Japón ha experimentado en los últimos cinco años y medio una transformación de la forma de hacer política derivada de la popularidad del primer ministro Junichiro Koizumi, un hombre fuerte, que ha tenido la capacidad de sortear los diversos grupos de intereses y acometer las reformas estructurales que demandaba la economía japonesa desde los noventa. ¿Podrá Shinzo Abe,  sucesor de Koizumi, continuar con el legado de reformas?

TRAS CINCO AÑOS Y MEDIO AL FRENTE DEL GOBIERNO JAPONÉS, una duración excepcional, Junichiro Koizumi cesará a finales de septiembre como primer ministro. Hace sólo un año consiguió una victoria para su partido, el Partido Liberal Democrático (PLD): un triunfo histórico, pero ya entonces anunció que mantendría su promesa de abandonar el poder en 2006.

Mientras el Partido Liberal Democrático tenga mayoría parlamentaria, su presidente es –de oficio– el primer ministro. Es por tanto un proceso interno del partido y no parte de las elecciones Legislativas, como ocurre en las democracias occidentales. Este último es quien determina la jefatura del gobierno. Se trata de una singularidad japonesa, que explica la rápida sucesión de primeros ministros así como su escaso poder (es raro que haya jefes de gobierno durante más de dos años).

TRANSFORMANDO LA POLÍTICA
Pero las cosas cambiaron con Koizumi. Su enorme popularidad y el gradual declive del PLD le permitieron transformar la manera de hacer política en Japón. Por un lado se enfrentó a los líderes de su partido destruyendo el sistema de facciones –durante 50 años el elemento más característico de los liberales–, y, por otro, intentó reducir la influencia de la burocracia, pilar del Estado japonés desde la era Meiji.

El resultado fue lo nunca visto: un primer ministro fuerte, con capacidad para sortear los diversos grupos de intereses y acometer las reformas estructurales que demandaba la economía japonesa desde principios de los años noventa.

SHINZO ABE, EL SUCESOR
Su logro ha sido tan personal que la primera duda sobre su sucesor, Shinzo Abe, elegido presidente del PLD el 20 de septiembre, es si contribuirá a consolidar este nuevo sistema político, o bien no podrá evitar el regreso de las facciones. Su perfil es más tradicional que el de Koizumi, carece de su carisma, y nunca ha hecho grandes declaraciones reformistas.

La proximidad de las elecciones al Senado (julio de 2007) le daría un breve margen de maniobra para asegurarse su permanencia en el poder.

MUCHO POR DELANTE
La incertidumbre es también importante en relación a sus ideas en temas económicos. Japón ha vuelto a crecer y, la pasada primavera, el proceso deflacionista de los últimos años fue dado oficialmente por concluido. Pero las reformas no han terminado. El envejecimiento de la población, el déficit fiscal –el mayor de los países miembros de la OCDE– y los desafíos de la globalización, incluyendo la emergencia económica de China, exigen un liderazgo firme.

Shinzo Abe no ha tenido ninguna experiencia de gestión en este campo, aunque puede que, como Koizumi, deje la economía en manos de independientes.

HACIA LA NORMALIZACIÓN DIPLOMÁTICA
Abe es un misterio con respecto a la reforma política y económica. Más conocidas son sin embargo sus ideas sobre política exterior. Su popularidad se debe precisamente a su tono duro frente a Corea del Norte y China.

Lo más probable es que el nuevo primer ministro continúe avanzando en la normalización diplomática de Japón que ha impulsado su antecesor, aunque deberá salir del aislamiento actual.

TENSIÓN CON CHINA Y COREA DEL SUR
Las repetidas visitas de Koizumi al templo de Yasukuni, donde se rinde homenaje a las víctimas japonesas de conflictos bélicos, incluyendo una docena de criminales de guerra, ha provocado una situación de crisis con China y Corea del Sur.

Abe, que no ha querido pronunciarse sobre si visitará el templo, es consciente de que se abre una oportunidad que debe aprovechar para superar el estado de tensión con los vecinos.

La cumbre del foro de Cooperación Económica del Asia-Pacífico (APEC) en Hanoi el próximo noviembre será la ocasión para definir su diplomacia. Habrá que esperar y ver.