Un llamado a la plena participación ciudadana

Por Nelson Pilosof (para Safe Democracy)

Nelson Pilosof dice que las democracias contemporáneas están viviendo una creciente y alarmante contaminación ambiental (o retroceso), donde las sociedades transitan hacia la decadencia moral y a la violencia. Pilosof cree que a pesar de la regresión vivida en los últimos años, es posible salvar a la democracia a través de la conciencia comprometida y la plena participación ciudadana.


Nelson Pilosof es empresario y filósofo uruguayo. Preside el World Trade Center Montevideo.

DESDE SUS ORÍGENES EN LA GRECIA CLÁSICA, la democracia se fue elaborando como un sistema concebido para regular las relaciones del ciudadano con el Estado. Fue, en sus comienzos –y posteriormente de manera muy prioritaria– una estructura política, respaldada por el sistema normativo jurídico, donde se asegura el derecho del ciudadano a incidir en la marcha de la sociedad, a elegir a sus gobernantes, y a asegurar que las decisiones se adopten por las mayorías, sin despreciar ni desatender las opiniones de las minorías.

Las propias autoridades elegidas por la mayoría, respetando también la presencia de las minorías en la conducción social, están regidas por las normas jurídicas, con de el fin de proteger sus prerrogativas, pero también sus responsabilidades y rendición de cuentas a la ciudadanía.

DERECHOS HUMANOS, INHERENTES A LAS PERSONAS
Los conceptos y valores judeo-cristianos fueron aportando la parte moral y los soportes espirituales fundamentales del sistema democrático. Al realzar los derechos naturales del hombre y del ciudadano, el Estado ha sido limitado en el ejercicio del poder, y en el respeto a los derechos de las personas.

Los derechos humanos son esencialmente inherentes a las personas. No son otorgados por el Estado, ni por ningún ente societario nacional o internacional. El Estado y las Organizaciones Internacionales deben reconocer, proteger y promover los Derechos del Hombre. La democracia saludable es aquella que protege al hombre en el cumplimiento de su destino, no sólo como integrante de la sociedad, sino como ser trascendente y libre.

No es sólo ciudadano, sino un ser único creado para afirmar su identidad en el trayecto de su existencia. Es ese compromiso con los valores lo que da dignidad a la democracia y lo que asegura al hombre ser un factor esencial insustituible en el entramado social. Es un freno para que el Estado no se convierta en instrumento avasallante de la dignidad humana.

MUCHO MÁS QUE PROCESOS ELECTORALES
La democracia asegura y respeta la libre elección de los gobernantes, pero no se agota con los procesos electorales. Sin elecciones libres no hay democracia, sin embargo, sólo con elecciones libres, tampoco hay democracia completa.

El sistema debe funcionar democráticamente en todo el tiempo que media entre las elecciones. Sin sociedad libre, respetuosa de las personas –en convivencia equilibrada protegiendo las diferencias de los segmentos sociales– las elecciones pasarían a ser una forma de elegir a quienes terminarán gobernando despóticamente a la sociedad que les colocó en los cargos directrices de gobierno.

UN ESTILO DE VIDA
Es muy posible que sientan el impulso de perpetuarse en el poder, y hagan todo lo necesario para lograrlo, inclusive manipulando las voluntades de las mayorías, y pasando por encima de las minorías o de quienes disienten con ellos. Entre elección y elección no puede funcionar un sistema que corroa la democracia. Hay que elegir democráticamente y vivir democráticamente todo el tiempo. Es un estilo permanente de vida.

La convivencia democrática requiere el equilibrio social, económico y político de sus integrantes. La injusticia termina por socavar la convivencia pacífica, no obstante, el respeto a los Derechos Humanos no es responsabilidad exclusiva de los gobernantes. En el diario vivir, en la forma de tratarse, en la actitud justa en la distribución de la riqueza generada por la sociedad, en el respeto conciente del prójimo por parte de cada miembro de la colectividad, en la tolerancia hacia las opiniones ajenas, en la combinación adecuada entre los derechos y las responsabilidades de cada uno, en toda manifestación interactiva, se fortifica la sociedad democrática.

DETERIOROS FRECUENTES
Como todo sistema social, la democracia está también expuesta a los deterioros que las debilidades y ambiciones humanas causan con lamentable frecuencia a lo largo de la historia.

Por su propia naturaleza, la democracia no admite a la violencia y el irrespeto como formas de convivencia. Donde estos factores contaminantes aparecen y crecen, la democracia comienza a retroceder. Si no se les pone coto a tiempo, acontece con este sistema lo mismo que ocurre con la naturaleza: cuando entra la corrosión, es muy difícil, y a veces imposible, recuperar la salud del sistema.

