Por Luis Fernando García Núñez (para Safe Democracy)

García Nuñez intenta explicar las razones que han llevado a los colombianos a elegir mayoritariamente a Álvaro Uribe (con el 62 por ciento de los votos) y dice que se trata de bastante más que de analizar cifras: hay que salir a las calles y hablar con la gente para entender no sólo a un hombre (Uribe) sino a un pueblo que ha decidido apoyarle para seguir gobernando cuatro años más. García Nuñez cree que es muy difícil precisar quiénes votaron por Uribe y por qué, pero más allá del interrogante, serán los mismos de siempre los que conformaran el Congreso y el panorama de prebendas sigue intacto, más bien, se ha fortalecido, lo que abre interrogantes sobre la democracia colombiana, según el autor.


Luis Fernando García Núñez es periodista y profesor de la Facultad de Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad Externado de Colombia, en Bogotá.

HABÍA QUE ESPERAR UNAS SEMANAS PARA ENTENDER BIEN el terremoto político que produjo el triunfo apabullante de Álvaro Uribe Vélez en Colombia.

Unos días serían suficientes para entender el porqué del éxito; por ejemplo, de la llamada seguridad democrática o del resurgimiento económico que algunos creen se ha dado en estos cuatro años.

Sí. Hay que salir a las calles de Colombia y hay que hablar con las gentes para entender –hasta dónde es posible hacerlo–, no sólo a un hombre sino a un pueblo que, como lo dicen los medios, le dio en las urnas un espaldarazo para que siga gobernando por cuatro años más.

LAS CIFRAS DEL ÉXITO
En Semana (edición especial), se dice que la mayoría de los historiadores anota que de los presidentes que han ejercido el poder en el último medio siglo en el país, casi ninguno tenía el prestigio al final de su mandato como para ganar una reelección.

Y es que, sin duda, debemos analizar las cifras, pues ellas sirven –a unos y otros– para explicar algunos fenómenos, entre ellos, por ejemplo, el de la abstención que sigue siendo un factor poco estudiado, a pesar, por ejemplo, de que en estas elecciones aumentó: pasó del 54 por ciento en 2002 al 54,91 por ciento en este 2006, algo que nadie ha señalado en forma clara y tajante.

En 2002, el total de votos en blanco alcanzó el 1,74 por ciento mientras en el 2006 llegó al 1,95 por ciento, por sólo hablar de algunas cifras. Tres de siete candidatos se repartieron un poco más del 95 por ciento del total de votos. De los otros, ni se habló.

UN TRIUNFO DIFICIL DE EXPLICAR
Los 7.363.297 votos de Uribe no son poca cosa. Tienen un especial significado y ese es el que debemos mirar en forma detenida.

¿Quiénes votaron por Uribe y por qué lo hicieron? Es una respuesta que no se puede dar en forma apresurada.

Apenas ahora la rebatiña burocrática entre las facciones uribistas alcanza a decirnos algo: una maquinaria muy bien aceitada –como se dice en Colombia–, le permite al presidente Uribe jugar con cierta tranquilidad y, al mismo tiempo, el bipartidismo, que sigue vivito y con fuerza, se concentra en una multiplicidad de movimientos, cada uno con un jefe único e indiscutible –con aspiraciones presidenciales– que, de alguna forma, disfruta del botín sin ninguna contraprestación política o programática.

Aún así, no podemos todavía valorar la importancia de estas nuevas fuerzas que dicen combatir un pasado que no ha pasado y se esconden en cualquier pretexto para seguir gobernando.

LOS MISMOS DE SIEMPRE

Veamos, por ejemplo, el nuevo Congreso y las personas que lo componen… Con las excepciones del Polo Democrático –unos cuantos senadores y representantes–, el panorama sigue siendo el mismo: hermanos, tíos, sobrinos, hijos, cuñados,… de quienes han ejercido por años estos cargos y pare de contar: liberales y conservadores con notable influencia en la vida política del país, por los menos los últimos quince años, desde cuando se aprobó la Constitución Política: una extraña mezcla de personas, movimientos e intereses. El panorama de prebendas sigue intacto, más bien, fortalecido:

En los próximos meses se elegirán un nuevo magistrado de la Corte Constitucional, dos nuevos miembros de la junta del Banco de la República, contralor y registrador. Todos ellos, o la mayoría, podrían quedar en manos de funcionarios que siguen la misma línea política del reelegido Presidente.

Y, entonces, ¿de la democracia qué? Una pregunta que pocos se hacen en estos días en Colombia, cuando el gobierno va a presentar una de las más rígidas y voraces reformas tributarias de que se tenga noticia: ese es el terremoto político que se nos avecina.

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