Estepa y creo que sólo la UE veía un posible conflicto en Montenegro. Quizá para enterrar los desaciertos y la falta de perspectivas de una convivencia desmilitarizada en Bosnia-Herzegovina. No digamos ya en Kosovo. Básicamente, creo que se ha ensalzado un proceso no demasiado complicado para apuntarse un éxito que contrasta con los escalofriantes fracasos que se siguen cosechando allá donde los «procesos» sí eran y son complicados. Me temo, amigo Kozlov, que el clamor nacionalista está tan encendido como hace diez años en Bosnia-Herzegovina y sólo se mantiene el status quo gracias a la presencia militar extrajera y a las inyecciones económicas. Si esto desapareciera, sería cuestión de horas que volviéramos a ver francotiradores en Sarajevo o cadáveres en Srebrenica.
En cuanto a las comparaciones con España o Europa, ya hubo quien expuso la teoría de la «balcanización de España», con aplausos tímidos de sus incondicionales y sonoras carcajadas del resto del planeta. Sin ahondar en comparaciones que juzgo desafortunadas, creo que es desacertado comparar situaciones donde existen instituciones democráticas habilitadas para recoger el sentir de los ciudadanos con realidades dictatoriales sustentadas en la limpieza étnica como fundamento de la convivencia. No porque exista violencia se pueden equiparar todos los «conflictos». O como decía un profesor de matemáticas de mi colegio: no se pueden juntar las churras con las merinas.