Las recientes victorias de Rafael Correa en Ecuador y de Hugo Chávez en Venezuela consolidan el compromiso con la búsqueda de alternativas que ha ido cobrando forma en los últimos en la región. El autor cree que los triunfos de 2006 despejan más de una presunción de desencuentros y ratifican que, más allá de las historias diferentes y diversidad de estilos, existe una plataforma común (compleja de realizar), en el contexto del ocaso del gobierno republicano en Estados Unidos.



EL AÑO POLÍTICO 2006 se cierra en América Latina con los triunfos de Correa en Ecuador y Chávez en Venezuela, que consolidan el compromiso con la búsqueda de alternativas que ha ido cobrando forma en estos últimos en la región. En el caso ecuatoriano los méritos del candidato han sido decisivos. Es el tipo de liderazgo que por formación y convicción cualquiera podría aspirar. Ha sido esa presencia la que fue sumiendo en el grotesco al candidato de la derecha, arrodillado, con una Biblia, rogando para que lo ayuden a combatir al demonio y el comunismo, condensados en el candidato que resultó claro ganador. Correa habrá de enfrentar un claro desafío, después de tres presidentes electos que no pudieron concluir sus mandatos.

La holgada victoria de Hugo Chávez ratifica una trayectoria y un liderazgo que trasciende a Venezuela. Se abre un período en el que deberán precisarse los rumbos para consolidar la participación en las nuevas instituciones de base y para encontrar cursos consistentes en una economía que crece con altos índices pero que aún debe fundar bases sólidas.

EL BLOQUE DE LA CONVERGENCIA
Estas dos victorias, junto al reciente triunfo sandinista en Nicaragua y sobre todo, la amplia mayoría conquistada por Lula en la segunda vuelta brasileña, han fortalecido este bloque que no encubre su convergencia. El inmediato y muy explícito respaldo del reelecto Lula a Chávez en su viaje a Venezuela en vísperas de las elecciones en este país, al afirmar que el pueblo que lo había elegido era el mismo que eligió a Néstor Kirchner en la Argentina, a Daniel Ortega en Nicaragua, a Evo Morales en Bolivia y sin duda te elegirá presidente de Venezuela, despeja más de una presunción de desencuentros y ratifica que, más allá de las historias diferentes y diversidad de estilos, los convoca una plataforma común.

Esta plataforma no es muy difícil de enunciar, aunque sea compleja de realizar. Y es el propio Lula el que la define bien con la sencillez de sus palabras, saliendo al paso de las especulaciones que buscan resaltar las diferencias. Dirigiéndose a Chávez enfatizó: no se preocupe. De vez en cuando intentan crear divergencias entre nosotros, pero aprendí desde pequeño a conocer a las personas buenas, no sólo por lo que dicen, sino por los ojos y el corazón, y creo que usted, Chávez, demostró a la sociedad de Venezuela que es posible crecer económicamente haciendo justicia social y que es posible desarrollar la economía de forma justa para que todos participen de ella.

LA COMBINATORIA DE RAFAEL
De alguna manera puede decirse que el nuevo mandato que ha recibido Correa en Ecuador, con el abierto respaldo de Chávez, pretende inspirarse en Morales para renegociar las regalías con las empresas petroleras, en Kirchner para rediscutir la deuda externa y en Lula para mantener apaciguados a los inversionistas, manteniendo la dolarización de la economía ecuatoriana. No es una combinatoria sencilla pero el respaldo es abarcador.

Todo esto ocurre en una escena continental que también acaba de incorporar otro dato de singular trascendencia: el ocaso del gobierno republicano que sancionaron los electores norteamericanos y la necesidad de repensar la lógica de la política al margen de las ajadas ilusiones de los neocon.