El creciente monopolio ruso

Por Mercedes Herrero (para Safe Democracy)

Mercedes Herrero dice que el monopolio energético de Rusia continúa propagándose y divide a la Unión Europea sobre qué posición tomar ante la creciente dependencia con el gran vecino oriental. Existen varias tendencias: la de aquellos que desconfían de Rusia por el talante poco democrático de su ejecutivo y por la opacidad de su economía, y la de los que optan (la mayoría) por dejar en un segundo plano estas cuestiones y buscan la rentabilidad económica. Y los disidentes, como Polonia y los Países Bálticos, que ya planifican alternativas energéticas. En Bruselas, mientras tanto, crece la resignación ante Moscú.


Mercedes Herrero de la Fuente es profesora asociada de Periodismo Internacional en la Universidad Antonio de Nebrija (España) y productora en los Informativos de TELEMADRID.

EL GAS RUSO SEGUIRÁ SIENDO UTILIZADO POR MOSCÚ como instrumento fundamental de su política exterior a lo largo de 2007. Ante la relativa pasividad de la Unión Europea (UE) al respecto, sorprende la estrategia combativa de Polonia, que exige la ratificación de la Carta Energética por parte de Rusia y busca alternativas a su suministro energético.

El gobierno de Varsovia se ha situado en el centro de una polémica, que ha ensombrecido la última cumbre bilateral entre la Unión Europea y Rusia. Polonia amenazó con vetar cualquier acuerdo resultado de dicho encuentro, a no ser que Moscú aceptara antes de su celebración dos condiciones: comprometerse a firmar la Carta de la Energía y levantar el embargo a los productos agropecuarios polacos, vigente desde hace un año.

OSADÍA POLACA
La actitud del nuevo socio europeo puede considerarse un tanto osada, pero consiguió cierta adhesión por parte de Francia y Finlandia. El gobierno de Vladimir Putin, por su parte, declaró que la UE no podía ser rehén de los conflictos particulares de uno de sus miembros. Finalmente, la reunión se llevó a cabo dejando de lado algunos de los temas más importantes, como el relativo al suministro de gas.

Este último episodio nos sirve para ilustrar la evolución que ha comenzado a gestarse en las relaciones entre Rusia y la Unión Europea y comprobar el papel fundamental que el suministro energético desempeña en las mismas. Entre los socios comunitarios persiste la división a la hora de abordar una mayor colaboración con Moscú. El talante poco democrático de su ejecutivo ruso y el carácter opaco de su economía inspiran desconfianza en una parte de los miembros de la UE. Mientras, otra parte opta por dejar en un segundo plano tales cuestiones y estrechar lazos con el gran vecino oriental, dando prioridad a la rentabilidad económica.

DEPENDENCIA DE MOSCÚ
En la reciente cumbre estaba previsto comenzar a discutir la firma de un Tratado de Asociación y Cooperación con Rusia, que además busca el apoyo de Bruselas para su ingreso en la Organización Mundial del Comercio. La dependencia energética respecto de Moscú tendría que haber sido también un asunto clave del encuentro, frente al que los miembros de la UE están adoptando estrategias diversas.

Polonia y los Países Bálticos representan al sector un tanto disidente, que busca nuevas alternativas al gas ruso. Por el momento, ya han acordado interconectar sus redes eléctricas y construir una nueva central nuclear en Ignalina (Lituania). Se planea además construir en la costa norte polaca una planta que pueda recibir gas licuado, importado probablemente de Noruega.

Sin embargo, el resto de la UE parece resignada ante el monopolio energético ruso. El proyecto para construir un gasoducto desde Oriente Próximo hasta Asia Central, pasando por Turquía, fue señalado en su día como una de las prioridades de Bruselas. Pero hasta hoy no se ha dado un paso para abordar la necesaria financiación. Siguiendo criterios bastante miopes, la UE parece dejarse arrastrar por lo que resulta más fácil a corto plazo: seguir comprando gas a Rusia, utilizando las infraestructuras existentes. Dentro de esta misma inercia, Eslovaquia y Hungría han firmado recientemente nuevos acuerdos con Gazprom, mismos que aumentan su dependencia del gas ruso.

OCCIDENTE ANTE EL PODERÍO RUSO
Frente a la pasividad comunitaria, Rusia sigue ampliando su monopolio energético. Por un lado, ha llegado a varios acuerdos con Argelia (el otro gran proveedor de gas de Europa) para el suministro y la venta de gas argelino, (la negociación incluye la venta de armas rusas al gobierno de Argel). Por otro, Moscú planea adquirir infraestructuras energéticas a precio de saldo en países vecinos. Para ello practica estrategias como estrangular económicamente a las respectivas empresas nacionales, a las que boicotea sistemáticamente el suministro de gas y petróleo.

Ni siquiera Estados Unidos ha conseguido por ahora hacer frente a esta tendencia.

La construcción de dos gasoductos de Azerbaiyán a Turquía, uno de ellos pasando por Georgia, apenas puede contrarrestar el poderío energético de Rusia y su tendencia a imponerse en sus relaciones con Europa en el futuro.

Safe Democracy le invita a suscribirse gratis al boletín electrónico semanal, con el análisis y los comentarios de nuestros expertos internacionales (pinche aquí).