Por Augusto Zamora R. (para Safe Democracy)

Augusto Zamora R. dice que la guerra de agresión lanzada por Israel contra Líbano ha hecho retroceder veinte años la situación en Oriente Medio y que por ello es preciso atemperarlo ahora, cuando aún hay tiempo, y no cruzarse de brazos a aguardar una hecatombe. Zamora crítica la brutal y desproporcionada reacción israelí ante el ataque de Hezbolá y cree que una mayor desestabilización de esa región, no digamos ya una guerra general, daría un golpe mortal a la economía y las sociedades europeas. Sepa a continuación cómo los países europeos han sido actores esenciales en la creación del problema de Oriente Medio, y por qué la Unión Europea tiene hoy en sus manos buena parte de la solución.


Augusto Zamora R. es profesor de Derecho Internacional y Relaciones Internacionales en la Universidad Autónoma de Madrid. Ha sido abogado nicaragüense ante la Corte Internacional de Justicia entre 1983 y 2001. Es columnista del periódico El Mundo. Su última obra es «La paz burlada. Los procesos de paz en Centroamérica» (Editorial Sepha, Madrid, 2006).

LA GUERRA DE AGRESIÓN LANZADA POR ISRAEL CONTRA LÍBANO, al tiempo que mantiene la operación de castigo contra la población palestina en Gaza, ha hecho retroceder veinte años la situación en Oriente Medio.

La razón aducida por Israel (la captura de tres soldados por milicias palestinas y Hezbolá) no basta para ocultar la brutal y desproporcionada reacción israelí, que ha convertido en objetivos militares a la población y las infraestructuras civiles, lo que está estrictamente prohibido por el Derecho Humanitario bélico y los Convenios de Ginebra. Tampoco basta para hacer olvidar que la captura de los soldados israelíes no es la causa de la crisis, sino su efecto, pues la causa real es la negativa pertinaz de Israel a acatar las decenas de resoluciones, tanto del Consejo de Seguridad como de la Asamblea General de Naciones Unidas, que mandan devolver los territorios ocupados a Palestina, Siria y Líbano.

EL SOSTÉN DE ESTADOS UNIDOS
La prepotencia histórica de Israel respecto a Palestina y los países vecinos, así como su desprecio por la ley internacional, tienen una clara explicación. Israel es un país pequeño, escaso de recursos y altamente dependiente de la ayuda externa. Su principal sostén es Estados Unidos, país que provee la casi totalidad de la tecnología y las armas que posee. Su otro sostén es la Unión Europea, que protege la economía israelí con tratos de favor y constituye su principal mercado y su mayor fuente de turismo.

Nunca, en ningún momento de su corta historia, Israel ha sido presionado –menos aún amenazado de sanciones– para que modifique su política o acepte someterse, de una vez por todas, a la ley internacional.

DOBLE RASERO
Todo lo contrario ocurre con los países árabes y musulmanes. Frente a ellos, Estados Unidos y la UE han sido pródigos en presiones, advertencias, amenazas y, cuando ha hecho falta, el uso de la fuerza. Cuanto más firme ha sido un gobierno árabe frente a la soberbia israelí, más enérgico se ha mostrado Occidente contra él. Ese doble rasero ha alimentado hasta el extremo el sentimiento de impunidad que caracteriza la política de Israel en la región.

Líbano y, sobre todo Palestina, han sufrido todos los atropellos imaginables, aunque ningún pueblo del mundo ha visto prolongarse su agonía durante tanto tiempo como el palestino.

Mientras duró la Guerra Fría, tal situación resultaba explicable, pues Israel actuaba como portaaviones de Occidente en una zona donde los principales países (Egipto, Siria, Irak, Libia, después Irán) eran antioccidentales y mantenían sólidos vínculos con la Unión Soviética. Hoy, tal política es anacrónica y absurda y actúa, claramente, contra intereses estratégicos de la UE, que depende con más fuerza que Estados Unidos del petróleo musulmán.

EL PELIGRO PARA EUROPA
Una mayor desestabilización de esa región, no digamos ya una guerra general, daría un golpe mortal a la economía y las sociedades europeas.

Un petróleo por las nubes mataría el proceso de recuperación que vive la UE, después de las crisis que abatieron a Alemania y Francia, provocando desempleo y recesión.

Las sociedades europeas, además del desastre económico, verían dispararse la emigración ilegal y, sobre todo, las amenazas terroristas y el fanatismo islámico, que crecen exponencialmente con cada agresión israelí a sus vecinos.

EXIGIR LA MODERACIÓN
Tiene la UE en sus manos parte sustantiva de la solución de la crisis crónica de esa región. Dada la dependencia israelí, Europa puede exigirle una moderación de su política, la renuncia al uso de la fuerza y la devolución de los territorios ocupados –nudo gordiano del problema–, bajo amenaza de sanciones.

Muchas y potentes pueden ser las medidas que adopte la UE contra Israel: desde terminar con los privilegios económicos y comerciales que le concede, hasta suspender todo tipo de comunicaciones con el territorio europeo, entre ellas el turismo, pasando por otras simbólicas pero psicológicamente fuertes, como prohibir la participación de equipos y deportistas israelitas en los torneos europeos.

Israel actúa desde el convencimiento de que, protegido por Estados Unidos, único superpoder mundial, puede actuar con desprecio de todo y hacia todos.

ANTES DE QUE SEA DEMASIADO TARDE
Una visión más fría deja ver que el tiempo actúa contra Israel y que, a medida que se acentúe la decadencia de Estados Unidos, mayor será su debilidad y más hondo el encono árabe y musulmán, frente al cual de poco le servirá su poderío atómico.

Por ello es preciso atemperarlo ahora, cuando aún hay tiempo, y no cruzarse de brazos a aguardar una hecatombe.

Países europeos fueron actores esenciales en la creación del problema. La UE tiene en sus manos, hoy, buena parte de su solución.

Esperemos que, cuando decida actuar (si acaso alguna vez actúa), no sea demasiado tarde.

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