Cuando los inmigrantes pagan el precio

Por Abuy Nfubea (para Safe Democracy)

Abuy Nfubea reflexiona en torno a la suspensión de vuelos de la compañía Air Madrid y explica por qué los inmigrantes –los principales damnificados, otra vez– deben ejercer la participación crítica y abandonar la resignación. Nfubea cree que lamentarse en el aeropuerto no es suficiente: es necesario organizarse activamente y repensar la relación política con la llamada sociedad de acogida (España). Una forma de demostrar descontento y responsabilidad sería la creación de partidos bisagra que sean capaces de incluir la moral y ética de los inmigrantes. Sin un poder articulado en la capacidad de respuesta política, lo más probable es que este tipo de episodios se repita.


Abuy Nfubea es periodista especializado en temáticas africanas. Preside la Federación Panafricana de Comunidades Negras de España y colabora con decenas de medios de comunicación. Imparte conferencias y da clases sobre la realidad africana en la Universidad Complutense de Madrid, en la Universidad Carlos III de Madrid, en la UNED y otras.

ACABO DE ESTAR EN EL AEROPUERTO DE BARAJAS (MADRID) para acompañar a un familiar que se marchaba a Guinea Ecuatorial a pasar las vacaciones navideñas. No hace falta que diga que el trato que reciben los inmigrantes en el aeropuerto es representativo del lugar que ocupan en la sociedad.

Es inquietante presenciar la desesperación de familias enteras, que han estado durmiendo en el suelo, con sus hijos llorando, ante la indiferencia total de las autoridades españolas. Aquel panorama me recordaba las caras de angustia y rabia desorganizada que observé durante el 11 de marzo de 2004 en el hospital de Getafe (en el sur de Madrid). Todo ello unido a lo peor de la cultura house nigger-latina, pues a pesar de los abusos flagrantes, muy pocos se quejaron.

INDIFERENCIA GUBERNAMENTAL
La indiferencia de los poderes ante el dolor de los esclavos es la consecuencia de la falta de poder político que tienen los inmigrantes. Si los clientes de Air Madrid no fuesen indígenas, sudacas o negros –si fuesen españoles con derecho al voto en las próximas elecciones– la respuesta del Estado hubiera sido otra.

Con urgencia, los jueces españoles Baltasar Garzón o Grande-Marlaska se apresurarían a firmar un auto de privación de la libertad para algún empresario, y el líder de la oposición, el del partido gobernante y los sindicatos mayoritarios estarían más preocupados. Sin embargo, eso no es lo que ha sucedido.

SOBREDIMENSIÓN DE ASPECTOS PROBLEMÁTICOS
Esto a su vez, como se ha visto en el caso de Air Madrid, mantiene a los esclavos confundidos, entrevistándose con los mediadores o estructura clientelar de las políticas migratorias oficiales (lo que el Doctor Luis Alberto Alarcón ha bautizado en un artículo publicado en la revista Culturas Africanas como cortinas de humo).

Cuando los gobiernos están agobiados por problemas políticos –léase la negociación con ETA o la corrupción en Marbella y Mallorca, o la crisis de la industria platanera canaria–, se recurre frecuentemente a un sesgo informativo que tiende a sobredimensionar aspectos problemáticos. De esta forma, se presenta a la inmigración no sólo como una peligrosa amenaza, sino también como el origen de todos los problemas de delincuencia en barrios de alto poder adquisitivo.

Casualmente, el caso de Air Madrid se sitúa fuera de la responsabilidad política del Estado, al que los esclavos pagan impuestos. A pesar de los alquileres abusivos, y como malos ciudadanos, nunca se quejan, pensando en la integración.

LA RESPONSABLIDAD DE LOS INMIGRANTES
Lo sucedido con Air Madrid reafirma la tesis de que el problema de la inmigración es el déficit de ciudadanía, es decir, un fenómeno de naturaleza política y no cultural. Los inmigrantes tienen que regirse por una Constitución que exige su total subordinación, pero que no les reconoce como ciudadanos, sino como súbditos.

Estamos ante una interpelación evidente, que exige a los inmigrantes la responsabilidad de repensar su relación política con la llamada sociedad de acogida, pero también con sus propios líderes, ya sean house o field niggers.

La sociedad de acogida repite numerosas veces, a través de sus aparatos de propaganda y legitimación, que España necesita la inmigración y luego sutilmente añade: pero únicamente a los obedientes y sólo para trabajar.