Así como la naturaleza reacciona con desastres naturales, la democracia contaminada por el despotismo, la violencia y la falta de respeto, estalla en crisis sociales con toda clase de tragedias y catástrofes, de las cuales la historia está poblada.

MIEDO Y LIBERTAD
Uno de los peores enemigos de la democracia es el miedo y el síntoma más elocuente de su vitalidad es la libertad. Miedo y libertad no pueden convivir. Sin libertad no hay democracia y cuando llega el miedo, se ha iniciado el camino que conduce al totalitarismo. Si el sistema político no respeta y protege la libertad de la gente, deja de ser una verdadera democracia.

La opinión discrepante, expresada con respeto pero sin miedo, no sólo debe ser tolerada, sino que es necesaria y debe ser estimulada. Es inimaginable una democracia si se conduce al conjunto a pensar de la misma manera, o si las personas se resignan al silencio como último refugio de su pensamiento, por miedo a expresarlo.

La sociedad moderna no ha encontrado la forma de evitar las presiones indebidas, las amenazas veladas o elocuentes, la soberbia de las masas desenfrenadas que pregonan lemas pero no de pensamientos, que no sólo ensordecen a la gente equilibrada e independiente, sino que intimidan su deseo de libertad. O te incorporas a los corifeos conducidos con frases prefabricadas, no por quienes las manifiestan, sino por quienes los arman y los empujan con ruido y agresividad, o te vas convirtiendo en enemigo de los irrespetuosos y soberbios, que se creen poseedores de la verdad absoluta.

¿VOX POPULI, VOX DEI?
La democracia enaltece y promueve el uso correcto de la razón como instrumento esencialmente humano para comprender y entender la verdad de la mejor manera posible. No es cierto que vox populi, vox dei. Los pueblos también se descarrían, y si no tienen por encima de ellos valores y principios que los conduzcan y los orienten, la voz del pueblo puede convertirse en la voz del diablo, a merced de los demagogos inescrupulosos.

Los modernos medios de comunicación están a disposición de un número cada vez más creciente de personas (me refiero a las sociedades donde se permite su uso).

Saberlos usar no sólo es conocer los recursos técnicos para que nos provean de datos e informaciones; saber utilizar la tecnología es utilizarla para enaltecer la conciencia, el conocimiento y el comportamiento de las personas. Los aparatos no tienen valores, sólo las personas pueden tener acceso a ellos. Si no los respetan e incorporan a sus espíritus y a sus conductas, entonces la tecnología y los más sofisticados aparatos terminarán por colocar al hombre a su servicio, en lugar de servirlo para que sea mejor.

LA OPORTUNIDAD QUE ABRE LA TECNOLOGÍA
La democracia es la mejor oportunidad para hacer un uso adecuado de la tecnología. Pero tecnología sin valores equivale a contaminar la sociedad y arruinar el progreso del hombre.

Las democracias deben actuar conjugadamente, y no asociarse a los totalitarismos que someten a sus pueblos a la ruina de la libertad, en lugar de alentar y lograr la convivencia respetuosa y armónica de todos, aún pensando de manera distinta. Los mismos totalitarismos, por su propia esencia, creen en una sola y única verdad, que no se conforma únicamente con imponerla a sus propias sociedades, sino que quieren hacerla prevalecer en otros pueblos, sea como sea. La democracia siempre está en peligro.

DETRÁS DEL ANTIFAZ
No deja de ser un homenaje a la democracia que los déspotas y dictadores utilicen el antifaz de demócratas o quieran calificar de democracia a sus regímenes, aunque agregándoles algún aditivo que intenta perfeccionarla. De las mentes esclarecidas y valientes de los súbditos dependerá que esos antifaces caigan y aparezcan los verdaderos rostros.

Asistimos a una creciente y alarmante contaminación ambiental de las democracias contemporáneas. Tanto hacia afuera como hacia adentro. Quizá todavía estemos a tiempo para salvarlas, por lo menos, a muchas de ellas. No es responsabilidad sólo de una minoría concientizada, sino que reclama la activa participación de quienes aman la libertad y la democracia.

Este sistema se hunde en la intimidad cobarde, o se salva en la conciencia libremente comprometida de cada persona. Es, en definitiva, un compromiso moral.

La sociedad que transita en la decadencia moral y en la violencia, está excavando la tumba donde quedará sepultada sin remedio la inerme democracia.