Por Javier Ortiz (para Safe Democracy)

Javier Ortiz comenta los avatares por los que ha discurrido la lucha antiterrorista en España en los últimos años y analiza cómo las medidas de Rodríguez Zapatero contra ETA –tomadas durante la oposición a Aznar— podrían actuar como obstáculos para el avance de lo que el propio Zapatero (hoy presidente del gobierno) concibe, con razón, como un proceso histórico. Ortiz cree que la implacable maquinaria judicial, policial y política que propició y ayudó a poner en marcha –para contrarrestar la dureza y el éxito de Aznar— se niega hoy a dejar de rodar en la dirección para la que fue creada. Entienda por qué la lección de utilidad universal que aporta lo que sucede en España alerta contra los peligros de cualquier oportunismo político.


Javier Ortiz es columnista del diario El Mundo y comentarista político de la radio y la televisión públicas vascas. Ha sido subdirector de El Mundo y responsable de sus páginas de opinión. Ejerce de periodista desde los 18 años. Durante el franquismo padeció cárcel y exilio por razones políticas. Ha escrito en muy diversos medios españoles y extranjeros. Tiene publicados ocho libros.

VALE LA PENA CONSIDERAR LOS AVATARES por los que ha discurrido la lucha antiterrorista en España en los últimos años, desde que José Luis Rodríguez Zapatero fue elegido secretario general del Partido Socialista (PSOE), en julio de 2000.

En aquel momento los socialistas estaban en la oposición y no parecía cercano el día en el que lograrían desbancar al por entonces jefe del Gobierno, José María Aznar, presidente del derechista Partido Popular.

ZAPATERO VERSUS AZNAR
Convencido de que una de las principales razones del éxito electoral de Aznar era su dureza no sólo frente al terrorismo de la organización armada vasca ETA, sino también hacia el conjunto del nacionalismo vasco, incluido el democrático, Rodríguez Zapatero decidió rivalizar con su oponente político en esos mismos terrenos, proponiéndole primero la firma de un pacto cuyo texto amalgamaba el nacionalismo vasco y el terrorismo, y la adopción, algo más tarde, de una nueva Ley de Partidos, destinada a privar de representación política al sector más radical del nacionalismo vasco, ideológicamente cercano a ETA.

Logró que sus propuestas se materializaran, lo que le aportó un cierto prestigio más allá de los límites del electorado socialista. Lo cual a buen seguro le ayudó a lograr la mayoría tras las elecciones del 14 de marzo de 2004, celebradas pocas horas días después de los sangrientos atentados de Madrid, tan catastróficamente afrontados por el Gobierno de Aznar, que trató de atribuírselos a ETA con malas artes, lo que provocó la indignación de amplios sectores de la población española.

CONDICIONES PROPICIAS PARA LA PAZ
Una vez investido como presidente del Gobierno español, Zapatero pudo pronto comprobar que las condiciones en el País Vasco eran propicias para el logro de la paz y la distensión de su más que crispada vida política. Que ETA, consciente de que su actividad armada era cada vez peor vista por la gran mayoría del pueblo vasco, estaba dispuesta a llegar a un acuerdo semejante al alcanzado por el IRA en Irlanda del Norte. Y que los nacionalistas vascos no violentos podían ayudar mucho para conseguir esos objetivos.

A la vez, constató la escasa utilidad de las leyes y pactos tendentes a acabar con la cuestión vasca por la vía de la persecución.

CRÍA CUERVOS Y TE SACARÁN LOS OJOS
Pero su problema –el que encara ahora– es que la implacable maquinaria judicial, policial y política que propició y ayudó a poner en marcha se niega a dejar de rodar en la dirección para la que fue creada. Y actúa como un formidable obstáculo para que avance lo que el propio Zapatero concibe, con razón, como un proceso histórico.

Dice el refrán español: cría cuervos y te sacarán los ojos. La lección de utilidad universal que aporta lo que está sucediendo en España alerta contra los peligros del oportunismo político.

Yerra el que para obtener un beneficio táctico hipoteca sus posibilidades estratégicas.

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