ÓPTICA UTILITARISTA
Esta óptica utilitarista, que les somete a niveles de explotación propia de esclavos, no implica ni reconocimiento, ni mucho menos reparación. En este sentido, los inmigrantes se ven obligados a hacer un esfuerzo infrahumano para integrarse a las instituciones que apenas les reconoce su derecho a elegir a su alcalde.

La incapacidad de los líderes de inmigrantes para traducir el fortalecimiento político su éxito como fuerza de trabajo y mano de obra esclava, es la esencia de la estabilidad económica del famoso concepto de integración. Esto recuerda a aquella hipótesis belga que creó tantos monstruos en el Congo: sin élites no hay problemas.

EL QUE CALLA, OTORGA
Muy pocos consulados u ONG´s han salido a denunciar esta violación de los derechos de sus ciudadanos. Pero los que sí lo han hecho son más que conscientes que sus conciudadanos soportan la carga familiar a cambio de 12 horas de trabajo en el andamio, en el restaurante o cuidando la casas e hijos de otras mujeres liberadas, mientras sus hijos crecen solos en Santo Domingo, Ecuador, Senegal o Marruecos.

No es suficiente con lamentarse en el aeropuerto. ¿Qué sucedería si mañana se viniera abajo algún banco o empresa de envío de dinero?

El silencio, la falta de disturbios y el pronunciamiento sindical sobre una situación que se veía venir y que ha dejado sin poder viajar a 100 mil familias, representan una peligrosa y violentísima señal.

ÉRAMOS TAN FELICES CON LA IGNORANCIA
Si tras los episodios de Rodney King y el huracán Katrina, la ciudadanía no se hubiera expresado a través de sus líderes (Al Sharpton, Farrackhan, Jesse Jackson, Yeshitela), se pensaría que quizá sería mejor suplicar a Abraham Lincoln que les devolviera a la esclavitud.

Los inmigrantes, deben cuestionarse, ¿qué hacer con los tíos tom que intentan detener la organización de la rabia, y lanzan el veneno de que no debemos manifestarnos, lo que debemos hacer es otro concierto más en la casa de campo (en Madrid)? Recuerda a la magnifica interpretación de Santiago Segura en Torrente: éramos tan felices con la ignorancia.

Estos inmigrantes silenciosos se convierten en cómplices en el momento en que no trasladan al gobierno, ni a la opinión pública esa necesidad de representatividad, sino que se prestan a los carnavales para hacer invisible la necesidad de democracia.

Gracias a Air Madrid los tiempos de la farándula y fiestas para acallar la expresión de los aspirantes a ciudadanía, está llegando a su fin. En la línea de lo que pasó tras el asesinato del Martin Luther King, las bases –los sin papeles de entonces— creían que la democracia no se atrevería con una buena persona, con tantos valores éticos, morales y liberales.

PODER NEGRO
Los inmigrantes de entonces se dieron cuenta –sin la ayuda de Air Madrid–, de que el acta de derechos civiles firmada por Johnson y la retórica de la integración de Nixon, eran un camelo para evitar su acceso real a la ciudadanía de primera y promocionar entre sus hijos la sumisión y el conformismo.

Se dieron cuenta de que lo que hacía falta era fortalecer a la sociedad, es decir, lo que Kwame Toure llamó Poder Negro.

Sin un poder articulado en la capacidad de respuesta política, con iniciativa y capacidad de empowerment, las caras de resignación como las que me he encontrado en el aeropuerto de Barajas se repetirán. Al no estar representados en las estructuras políticas existentes, deberán organizar algo políticamente; esa organización no debe ser como las que ya existen, sino que debe consistir en la creación de una ciudadanía que profundice en la democracia participativa, y no sólo como permanente objeto de estudio.

CIUDADANOS EN ACCIÓN
Se debe romper la relación utilitarista y abrir camino al uso democrático del sufragio universal. Un voto que, a buen seguro, evitará la indiferencia de las autoridades ante abusos como los de Air Madrid.

Las experiencias positivas no han venido precisamente de las sociedades demócratas afrancesadas –que Bush, con su caradura habitual denominó la vieja Europa— sino de iniciativas como ¡Sí se puede! que paralizó a Estados Unidos en una famosa huelga.

Se necesita una mayor participación crítica, que lleve a abandonar la resignación que va unida a los chantajes morales de la integración. Hay quien está pensando en crear partidos bisagra –del tipo de Ciudadans en Catalunya– que les defiendan, que les den alguna esperanza. De esta forma, buscan demostrar no sólo su descontento, sino su responsabilidad por glorificar modelos de relación antidemocrática. Quizá no consigan que la consecuencia política de la democracia se haga más moral o ética, pero sí conseguirán que la moral y ética de los inmigrantes se haga mucho más política.

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