Por Javier Ortiz (para Safe Democracy)

Javier Ortiz pregunta cómo es posible que los analistas y los servicios de inteligencia suelan cometer errores tan graves, como no prever –por ejemplo– la caída de la Unión Soviética. En la misma línea de pensamiento, Ortiz cree que el más aparatoso de entre los errores recientes ha sido el pensar que las Fuerzas Armadas de Estados Unidos podrían tomar militarmente Irak, imponer la formación de un gobierno a su gusto y hacerse por completo con el control de la situación, pacificando el país. En este sentido, al autor vaticina que otro error de cálculo, tal vez aún peor, está delineándose: considerar que la actual ofensiva militar israelí en territorio libanés permitirá establecer una paz basada en principios duraderos en Oriente Medio.


Javier Ortiz es columnista del diario El Mundo y comentarista político de la radio y la televisión públicas vascas. Ha sido subdirector de El Mundo y responsable de sus páginas de opinión. Ejerce de periodista desde los 18 años. Durante el franquismo padeció cárcel y exilio por razones políticas. Ha escrito en muy diversos medios españoles y extranjeros. Tiene publicados ocho libros.

UNA DE LAS MUCHAS COSAS QUE DEMOSTRÓ LA CAÍDA DEL MURO DE BERLÍN –y la sucesión de acontecimientos que suele simbolizarse con ese hecho– es que los megacentros de análisis y prospección internacional con los que cuentan las grandes potencias occidentales pueden revelarse incapaces de prever no ya tal o cual acontecimiento de peso, sino incluso la evolución general de la realidad mundial, hasta en lo más fundamental y decisivo. O sea, lo que se dice no dar ni una (o no aciertan ni una).

De entrada resultó muy chocante. ¿Cómo podía ser que, contando con más datos que nadie y teniendo en plantilla al personal teóricamente mejor preparado para estudiarlos, esas agencias que suelen llamarse de inteligencia pudieran no apercibirse del cataclismo que se avecinaba?

¿Y LOS ANALISTAS?
La explicación de ese enigma, sin embargo, acabó cayendo por su propio peso: convinimos todos en que de nada sirve al analista contar con los frutos de un enorme trabajo de campo si los prejuicios le impiden clasificar y jerarquizar la importancia de los datos recolectados.

Para completar un gran rompecabezas no basta con tener todas las piezas; hay que saber qué imagen se trata de componer con ellas. Y los analistas de Washington y asociados estaban empeñados en que las informaciones que les llegaban procedentes del bloque del Pacto de Varsovia encajaran en un dibujo que ya sólo existía en sus mentes obsesivas.

Un solo escritor ruso, Andrei Amalrik, trabajando por su cuenta y riesgo –nunca mejor dicho: fue deportado a Siberia por las autoridades de Moscú–, sacó conclusiones mucho más cercanas a la realidad que los grandes cerebros de Occidente: Amalrik puso en duda que la URSS consiguiera llegar a 1985 sin hundirse antes.

¿Y LOS SERVICIOS DE INTELIGENCIA?
A lo largo de los últimos decenios hemos visto a esos mismos servicios de inteligencia cometer muchos otros errores de cálculo de grandes magnitudes. Quizá el más aparatoso de entre los recientes sea el que les llevó a dar por hecho que las Fuerzas Armadas de Estados Unidos podían tomar militarmente Irak, imponer la formación de un gobierno a su gusto y hacerse por completo con el control de la situación, pacificando el país y situándolo en su órbita económica y estratégica. Muchos otros, que no contamos con más información que la que nos proporciona una prensa por lo general muy mediatizada, auguramos que Irak iba a convertirse en un avispero para Washington y que Bush estaba a punto de convertir en científica la predicción de Sadam Husein, que dijo que la de Irak sería la madre de todas las guerras.

Sitúo en esa misma perspectiva el convencimiento que muestran los dirigentes estadounidenses de que la actual ofensiva militar israelí permitirá establecer en Oriente Medio una paz basada en principios duraderos, según la expresión de Condoleezza Rice. Creen que Israel va a imponer manu militari su autoridad tutelar –con el apoyo logístico y diplomático que presta Estados Unidos– sobre el conjunto de la zona, reduciendo a la inoperancia los focos de resistencia que sigue encontrando.

A MUCHO PEOR
Creo que han sacado esa idea del mismo lugar del que extrajeron la conclusión de que el problema que representaba el Irak de Sadam Husein –como antes el encarnado por el Afganistán de los talibán– podía solucionarse por la vía rápida siempre que se aplicaran sin vacilación los medios más contundentes.

Sin tener acceso ni al 1 por ciento de la información con la que cuenta Washington, sin más medios que los que me concede la fría consideración de la experiencia, me atrevo a vaticinar que la conflictividad de Oriente Medio no sólo no va a disminuir por el camino que han elegido los mandatarios israelíes y norteamericanos, sino que va a ir a más.

Y a mucho peor.

Safe Democracy le invita a suscribirse gratis al boletín electrónico semanal, con el análisis y los comentarios de nuestros expertos internacionales (pinche aquí).