La autora analiza el complejo panorama africano a partir del descubrimiento de nuevos yacimientos petrolíferos y afirma que este tipo de recursos han sido una especie de maldición para los pueblos africanos que ven en el petróleo un sinónimo de corrupción y pobreza. A pesar de que el petróleo resulta ser un recurso estratégico dentro del nuevo concepto de seguridad global, explica por qué la abundancia del mismo incide negativamente en la democratización y desarrollo de los países africanos.


SUDÁN ESTÁ SUFRIENDO uno de los conflictos más largos y complejos del continente africano. Una guerra enquistada en la que intervienen profusión de actores nacionales e internacionales, y del mismo modo, excesivos intereses y responsabilidades invisibles. No falta el aliciente de una materia prima que los países industrializados necesitan como el agua: el petróleo. Descubierto en las marismas del Sur de Sudán, así como en la región de Darfur, ha venido a complicar más si cabe la guerra.

La bolsa de Petróleo que se ha descubierto en la red de arroyos que alimentan la cuenca central del Nilo está estimada en unos 2.000 millones de barriles de petróleo. Pero lo que podía haber sido una buena noticia y una posibilidad real de mejorar la calidad de vida de la población, ha servido para que aumente la violencia, la destrucción y el miedo. Los ingresos extras que el gobierno ha obtenido de la explotación petrolífera, equivalen casualmente a la cantidad en que ha aumentado el presupuesto militar. Así, un ejército más preparado y equipado, se encarga de la protección militar de las empresas extranjeras que trabajan en la zona para extraer el maná del petróleo. Cuando es necesario, también el gobierno se encarga de atacar a la población civil que habita las regiones petrolíferas.

EL PETRÓLEO COMO RECURSO ESTRÁTEGICO

El caso de Sudán supone un claro ejemplo de lo que ha supuesto el petróleo en las tierras africanas, donde generalmente se ha practicado lo que Amnistía Internacional denomina política de Tierra quemada. Ésta consiste en despoblar por la fuerza las regiones en las que se ha descubierto petróleo, destruyendo las cosechas y el ganado, quemando las chozas y atacando a la población que huye despavorida, sin nada en sus brazos más que lo puesto y con el miedo a cuestas. De este modo es como se ha preparado el terreno en muchos territorios de África para que se instalen las compañías petrolíferas occidentales. Además, estos mismos soldados que han preparado el terreno, o en su defecto ejércitos privados, son muchas veces los que van a recibir el encargo de proteger la seguridad de estas compañías.

De todas las materias primas, el petróleo es el recurso estratégico por excelencia. El crudo, amén de los beneficios económicos, se ha convertido en un recurso imprescindible para el funcionamiento de las economías industrializadas. Estados Unidos, el mayor consumidor mundial, ha declarado que no dudará en recurrir a las armas para defender su derecho a comprar petróleo, y de hecho lo hemos podido comprobar en la última guerra del golfo. Así, el petróleo no sólo es una materia que da riqueza, sino que es parte integrante del nuevo concepto de seguridad global que cada país está dispuesto a defender ya sea con las armas, ya sea apoyando a dictaduras con flagrantes violaciones de los derechos humanos.

LOS BENEFICIOS DEL PETRÓLEO

África no es uno de los proveedores más importantes en cuanto a miles de barriles diarios, pero sí que lo es estratégicamente al tener en cuenta las tensiones asociadas a otros proveedores tradicionales como son el Golfo Pérsico o Venezuela. Estados Unidos busca desesperadamente diversificar sus fuentes, y ahí África es fundamental. Las reservas estimadas en África suponen un 8 por ciento de las reservas mundiales, aunque hay fuentes que hablan de casi el 9 por ciento, con cerca de 100.000 barriles de reservas probadas. Actualmente, África exporta casi 5 millones de barriles diarios. Los principales productores son Nigeria (2.4 millones de barriles diarios) y Angola (1.0), seguidos por Guinea Ecuatorial, Sudán, Chad, Congo y Gabón. Pero además, las predicciones pronostican que África puede duplicar su producción en el próximo decenio.

La gran pregunta que se hacen los africanos que habitan estos países se refiere al destino de esa riqueza. ¿Irá a los bolsillos de unos gobiernos y élites corruptas a medias con las arcas de las petroleras extranjeras? ¿O por primera vez se revertirá en la población? La experiencia hasta ahora ha sido nefasta y por ello la población tiene pocas esperanzas y ve las nuevas prospecciones con recelo y miedo. En el Delta del Níger se está extrayendo petróleo desde hace más de 50 años, y sin embargo los resultados para sus habitantes han sido constatar cómo sus tierras se han convertido en un paraje sucio, contaminado y violento. Y tan pobre como lo era antes de que se extrajese petróleo, o más, si consideramos que la contaminación ha dañado su ecosistema haciendo imposible la práctica de la pesca y la agricultura, sus métodos tradicionales de vida.

POBREZA Y RECURSOS NATURALES

Los países ricos en petróleo del África subsahariana se adscriben a lo que se ha denominado la maldición de los recursos. En el caso especifico del petróleo, varios académicos han demostrado que la abundancia del mismo incide negativamente en la democratización y desarrollo de un país. La riqueza que proviene del petróleo no repercute en la disminución de la pobreza, aunque sí en el crecimiento del PIB, que se reparte entre el gobierno, sus redes clientelares y las empresas petrolíferas. Países como Gabón, Nigeria y Angola, que están explotando el petróleo desde hace años, tienen peores índices de desarrollo que otros países pobres en recursos naturales.

En este sistema de explotación petrolífera, las multinacionales tienen mucho que decir. Shell ha sido acusada de estar relacionada en las expulsiones de los pueblos del Delta del Níger. También hemos visto el escándalo relacionado con Elf, al descubrirse los fondos secretos que utilizaba para el soborno y compra de los altos funcionarios y gobernantes africanos, así como la participación mediante compañías privadas de seguridad en la represión violenta de manifestaciones en Camerún o en la financiación de la guerra civil del Congo-Brazzaville.

En Sudán, varias compañías occidentales han sido acusadas de participar en la expulsión y represión de los habitantes de las zonas petrolíferas, llevadas a cabo por las fuerzas de seguridad sudanesas.

¿QUÉ NOS ESPERA EN UN FUTURO CERCANO?

El tema estrella de la reunión anual de los poderes económicos mundiales en Davos fue la industria petrolífera. Un estudio de la consultora PriceWaterhouseCoopers, ha puesto de manifiesto que la petropolítica se ha situado en niveles de preeminencia equivalentes a los que tenía en 1973, cuando se produjo la primera crisis del petróleo. Asimismo, los informes de dos de las mayores compañías, ExxonMobile y Royal Dutch Shell, hechos públicos en Davos, prevén en sus planes estratégicos un crecimiento del consumo energético mundial del 50 por ciento. Dicho crecimiento será satisfecho en un 80 por ciento por los combustibles fósiles (petróleo, gas natural y carbón).

Con estas cifras en mente, y añadida la presión de la entrada de China en el mercado petrolífero, las predicciones para África no son muy halagüeñas. Si bien sus cifras macroeconómicas pueden seguir creciendo, esto no será en beneficio de sus pueblos, sino que –como ha ocurrido siempre– será un pastel a repartir entre gobernantes y multinacionales. Al aumentar la dependencia de Occidente con respecto al crudo y la competencia con China, disminuyen las posibilidades de que prime la ética en las transacciones comerciales. El petróleo seguirá siendo para los africanos sinónimo de corrupción y pobreza, de deterioro del medio ambiente y violencia, para beneficio exclusivo de multinacionales, gobiernos locales y potencias occidentales.