farc2.jpgJosé Luis Gómez Garavito dice que el reconocimiento público e internacional de inocencia que buscan las FARC en Colombia es un precio imposible de pagar, ya que implica el sacrificio de la razón. Gómez Garavito explica por qué la presión que el grupo guerrillero ejerce sobre el Estado colombiano para el intercambio de miles de prisioneros no es nada esperanzador.

DURANTE LA CONQUISTA DE PERÚ, se acordó entregar una suma que desborda toda imaginación pero no toda codicia a Pizarro, a cambio de que pusiera en libertad a Atahualpa –soberano Inca–, previamente secuestrado por los españoles. El monto era de cinco salones llenos hasta la altura del pecho en oro, y otros cinco llenos de plata hasta el techo. Supuestamente, nada le pasaría al gobernante Inca después de dicho pago, pero una vez entregado el rescate, fue juzgado traidor y condenado a muerte.

Las FARC piden en Colombia sumas que también desbordan toda imaginación y toda codicia a cambio de liberar a unos 2000 secuestrados. Por el rescate de otros 62, piden algo aún más valioso y más difícil de obtener: el reconocimiento público e internacional, con efectos jurídicos de su inocencia y, de paso, el sacrificio de la razón y de la inteligencia.

DINERO A CAMBIO DE VIDA
Los extorsionados de los secuestros económicos –los 2000– deben negociar cada uno por su parte si quieren volver a ver a su seres queridos. Obviamente, basta con pagar. Los extorsionados de los secuestros políticos –la sociedad en su conjunto– deben adelantar un proceso único de negociación donde un acuerdo humanitario permitirá recobrar la libertad perdida desde hace 4, 6 u 8 años.

Los 62 canjeables no fueron secuestrados buscando una suma o un bien determinado. Fueron secuestrados como quien consigue una vaca y la alimenta y la cría escondida, con la esperanza de venderla en el mercado cuando el precio de la carne esté por las nubes. Mientras tanto, ¡que esperen! No hay afán. Y, es cierto, no hay que preocuparse por su vida, pues no hay interés en echar a perder el ganado. Pero que no intenten rescatarlos, pues prefieren matarlos antes que dejar que se escapen. Así lo hicieron con el gobernador del departamento de Antioquia y con otros.

UN PROCESO SIN PRISA
Hoy piden como rescate la liberación de unos 500 guerrilleros presos –la simetría no importa– que han sido condenados por delitos que van desde la simple rebelión hasta asesinatos, masacres, secuestros y extorsiones. No tienen afán, ni prisa. No les interesa la rapidez del intercambio de prisioneros, pues se le da tanta atención al resultado como al proceso, y casi más al proceso que al resultado. No basta un acuerdo: hay que rodearlo de todas las solemnidades y testigos posibles.

No es por teléfono, sino que hay que desmilitarizar municipios, invitar a la ONU, a la OEA, a España, Francia, Suiza, Venezuela y a quienes más se pueda. La razón es evidente: no se trata simplemente de liberar a sus compañeros, sino que buscan demostrar que no son culpables, que son inocentes y que han actuado conforme al derecho de la guerra. El hecho de que la toma de rehenes y los secuestros estén prohibidos por el Derecho Internacional humanitario, resbala a toda consideración. O bien se elude llamando prisioneros a civiles no combatientes que han sido detenidos desde hace años.

EL PRECIO POLÍTICO
La guerrilla también exige que Colombia reconozca la existencia del conflicto social y económico y que deje de llamar terroristas a los guerrilleros. Al número de peticiones se añade una más: que el gobierno consiga que las FARC sean eliminadas de las listas internacionales donde ostentan tal calidad. Esas son las condiciones para que los secuestrados recuperen su libertad. Una medida de terror, ya que de no cumplirse, no habrá acuerdo humanitario y los secuestrados seguirán siéndolo. Para ellos es simple.

No, no es esperanzador el intercambio como fue planteado. Para terminar con tanto sufrimiento, piden que se pague un precio imposible: el sacrificio de la razón. ¿No es eso el terror, el terrorismo y el resultado paralizante que éste busca sobre la comunidad? ¿No es acaso el objeto de tales medidas de persuasión? Si no, que pregunten a los familiares de los secuestrados.

Después de tanta presión, exigen al gobierno que lo acepte todo, que lo conceda todo, que lo espere todo y que lo crea todo. Incluso que reanude el proceso, ahora interrumpido, después de la explosión de los últimos coches-bomba en Bogotá. ¿Es terrorismo o no es terrorismo? ¿Cómo afrontarlo? ¿O es que quien está armado tiene toda la razón y la razón debe ser sacrificada? Que respondan los expertos en terrorismo.