Por Arshin Adib-Moghaddam (para Safe Democracy)
Arshin Adib-Moghaddam explica por qué las declaraciones del Papa Benedicto XVI, en las que vincula el Islam con la violencia, muestran una falta de sensibilidad ante la tensa situación que se vive actualmente, y establecen un discurso excluyente, simplista que falsea temas muy complejos, según el autor.
Arshin Adib-Moghaddam es profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad de Oxford. Ha publicado recientemente «La política internacional en el Golfo Pérsico: una Genealogía Cultural» (Routledge). Estudió en las Universidades de Hamburgo y Cambridge.
PARA AQUELLOS QUE HAN ESCOGIDO la difícil tarea de intentar explicar qué es lo que significa musulmán e Islam, la reciente cita del Papa Benedicto XVI –en la Universidad de Regensburg en Alemania referente a la conversación sostenida entre el emperador bizantino Manuel II Paleólogo y un erudito persa en el siglo XIV– se convierte en un problema; no sólo porque vincula el Islam con la violencia en un momento delicado para la relaciones entre ambas partes, sino también por su imperfección metodológica.
LAS FALLAS DEL PAPA
Es cierto que no existe alguna razón por la que un líder religioso esté impedido de hacer declaraciones sobre un tema que ocupa un lugar central dentro de la política mundial. Sin embargo, tomando en cuenta el clima de agitación que se vive actualmente, lo suyo hubiera sido que la declaración se apegara al contexto en el que se efectuó, es decir, al ambiente universitario.
El Papa falló en cuanto a normas de comportamiento apropiado cuando vinculó el Islam con la violencia de una forma unitaria y mono-causal.
CONCEPCIÓN NEOFUNDAMENTALISTA
El Papa ha escogido un discurso de exclusión, quizá inconscientemente, que no contribuye a hacer del Islam un mundo más accesible, comprensible y analizable.
Las palabras escogidas por Benedicto XVI no comprometen o incluyen a los musulmanes. Reiteran, sin embargo, el cliché de que el Islam es violento por naturaleza y apoyan la concepción neofundamentalista del mito que sostiene que el Islam se encuentra en una perpetua guerra santa tanto contra otras sociedades musulmanas como contra el enemigo en general.
Pero, ¿no sería más productivo investigar la dispersión, presencia multifacética y trascendencia multidimensional, tanto de los musulmanes como del Islam en la sociedad internacional, que reiterar su carácter totalitario, ignorar sus fuerzas internas –centrípetas y centrífugas– o reducir sus diferencias? ¿No sería meritorio explorar la oportunidad de acceder a un territorio desconocido en vez de mantener el discurso al que ya se han acostumbrado los medios y las elites?
DIÁLOGO OBJETIVO
Pienso que descifrar la gramática de la violencia internacional en nombre del Islam requiere de un diálogo inclusivo que sea políticamente desinteresado y que evite formar parte de agendas institucionales, manifestaciones políticas y/o reformas de procesos sociológicos. Además, es necesario que sea analíticamente secular con el fin de que sepa lidiar con cuestiones que conciernan a la verdad y con otros asuntos que demanden una interpretación religiosa.
Los compromisos adquiridos desde ambas partes serán siempre por alguna causa, es decir: por el partido, por la iglesia, por el clero, por un movimiento terrorista o por otras entidades.
Engendrar un discurso racional que trabaje en contra de la violencia nihilista, exige, a corto plazo, la emancipación por parte de la comunidad de los agentes políticos y religiosos, con el fin de evitar que éstos intervengan en el proceso.
Publicado por:
Carmen
fecha: 01 | 10 | 2006
hora: 1:24 pm
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No se mucho de historia, y seguramente como el autor dice el Papa tuvo ciertas imperfecciones, y no era el momento para «atacar» al islam. Mucho menos el Papa.
Pero lamentablemente los hechos actuales hacen que el Islam se asocie a la violencia, y generan cierto rechazo al Islam por parte del mundo Occidental.
Creo que la responsabilidad de revertir la «imagen violenta» del Islam primero la tienen los practicantes del Islam.
Pero estoy de acuerdo que el Papa no ayuda a que esta imagen cambie.
Publicado por:
Julián
fecha: 24 | 12 | 2006
hora: 5:18 pm
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Efectivamente, hace falta saber un poco de historia o acudir a la historia (para eso están los libros… y el Internet) para entender por qué hay sectores minoritarios del mundo islámico que han sucumbido a la tentación de la violencia y otros sectores algo más amplios que no la critican o condenan. Existe una cosa que se llama islamofobia que está presente en el genoma cultural europeo desde las Cruzadas y la Reconquista. El fenómeno fue recíproco y se acentuó con la expansión turco-otomana hacia la península balcánica.
La cuestión es que, pasados los siglos, Europa colonizó inmensos territorios poblados por musulmanes en África y Asia. Y cuando éstos se independizaron después de la segunda guerra mundial, las potencias excoloniales o los Estados Unidos siguieron controlando muchos recursos de esos países por medio de una extraña amalgama de la democracia-del-mundo-libre y algunos regímenes feudales (Kuwait, Arabia Saudí, Sha de Persia, etc.) Los EEUU y sus aliados prefirieron apoyar el islam antimodernizador antes que los intentos de modernización promovidos por el llamado nacionalismo y socialismo árabes (Nasser y el partido Baas de Siria e Irak, el FLN de Argelia, etc) . Resultado: una gran frustración en los pueblos musulmanes tanto por la imposibilidad de seguir un camino propio, como por la permanencia de regímenes oligárquicos que les condenan a la miseria, la opresión y el oscurantismo.
Para muchos sectores de la población musulmana, es el Occidente el culpable, si no todo en gran parte, de su situación de atraso. Y como no son expertos en historia, responden de forma simple a problemas complejos.
De la misma manera que los occidentales reaccionan de forma simplista ante el problema de la violencia y acuden al viejo prejuicio antiislámico (antes fue el antijudío).
Tanto Bush como Aznar o Benedicto XVI alimentan esa islamofobia. Afortunadamente Benedicto se percató pronto de la inmensa metedura de pata de Regensbur-Ratisbona. Pero el terrible drama es que los Bushes-Aznares siguen orientando la conciencia de mucha gente en el occidente: «Ante el terrorismo no hay que ir a buscarle las causas, sino poner los medios para exterminarlo» . Tal es la receta mágica del mago Aznar. Este se quedará calvo antes de 100 años. Pobres cerebros planos cuya única riqueza es la firmeza en los principios sólidos y verdades como puños. Están en la línea yihadista hispánica: España martillo de herejes. Y vamos a pedirles a los musulmames compensaciones por los destrozos que le hicieron a España… La sabiduría histórica de Aznar complace a las derechas, pero hace el gran ridículo y, lo que es peor, hecha más leña al fuego del enfrentamiento entre musulmanes y «occidentales».
Pues que aprendan a dialogar y se lean el artículo del teólogo católico Hans Kung en El País de 24-12-06. Estamos condenados a entendernos.