Existe la posibilidad de que el caos y la guerra regresen al Cáucaso tal como ha sucedido en los Balcanes en caso de que continúen las tendencias separatistas. Si Abjazia y Osetia tienen los mismos derechos que el territorio serbio de Kosovo para optar por la autodeterminación, como afirma Rusia, es posible que Putin copie a la Unión Europea en su estrategia suicida de romper los Estados en perjuicio para Georgia y toda la región del Cáucaso.

LA SITUACIÓN EN GEORGIA SE DETERIORA. El presidente ruso, Vladimir Putin, ya ha anunciado que apoyará a las repúblicas separatistas de Abjazia y Osetia del Sur si el gobierno georgiano, que lidera el pro-occidental Mikhail Saakashvili, inicia cualquier acto de hostilidad contra las mismas, incluyendo el no descartado uso de la fuerza. Según el máximo líder ruso –Putin–, Abajazia y Osetia del Sur tienen los mismos derechos que el territorio serbio de Kosovo para optar por el camino independentista y separarse de la madre patria, es decir, Georgia.

MÁS INESTABILIDAD E INSEGURIDAD

La precipitada y no examinada intervención de la Alianza Atlántica contra Serbia, en 1999, provocó la separación del histórico territorio serbio de Kosovo de lo que quedaba de la extinta Yugoslavia y el actual estado de cosas en esta región.

Cada día que pasa en Kosovo la situación es más inestable e insegura, se reproducen a diario los ataques y atentados contra los no albaneses y más de 300.000 personas de todas las etnias han abandonado hoy una zona donde habita la impunidad, la desidia y el terror en su estado más puro. Se calcula que unas tres mil personas –mayoritariamente serbios– han muerto asesinadas en Kosovo a manos de grupos radicales albaneses, pese a la presencia de un contingente internacional que supuestamente velaba por su integridad, desde la intervención de la OTAN y los atentados terroristas, sin que nadie ponga coto al actual estado de cosas.

LA UNIÓN EUROPEA, DIVIDIDA

Ahora, cuando han pasado más de siete años desde la intervención de la OTAN contra las fuerzas serbias, los dirigentes albanokosovares –que nunca se han desligado de la violencia etnicista que azota a esta zona del continente europeo– han anunciado que su único horizonte político es la independencia, objetivo al que no pretenden renunciar y por el que lucharán, incluso, con el uso de las armas, tal como hicieron en las décadas de los ochenta y los noventa.

Ya han atacado propiedades y edificios de Naciones Unidas y parece que nadie les detendrá. La Unión Europea, como suele suceder, está muy dividida con respecto a la cuestión de Kosovo; los británicos, en su afán por debilitar a Serbia, apoyan a la causa independentista y los españoles, franceses, griegos e italianos mantienen una actitud mucho más moderada y analizan las consecuencias que podría tener esta imprevisible decisión, no sólo para la región balcánica sino para toda Europa.

ESTRATEGIA SUICIDA

La independencia de Kosovo supondría que al día siguiente los dirigentes serbobosnios de la República Srpska plantearan la misma demanda y rompieran el actual marco político-constitucional de Bosnia y Herzegovina, una entidad prendida por alfileres y a la que ni serbios ni croatas quieren pertenecer.

Volveríamos a la misma situación que teníamos en 1995, cuando los norteamericanos obligaron a las partes a aceptar un acuerdo de mínimos en Dayton, y seguramente el conflicto –por mucho que la Unión Europea se empeñe– se reconduciría hacia la vía bélica. Un desastre sin paliativos, desde luego, para todos.

De esta forma, y sin que nadie lo pueda evitar, Putin también seguiría a la Unión Europea en su estrategia suicida de romper los Estados sin ninguna consideración y apoyaría la secesión de los dos mini Estados que gangrenan a la exangüe y empobrecida Georgia, que por cierto aspira a ser miembro de la OTAN y es un país muy cercano a la esfera de intereses de Estados Unidos.

EL ERROR DE APOYAR AL SECESIONISMO

Si Europa no vuelve a la doctrina de antes de la ruptura de Yugoslavia, en el sentido de no apoyar causas secesionistas y aventuras independentistas, el caos está asegurado en los Balcanes, el Cáucaso, Chipre –cuya parte ocupada por los turcos podía seguir el mismo camino que Kosovo– y la misma Rusia, territorio abonado para las tendencias centrífugas y los viajes hacia ninguna parte de los dirigentes chechenos y osetios.

La OTAN ahora pide calma a las partes y diálogo para resolver las disputas, el mismo que desdeñó cuando atacó a Serbia y desgajó, quizá para siempre, a Kosovo de la madre patria. Sin embargo, que nadie se llame a engaños: de aquellos barros vienen estos lodos que pueden tener fatales consecuencias, y ahora la doctrina imperante de entonces de romper Estados puede llevarnos a una crisis de impredecibles resultados.

La Unión Europea, por lo tanto, debe actuar con firmeza en Kosovo y no dejarse llevar por el nacionalismo tribal y exaltado de los más radicales dirigentes albanokosovares.

De lo contrario, el caos, y quizá la guerra, se instalará de nuevo en el Cáucaso y las atronadoras amenazas de Putin se convertirán en el preludio de una nueva era de inestabilidad e inseguridad en toda la región.