Por Ricardo Israel Z. (para Safe Democracy)

Ricardo Israel Z. dice que a diferencia de otros enfrentamientos históricos de carácter político, lo que se inició como una operación limitada por parte de Israel constituye –valga la redundancia– una guerra militar en Oriente Medio. Los actores en este caso son Israel, Siria e Irán, en una guerra indirecta, a través de Hezbolá en suelo libanés. Israel Z. cree que a pesar de la guerra militar –de esas que se sabe cuándo empiezan, pero nunca cómo terminan– es poco probable que se de una guerra abierta entre Israel e Irán. Sepa a continuación por qué Líbano, Palestina e Israel son los perdedores de este conflicto y cómo Siria e Irán salen fortalecidos, al menos por ahora. Entienda también de qué manera el final de esta guerra militar no es nada fácil.


Ricardo Israel Z. es abogado y politólogo. Tiene un Ph.D. y un master en Ciencia Política de la Universidad de Essex y es Catedrático de Ciencia Política de la Universidad de Chile. Dirige el Centro Internacional para la Calidad de la Democracia y la Escuela de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Autónoma de Chile. Preside el Comité de Fuerzas Armadas y Sociedad de la Asociación Mundial de Ciencia Política. Ha publicado decenas de libros y ensayos traducidos a varios idiomas y es conductor y comentarista de programas políticos e internacionales en Radio y TV.

NO SE TRATA DE UNA REDUNDANCIA. Hay guerras políticas — como fue la invasión israelí de Líbano en 1982 para expulsar a la OLP– pero no es este el caso.

Lo que se inició como una operación limitada –para recuperar a un soldado israelí secuestrado en Gaza por una fracción disidente de Hamas, con sede en Siria– adquirió otro carácter cuando Hezbolá entró desde Líbano para hacer lo mismo, esta vez con dos efectivos.

NEUTRALIZAR EL PODER DE HEZBOLÁ
Desde aquel momento todo cambió y se inició un conflicto internacional, donde en la mejor tradición de Oriente Medio se sabe cómo empiezan las cosas, pero nunca cómo terminan.

Así, se han modificado las prioridades para Israel, ya que los aspectos políticos cedieron ante los objetivos estrictamente militares: neutralizar el poder de Hamas, y sobre todo el de Hezbolá.

Es la primera vez que en Israel tanto el primer ministro como el ministro de Defensa no provienen del mundo militar, sino del mundo político y del social, respectivamente.

Por su parte, la capacidad de lanzamiento de misiles por parte de Hezbolá, que alcanzan a importantes ciudades del norte de Israel, demuestra un serio fallo de su inteligencia militar y de sus servicios secretos.

¿Y LA HOJA DE RUTA?
En Israel consideran que se trata de un ataque no provocado, ya que el ejército se había retirado unilateralmente de Líbano en el año 2000; y de Gaza, el año pasado.

En los territorios palestinos y en Líbano sienten, en cambio, que están siendo objeto de un castigo colectivo completamente desproporcionado que ataca a civiles.

Por lo pronto, el objetivo de una salida unilateral de Cisjordania quedó enterrada; lo mismo sucede con la Hoja de Ruta. El problema para Israel es cómo negociar –dicen– con quienes niegan su existencia, mas allá del intercambio de prisioneros.

Sin embargo, a pesar de la militarización creciente, este conflicto no tiene (aún) las características de guerras pasadas, ya que el poder militar israelí es muy superior a sus vecinos. De hecho, los líderes de la Liga Árabe han desafiado el sentimiento popular de sus calles y mantienen una posición distante.

MIEDO A LA HEGEMONÍA CHIÍ
En los países aliados de Estados Unidos –como Egipto y Jordania que tienen tratados de paz con Israel–, parece predominar el temor al islamismo representado por Hamas, y en el caso de la mayoría, el temor hacia un país chií no árabe, como es el caso de Irán.

Ejemplo de ello ha sido la sorpresiva crítica pública de Arabia Saudí al aventurerismo de Hezbolá como detonador del conflicto.

En todo caso, la pregunta parece ser: ¿conseguirá Israel sus objetivos? No lo creo. Lo que sí es evidente es que la paz se aleja y que, dada la destrucción ocasionada, podrían estar incubándose una nueva generación de reclutas fundamentalistas.

¿Quiénes ganan? No es el caso de Israel, quien ha perdido buena parte de la buena voluntad diplomática que había ganado en Europa con motivo de la retirada unilateral de Gaza. También salen perjudicados Líbano y Palestina.

EL TRIUNFO DE IRÁN Y SIRIA
Sin embargo, Siria e Irán sí entran en la categoría de vencedores.

El primero, parecía castigado después de su obligado retiro de Líbano, pero ahora logra recuperar todo su protagonismo. Por lo demás, ha logrado que se acaben las presiones para un cambio de régimen en Damasco y hasta se da el lujo de volver a reclamar los Altos del Golán (ocupados por Israel).

En el caso de Irán, es evidente que el régimen ha logrado posicionarse en un primer plano de la escena internacional y ha logrado, además, sacar el tema de su programa nuclear de la agenda. Este tema iba a ser discutido en Naciones Unidas y por el G-8, reunido recientemente en San Petersburgo. Teherán ha demostrado que aún dispone de una enorme capacidad para influir sobre la paz o la guerra regional a pesar de no tener armamento nuclear.

EL DESARME NO ES TAN FÁCIL
¿Qué podría cambiar esta situación? Una sola cosa: que como parte de una solución, los esfuerzos del gobierno libanés se dirijan a obtener el desarme de Hezbolá con el apoyo de la comunidad internacional, ya que sólo no lo puede hacer. No resulta nada fácil.

Tampoco parece probable, al menos por ahora, un enfrentamiento directo entre Irán e Israel: ya está teniendo lugar en suelo libanés en forma indirecta.

En síntesis, lo que queda –siempre que hay un conflicto bélico– es la trágica y lamentable pérdida de vidas humanas. De ambos lados.

Safe Democracy le invita a suscribirse gratis al boletín electrónico semanal, con el análisis y los comentarios de nuestros expertos internacionales (pinche aquí).