Sagrario Morán demuestra por qué el crecimiento espectacular de Al Qaeda en el norte de África está ligado a la debilidad político-social de los países en los que actúa la organización y a la inexistente cooperación policial entre las naciones azotadas por el terrorismo.



AL QAEDA, FUNDADA POR OSAMA BIN LADEN EN 1989, se ha convertido en menos de dos décadas en uno de los grandes desafíos para la seguridad mundial. Todo un récord en la historia de las organizaciones terroristas existentes hasta el momento.

El último paso para avanzar hacia su objetivo –implantar un Califato Panislámico desde el extremo occidental de África hasta Indonesia– ha sido integrar en su seno al Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC), uno de los grupos terroristas más activos del Magreb. El pasado mes de enero, el GSPC se rebautizaba como Al Qaeda del Magreb Islámico.

CADENA DE ATAQUES
Una vez anunciada su constitución, el siguiente paso propio de los grupos terroristas es manifestarse mediante la comisión de atentados y expandir el terror en toda la región. Marruecos –un aliado estratégico de Estados Unidos y como tal objetivo preferente para Al Qaeda– vivía hace pocos días una pesadilla como consecuencia de los rumores de atentados y ataques suicidas. El martes 10 de abril morían cuatro terroristas en Casablanca. Al día siguiente, Argel era golpeada por la explosión de cuatro coches bomba que ocasionaron 30 muertos y más de 200 heridos. Los atentados fueron reivindicados por Al Qaeda del Magreb. El 14 de abril dos hermanos Kamikazes se inmolaban también en la capital económica del reino alauita, frente al Consulado de Estados Unidos.

TODO A FAVOR DE BIN LADEN
El creciente peso de Al Qaeda en el norte de África contrasta con la debilidad político-social de algunos de los países en los que actúa y con la inexistente cooperación policial entre los diferentes países azotados por el terrorismo.

La situación descrita juega a favor de la organización de Bin Laden y favorece que los dos propósitos que, según el experto Walter Laqueur, persigue el terrorismo —desestabilizar las sociedades y demostrar que los Gobiernos son impotentes— se puedan materializar.

Respecto a la unidad, los atentados han pillado a la sociedad argelina dividida. Si en democracias consolidadas el terrorismo consigue en ocasiones dividir a la clase política y a la sociedad dificultando la formulación de una estrategia antiterrorista eficaz, los efectos perversos de esta situación se multiplican en países con democracias débiles y recién salidos de una guerra. Este es el caso de Argelia, un país que aparece dividido sobre cómo acabar con la violencia integrista que le azota desde hace casi 15 años.

CRITICAS A BUTERFLIKA
Los sectores laicos de Argelia critican al Gobierno de Abdelaziz Buteflika por su excesiva laxitud con los terroristas islamistas. A lo largo de 2006, 2.629 presos fueron excarcelados. Pero las corrientes islamistas opinan, al contrario, que hay que ahondar en la vía de la reconciliación.

Respecto a la cooperación, se constata que esta brilla por su ausencia en los diferentes niveles:

BILATERAL
Las malas relaciones políticas entre Marruecos y Argelia, debido en gran parte al conflicto del Sahara, han dificultado la cooperación entre ambos en la lucha contra el terrorismo. La colaboración entre sus respectivos servicios de seguridad –la escasa información que se comunican se traslada a través de sus homólogos franceses– ha sido prácticamente nula.

La ola terrorista sufrida recientemente por ambos países tiene la misma raíz y lo razonable sería que Rabat y Argel, conscientes de que la estabilidad del vecino condiciona su propia estabilidad, y la estabilidad de toda la región, intensificasen los esfuerzos para garantizar la coordinación policial, si no quieren facilitar a Al Qaeda la comisión de atentados.

A NIVEL REGIONAL
Igual que Al Qaeda ha creado en menos de cinco años una organización con capacidad de atentar en todo el Magreb, los países que componen esta región deben hacer frente de una forma conjunta a la misma amenaza. Urge que sus gobiernos se planteen crear la versión de Europol en el Magreb, es decir, una organización que articule una red de cooperación policial que actúe directamente contra el tentáculo de Al Qaeda en esta región.

A NIVEL BIRREGIONAL
La creciente amenaza que la presencia de la red de Bin Laden supone se extiende, sobre todo, por los países del sur de Europa. La situación preocupa de forma especial en España, Francia, Italia que cuentan con miles de emigrantes procedentes del Magreb. Algunos sondeos y estudios muestran que entre el 10 por ciento y el 15 por ciento de la población musulmana residente en estos países simpatiza con Al Qaeda o sus postulados.

En el caso concreto de España, el riesgo de atentados se acrecienta por las últimas llamadas de Al Zawahiri, lugarteniente de Bin Laden, a izar el estandarte yihadista en el usurpado Al Andalus.

En este sentido, es clave que en el ámbito de la Unión Europea se vuelva a despertar el interés que la cooperación antiterrorista generó el 11-M del 2004. Dichos atentados provocaron que muchos Gobiernos europeos se tomaran en serio la amenaza del terrorismo yihadista y que se produjeran importantes avances en cooperación policial y en la lucha contra la radicalización. Sin embargo, el paso del tiempo y la distinta percepción de la amenaza entre unos países y otros han disminuido la cooperación entre ellos. Con esta situación es imposible plantearse con seriedad la formulación de una estrategia común contra el terrorismo a nivel euro-magrebí.

ACTUAR CONTRA LAS CAUSAS
Por otra parte, la guerra contra el terror no puede ganarse exclusivamente por medios policiales. La dimensión policial es decisiva para desarticular comandos, pero no es suficiente para combatir un terrorismo que cuenta con simpatizantes en todo el mundo. Durante los últimos cinco años, miles de sospechosos han sido detenidos, cientos de ellos condenados y decenas de células terroristas desmanteladas. Sin embargo, cada vez nos enfrentamos a más terroristas yihadistas. La capacidad de regeneración de Al Qaeda es sorprendente. Y tras la detención de una célula terrorista despiertan tres de las calificadas como durmientes. Para evitar la proliferación de nuevas células hay que actuar contra las causas que la fomentan. La pobreza y el fanatismo impulsan a estos suicidas, la mayoría de los cuales viven en barriadas de chabolas. La atracción que representa el Salafismo –la ideología de Al Qaeda basada en una interpretación rigorista del Islam– es evidente para los jóvenes magrebíes sin trabajo. Subvertir esta situación que convierte al Magreb en tierra fértil para los islamistas radicales es vital.

Al Qaeda es una organización terrorista que hace del hombre-bomba su principal arma. La pregunta es: ¿cómo desarmar al potencial suicida? La respuesta la encontramos en sociedades que articulan un futuro con alicientes para sus ciudadanos.