El informe preliminar de la Comisión Winograd es una tarjeta roja no sólo para el primer ministro, Ehud Olmert, sino para la clase política israelí en su conjunto.


LAS CONCLUSIONES PARCIALES DE LA COMISIÓN WINOGRAD, que ha revisado el período anterior a las hostilidades del verano de 2006 y los primeros cinco días de la II Guerra de Líbano, son devastadoras. En términos deportivos, son una tarjeta roja, prácticamente de expulsión, para el primer ministro Ehud Olmert, el ministro de Defensa, Amir Peretz, y para Dan Halutz, ex comandante del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de Israel. Éste último ya ha renunciado; Amir Peretz ha anunciado claramente su decisión de dejar el Ministerio de Defensa, tras las elecciones primarias en el Partido Laborista (28 de mayo de este año), mientras que sólo Ehud Olmert insiste en continuar ejerciendo sus funciones de primer ministro como si nada hubiera pasado.

FRACASO EN EL MANEJO DE LA CRISIS
El juez Winograd expresó, sin tapujos, el dictamen parcial de la comisión que preside: el liderazgo político y militar de Israel fracasó en el manejo de la crisis que provocó Hezbolá, en julio de 2006, al matar a 8 soldados israelíes y al capturar a otros dos como rehenes, cuyo paradero se desconoce hasta hoy.

Los preparativos de Ehud Olmert para enfrentar las conclusiones parciales de la Comisión Winograd, a través de un discurso radio-televisivo en el que insta al país a mirar hacia el futuro para corregir los errores pasados y sus resultados –amén de las presentaciones públicas de sus voceros allegados que tratan de maximizar todo punto positivo del reporte, por mínimo o marginal que sea– no parecen surtir efecto sobre el público israelí. Una encuesta realizada tras la publicación de las conclusiones de la comisión, demuestra que entre un 70 y un 80 por ciento de los encuestados creen que Peretz y Olmert tienen que renunciar.

El argumento de esperar a que la Comisión Winograd publique sus conclusiones finales en julio próximo es altamente inefectivo, especialmente si se tiene en cuenta que al examinar toda la guerra y el impacto de ésta sobre el frente interno, las conclusiones finales sobre Olmert y Peretz serán probablemente peores que las parciales.

AFERRADO A SU CARGO
¿Cómo se explica que Ehud Olmert insista en mantener su cargo de primer ministro?

En primer lugar, hay que comprender que en la clase política israelí sólo una pequeña minoría de los parlamentarios y sus acólitos están interesados en una nueva elección. Muchos creen que no serán reelegidos, ya que la crisis de 2006 se ha traducido en una gran pérdida de confianza pública no sólo en el primer ministro y su Gobierno, sino en la clase política en su conjunto.

En segundo lugar, hay que tener en cuenta que el gran ganador político de la crisis sería el ex primer ministro del Likud, Benjamín Netanyahu, personaje que alcanza niveles de popularidad de alrededor de 30 por ciento. Pese a ello, este porcentaje, traducido a votos parlamentarios sólo puede producir una futura coalición de gobierno débil y probablemente inestable. Además, los sectores socio-económicos débiles de Israel no olvidan que Netanyahu impuso unas políticas económicas durísimas, de corte neoliberal, que contribuyeron a su empobrecimiento y al ensanchamiento de la brecha social.

POCAS SOLUCIONES A LA VISTA
¿Soluciones? Pocas a la vista. Comienzan las protestas públicas. Manifestaciones masivas, declaraciones y entrevistas exigiendo la renuncia de Amir Peretz y Ehud Olmert, grupos de reservistas que protestan públicamente, esperando replicar el tipo de movimiento social que terminó derribando al gobierno de Golda Meir en 1974, días después que la Comisión Agranat –que investigó los fracasos durante la guerra de Yom Kippur, octubre de 1973– publicara sus conclusiones. Los grupos de las familias de los caídos en la guerra así como los pobladores del castigado norte de Israel –Galilea y Haifa–, que han visto pasar demasiados meses desde el conflicto sin que el estado de la defensa civil mejore, todos ellos centralizarán, seguramente, las fuertes presiones contra Olmert y Peretz y contra el gobierno en general.

Peor aún: los rumores hablan de la conspiración interna en Kadima, el partido fundado por Ariel Sharón y encabezado por Ehud Olmert. Tzipi Livni, la ministra de Asuntos Exteriores, apoyada por ministros y parlamentarios de Kadima, está a la espera.

DOS NOTAS POSITIVAS
El intento de Tzipi Livni de provocar la renuncia de Ehud Olmert ha fracasado, al menos por ahora, probando que la ministra posee un alto grado de inmadurez política que, en gran medida, la descalifica como posible líder nacional en Israel.

Para los conspiradores de Kadima, es más importante su supervivencia política, y también la del partido Kadima, que la del liderazgo de Olmert, y quizás terminen destronándolo. Muchos están dispuestos a todo tipo de maniobras para evitar elecciones tempranas que traigan a Netanyahu y al Likud al poder.

En el centro de la crisis, las notas positivas del escenario israelí van en dos direcciones: el ejército parece haber aprendido seriamente las lecciones de Líbano 2006 y el nivel de entrenamiento y preparación han mejorado notablemente. La segunda dirección reside en la vitalidad y efervescencia de la sociedad civil y la democracia israelí, que sobrevivirán también a esta crisis. No es poco.