La quiebra social de América Latina

Por Luis Méndez Asensio (para Safe Democracy)

Luis Méndez Asensio dice que la quiebra social que se ha venido registrando en América Latina durante los diez últimos años se ha convertido en uno de los principales lastres para el desarrollo de los países de la región. Méndez Asensio cree que existe una grave polarización, y para combatirla se requiere un discurso más incluyente, menos beligerante, que contribuya al rescate de la autoestima de las clases medias, antes de que sea irreversible. Sepa a continuación por qué la solución a la fractura social pasa por mejorar la distribución de la riqueza.


Luis Méndez Asensio es periodista y escritor. Es profesor de postgrado en la Facultad de Periodismo de la Universidad Complutense de Madrid y forma parte de la junta directiva del Instituto de Periodismo Preventivo y Análisis Internacional (IPPAI). Es comentarista de política internacional en Radio Exterior de España y otros medios escritos. Ha publicado «La guerra contra el tiempo», «Panamá: memorias de un intruso» y «Contadora, la diplomacia imposible» (entre otros libros). Es corresponsal del Grupo mexicano Reforma en España. Reside en Madrid.

LA QUIEBRA SOCIAL QUE SE ESTÁ PRODUCIENDO EN AMÉRICA LATINA, sobre todo en los últimos diez años, es uno de los principales estorbos para lograr un desarrollo integral y sostenido en la mayoría de los países del continente. Representa asimismo un serio obstáculo para la gobernabilidad y el afianzamiento de las instituciones democráticas, desde el momento en que una parte significativa de la ciudadanía desconfía radicalmente de la otra sin que exista mediación posible, ya que los organismos que podrían ejercer de árbitros también generan un profundo recelo en amplios sectores de la población.

Las elecciones recién celebradas en Ecuador, México y Venezuela han vuelto a evidenciar la preocupante fractura social que está cuajando en muchos países latinoamericanos. Esta grieta es consecuencia, fundamentalmente, de la degradación experimentada por la vieja política y los partidos tradicionales y de las carencias endémicas que subsisten en la región a pesar de las grandes cifras macroeconómicas con las que se ha intentado maquillar el gradual empobrecimiento que ha tenido lugar en la zona, incluso en naciones en las que se han aplicado las recetas neoliberales.

INSURGENCIA Y REIVINDICACIÓN
Salvo Chile –que merece un capítulo aparte–, todos los países latinoamericanos han tenido que batallar en mayor o menor medida en la última década para mantener sus escasas pertenencias a flote, sin que se hayan cumplido las expectativas de progreso que se lanzaban desde los grandes centros financieros mundiales cada vez que la crisis amagaba.

En varios de esos países despunta ya una insurgencia civil y democrática, integrada sobre todo por los más desposeídos, que reivindica soberanías y obligaciones estatales y que es capaz de plantar cara en las urnas a las fuerzas vivas de sus respectivos territorios, incluido el poder mediático que en esa y otras orillas suele respaldar a los candidatos orgánicos.

GRAVE POLARIZACIÓN
Más allá de los errores cometidos por esos líderes emergentes, me interesa resaltar la grave polarización que afecta a América Latina y que está siendo alimentada por el revanchismo de ambos bandos, que se criminalizan mutuamente sin que se vislumbren posturas conciliadoras.

Los de abajo se quejan con razón de sus penurias, cansados ya de que el capital y los privilegios se concentren en pocas manos y de que se dilapide el patrimonio público; mientras, los de arriba asisten escandalizados a la rebelión de las masas y a la puesta en escena de una obra en la que no sólo se sienten incómodos, sino también amenazados.

RIQUEZA Y POBREZA
Es evidente que ambos se necesitan, porque no hay colectivo que pueda avanzar debidamente con la mitad del cuerpo renqueando. Se echa en falta por ello un discurso más incluyente, menos beligerante, que contribuya al rescate de la autoestima de las clases medias latinoamericanas sin que los más desprotegidos se sientan agraviados por la apatía del gobierno.

Una de las fórmulas para que la quiebra social no se convierta en irreversible pasa por la redistribución de la riqueza en países que, a falta de un mayor desarrollo y de políticas fiscales adecuadas, han crecido lo suficiente como para repartir mejor los bienes recaudados. No en balde, en América Latina se registran las mayores desigualdades del planeta, lo que constituye un dato más que alarmante en un vecindario tan asimétrico.

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