Roberto Blatt dice que por aberrante que parezca, el yihadismo del siglo XXI está reemplazando al panarabismo y al nacionalismo árabe nasseriano y baasista de inspiración comunista de los años cincuenta y sesenta. En este sentido, Blatt cree que el terrorismo yihadista de hoy está aplicando una desastrosa interpretación de la modernidad, y que ante la ausencia de democracia y de un proyecto de crecimiento, a las elites árabes –sobre todo las que no participan directamente del poder– les quedan sólo dos opciones: beneficiarse de la corrupción del régimen o proyectar su frustración de forma apocalíptica hacia un enemigo exterior.
Roberto Blatt es ensayista y director de contenidos de MULTICANAL. Vive en Madrid.
EL PADRE DE MUHAMMED ATTA ES UN ABOGADO EGIPCIO esencialmente laico. Inicialmente se mostró incrédulo sobre la actuación de su hijo con quien dijo haber hablado por teléfono después del atentado del 11-S y a quien consideraba tímido y no interesado en política.
Curiosamente, emulando en cierta medida la transformación de Mohammed, más tarde, el 7 de julio en CNN, anunció el comienzo de una guerra santa de 50 años llevada a cabo por jóvenes inspirados en las acciones del hijo.
Atta siguió estudios técnicos en Cairo, Hamburgo y quizá de medicina en Valencia. Sin formación ni inclinación religiosa, en Alemania exhibió actitudes marcadamente antisemitas y anti-americanas ante su círculo de amigos nativos, expresando un sentimiento de humillación personal. Dicho discurso inicial se vio complementado por una justificación mesiánica islamista posterior, pero carente de raíces y rigor doctrinal.
RADICALIZACIÓN RELIGIOSA
En efecto, sólo una vez que su ideología fascistoide se asentó, Atta se entregó a un proceso de radicalización religiosa: peregrinación a La Meca en 1995 y grupos de plegaria en la universidad.
Su transformación fundamentalista sorprendió incluso en 1998 a sus amigos en Egipto y se completó con un retraimiento de la sociedad local germana, rodeándose a cambio de compañeros inmigrantes islamistas.
INSPIRACIÓN OCCIDENTAL
Sin embargo, el estilo de vida y el propio modus operandi de la conspiración delatan su inspiración occidental: atuendo, vuelos, coches alquilados, móviles, casillas de correo, servicios de mensajería, licencia estadounidense de conducir, video cámaras, tarjetas de crédito y descuento, productos químicos, curso de aviación, adquisición de videos sobre los paneles de mando de B747, B757 y Airbus entre otros, utilización de simuladores de vuelo, etc.
Nada indica una inclinación hacia formas árabes tradicionales de combate.
El referente de su fantasía bélica es más afín a una superproducción hollywoodeana que a un cuadro épico coránico: aviones modernos estrellándose contra gigantescas torres de cemento, hierro y cristal.
CLASE MEDIA O MEDIA-ALTA
Según testimonios varios, en vísperas de los atentados, los cómplices de Atta bebieron alcohol, hicieron apuestas en juegos de azar y pagaron a strippers para que bailaran en sus regazos, quizá para hacerse una idea –digna de Las Vegas– de los placeres que les esperaban en el Paraíso.
Con variantes, este perfil se extiende al Tunecino y al Chino en España, al Dr. Rentisi de Hamás y a los yihadistas de Londres: clase media o media/alta, formación occidental y poco fundamento religioso.
Ninguno de ellos demuestra curiosidad teológica, ni tampoco científica: son operarios de tecnologías aplicadas. Casi sin desear comprender, parecen ansiosos de apoderarse de los artilugios mágicos a los que atribuyen la superioridad de Occidente, desde la pediatría hasta la bomba atómica….
VENGADORES, NO JUSTICIEROS
Panarabistas como Al Qaeda, o nacionalistas como Hamás, son sensibles a lo que perciben como la humillación del mundo musulmán, no a sus injusticias, mayores las de los propios regímenes que las atribuibles a americanos e israelíes. Se erigen así en vengadores, no en justicieros.
Por aberrante que parezca, el yihadismo del siglo XXI sucede al panarabismo y nacionalismo árabe nasseriano y baasista de inspiración comunista de los años 50 y 60.
En ese período se inauguraron, auspiciadas por la OLP, las formas más extremas de terrorismo a las que hoy ya estamos acostumbrados, en especial aquellas realizadas por las fracciones revolucionarias de George Habash y Ahmed Jibril.
INTERPRETACIÓN DE LA MODERNIDAD
En ambas variantes de terrorismo, la clave no radica en versiones más o menos peregrinas de la propia tradición, sino en una desastrosa interpretación de la modernidad.
Incapaces de democratizar a sus sociedades, los activistas de las clases medias árabes, a la vez los más cercanos a Occidente, adoptaron primero un modelo golpista socialista para luego sustituirlo por un fascismo de apariencia islámica.
A PUNTO DE ESTALLAR
Ante la ausencia de democracia y de un proyecto de crecimiento, a las elites árabes, sobre todo las que no participan directamente del poder, sólo les quedan dos opciones: beneficiarse de la corrupción del régimen o proyectar su frustración de forma apocalíptica hacia un enemigo exterior.
Sin embargo, y como lo demuestran los ocasionales focos de violencia salvaje y represión brutal en Siria, Argelia, Egipto, Arabia Saudí o Yemen, los desafíos ineludibles de la modernidad provocan que las costuras del mundo árabe estén a punto de estallar.
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