El objetivo principal de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS) es intentar frenar la influencia norteamericana en una región prioritaria, pero no se trata únicamente de una organización defensiva, ni de maniobras diplomáticas para ocultar el autoritarismo de las repúblicas, afirma el autor. La OCS podría servir como plataforma para que se reconozca que la transformación política de Asia central debe ser el mayor interés a largo plazo, sostiene.



MIENTRAS LA OTAN SE JUEGA SU FUTUTO EN AFGANISTÁN, Asia central ha servido de eje de formación de un foro, la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), en el que algunos quieren ver la alternativa oriental (y no democrática) a la Alianza Atlántica.

Integrada por Uzbekistán, Kazajstán, Kirguistán, Tajikistán, Rusia y China, la OCS amplía gradualmente su agenda y sus miembros –India, Pakistán, Irán y Mongolia son observadores desde 2005–, pero no puede decirse que constituya una alianza defensiva.

EL SHANGHAI FIVE
La OCS se estableció formalmente en junio de 2001 sobre la base del grupo conocido como los Shanghai Five, que Pekín creó en 1994. El liderazgo de China, país que financia y alberga la sede de la organización, y anfitrión de su última cumbre (el pasado 15 de junio) en Shanghai, es revelador de sus objetivos.

A través de la cooperación con Rusia y las repúblicas de Asia central (con la excepción de Turkmenistán por su política de neutralidad), China impulsó la OCS como un instrumento frente a las amenazas no convencionales a su seguridad, en particular el terrorismo, y el medio para la reducción de fuerzas armadas en las fronteras de sus países miembros. En su cumbre de 2003, la organización incluyó entre sus objetivos la cooperación económica.

FRENAR LA INFLUENCIA NORTEAMERICANA

Los movimientos chinos, con la complicidad rusa, responden en buena medida a la presencia de Estados Unidos –tras los atentados del 11-S– en Asia central, una región hasta entonces no considerada como prioridad estratégica.

Intentar frenar la influencia norteamericana es por ello un propósito fundamental del grupo. No debe minusvalorarse sin embargo su utilidad para proyectar estabilidad en un área potencialmente conflictiva por razones étnicas, religiosas, por la rivalidad sobre los recursos energéticos que posee, o por la naturaleza de sus sistemas políticos.

AUTORITARIOS, UNIDOS
Este último es un aspecto que no suele tenerse en cuenta al hablarse de la OCS. Frente a una administración norteamericana que se ha propuesto acabar con la tiranía en el mundo, esta organización se caracteriza por los gobiernos autoritarios de sus miembros (con excepción de India y Mongolia, hasta la fecha meros observadores). Su discurso a favor de la multipolaridad atrae asimismo a la OCS a nuevos candidatos, que creen haber encontrado un posible contrapeso a Estados Unidos.

Sería un error no obstante que las maniobras diplomáticas sirvan para ocultar las graves condiciones socioeconómicas en que se encuentran las repúblicas centroasiáticas, puestas de manifiesto en un reciente informe del PNUD (Central Asia Human Development Report, 2005), y que no harán sino empeorar bajo el autoritarismo de sus gobernantes.

LA TRANSFORMACIÓN POLÍTICA ESENCIAL
La reforma política no forma parte desde luego de la agenda de la OCS. Pero la estabilidad que proporciona la organización puede ser víctima de una crisis interna en alguno de sus miembros, fácilmente extensible a los vecinos. Exagerar el anti-occidentalismo de la OCS, además de prematuro dadas sus limitaciones, equivale a esquivar el problema de fondo.

Asia central exige una estrategia euro-americana que, partiendo de los riesgos existentes, reconozca que la transformación política de la región es su mayor interés a largo plazo.