Por Ciro Di Costanzo (para Safe Democracy)

Ciro Di Costanzo explica por qué las recientes elecciones en México han sido las más competidas de la historia (con una diferencia de apenas el 0,58 del padrón entre Felipe Calderón y Andrés Manuel López Obrador) y detalla cómo los resultados son una prueba de fuego para la democracia mexicana. Di Costanzo cree que nadie puede dudar del derecho que tiene AMLO para impugnar la elección por la vía legal, pero resulta un gesto peligroso e insensato llamar a la movilización y descalificar los comicios, lo mismo que nadie, en este momento, puede proclamarse Presidente Electo. Entienda cómo puede México superar esta crisis y evitar la regresión democrática.


Ciro Di Costanzo es periodista y analista de política internacional. Conduce actualmente uno de los programas más importantes de radio de México (Reporte 98.5fm en su tercera emisión) y es catedrático de Comunicación y Política Internacional en la Universidad Iberoamericana. Ha realizado coberturas internacionales y fue fundador del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales. Da conferencias en las principales universidades de su país y en el extranjero.

NO CABE DUDA. México asistió el pasado 2 de julio a las elecciones más competidas de toda su historia. Según el conteo que dio a conocer el Instituto Federal Electoral, el candidato del Partido Acción Nacional (PAN), Felipe Calderón, obtuvo el 35,89 por ciento de los votos, mientras que el candidato del la Coalición por el Bien de Todos, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) obtuvo el 35,31 por ciento de la votación. Esto quiere decir que la diferencia fue de apenas 0,58 del padrón, lo que se traduce en unos 243.934 votos de diferencia, en un universo de más de 40 millones de electores.

RESULTADOS MUY APRETADOS
Lo apretado de los resultados ha dado pie para que el candidato López Obrador (izquierda) no acepte el conteo e impugne los resultados al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, órgano judicial encargado de procesar las inconformidades electorales.

Paralelamente, López Obrador convocó a mítines y anunció movilizaciones para protestar por lo que llamó fraude y para defender su presunto triunfo. Asimismo, insultó al candidato ganador: llamó pelele Calderón, traidor al Presidente Fox, ariete del PAN al Instituto Federal Electoral, faramalla (montaje, teatro) a las llamadas telefónicas de felicitación que Felipe Calderón recibió de distintos mandatarios como Álvaro Uribe, George W. Bush, y José Luis Rodríguez Zapatero.

UN PROCESO LIMPIO
Nadie puede dudar del derecho que tiene AMLO para impugnar la elección por la vía legal que es, justamente, el Tribunal Electoral (para eso existe). El fallo del Tribunal calificará la elección y confirmará quién es el ganador.

No obstante, resulta un gesto peligroso e insensato llamar a la movilización y descalificar unos comicios que organizaron los mismos ciudadanos en un proceso que los 24 mil observadores nacionales y los 693 observadores internacionales han calificado como limpio.

LA DINÁMICA DE LA DEMOCRACIA
En la democracia mexicana se gana o se pierde con un solo voto. Hay, en el mundo, varios ejemplos de elecciones cerradas con márgenes incluso menores que no han derivado en descalificación alguna al árbitro.

En Italia, después de una semana de incertidumbre y tras cursar la elección por la vía judicial, el Tribunal de Casación le dio el triunfo al il professore Romano Prodi, frente a Silvio Berlusconi por 24,755 votos. En mayo de 1996, Benjamín Netanyahu se impusó a Simón Peres por 30,000 votos en Israel, ó este mismo año, en febrero, Oscar Arias venció por menos de 14,000 votos a Othon Solís. Cómo olvidar las elecciones estadounidenses del 2000, cuando George W. Bush se impusó a Al Gore con un margen de apenas 537 votos.

Es, pues, la dinámica de la democracia que se basa en un Estado de Derecho que debe ser respetado por todos.

EL PROBLEMA DE PROCLAMARSE PRESIDENTE
Esto quiere decir que, si bien es cierto que nadie, en este momento, puede proclamarse Presidente Electo, tampoco nadie tiene derecho a torpedear el trabajo de casi un millón de ciudadanos que contaron voto por voto, descalificar al árbitro y darle la espalda a 42 millones de personas que sufragaron y cuyos votos estuvieron a la vista de los 970 mil representantes de todos los partidos políticos que, incluso, firmaron las actas de escrutinio.

Nadie tiene el derecho de empujar a México a un despeñadero de una guerra de clases, ni a un conflicto social por la ambición de una persona o instituto político.

SISTEMA ELECTORAL Y LEY

Dos lecciones se puede extraer de esta primera fase.

La primera es que el sistema electoral mexicano adolece de una segunda vuelta que permitiría procesar de mejor manera estas situaciones y daría mayor fuerza y legitimidad al vencedor de una contienda presidencial, pues en este caso, quien resulte vencedor, lo hará con el 36 por ciento del electorado.

La segunda es que la ley debe prevalecer en cualquier contencioso por encima de filias, fobias o ideologías, ya que alegar fraude sin pruebas contundentes, pasar al insulto y desbarrancar instituciones puede oscurecer el futuro político de quién lo promueve y sumir a México en una regresión democrática.

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