Los recientes actos de violencia en Pakistán. El análisis de las causas que desatan la tensión entre el régimen militar y los partidos de la oposición. Por qué es responsabilidad de los poderes de Occidente presionar a Pervez Musharraf para acabar con su régimen militar. Por qué el futuro de Pakistán es oscuro. 


PARA COMPRENDER EL TRASFONDO de los últimos episodios de violencia en Pakistán hay que retraerse al mes de marzo de 2007, cuando el presidente de Pakistán, Pervez Musharraf, destituyó al Jefe de la Corte Suprema, Iftikhar Muhammad Chaudhry, por presunto mal ejercicio de la autoridad…

Su caso estaba siendo analizado por la Corte Suprema, que examinaba más de 20 peticiones que impugnaban la legalidad de la suspensión, incluyendo un archivo del propio Chaudhry. Aparentemente, Musarraf habría abusado de su autoridad al suspender a Chaudhry.

Aún más importante, el gesto de Musharraf provocó grandes críticas y acusaciones públicas por el supuesto ataque a la independencia judicial; Musharraf se había dispuesto a ampliar su régimen de casi ocho años buscando una salida feliz a su presidencia.

Sin embargo, el rechazo fue generalizado, aunque –en un inicio– sin reacciones violentas. Parecía que el gesto reanimó a muchos pakistaníes, quienes reclamaban el final del régimen militar.

EL CAOS EN KARACHI
El expulsado Chaudhry intentó (el 12 de mayo) entregar un discurso a la asociación de abogados de Sindh. Pero se le prohibió abandonar el aeropuerto para acudir a la recepción de la asociación de abogados en el distrito de Karachi. El impedimento de abandono se llevó a cabo por miembros del progubernamental Movimiento Muttahida Qaumi (MQM, en sus siglas en inglés), que recorre la ciudad.

Al hecho sucedió un caos total, en el que cientos de hombres armados tomaron el control de las calles y cuya violencia dejó 34 muertos. Parecía que el Gobierno había patrocinado la violencia mediante el MQM. Posteriormente, Karachi fue testigo de más derramamiento de sangre, los días 13 y 14 de mayo. Los enfrentamientos políticos dejaban 49 muertos. Más tarde, tuvo lugar una huelga, convocada por la oposición combinada, en protesta contra la catástrofe en Karachi. Paralelamente, el MQM y los partidos de la oposición se culpaban mutuamente por las muertes.

EL RETROCESO DE LA DEMOCRACIA
Estos hechos han debilitado definitivamente a Pervez Musharraf, que ya estaba bajo creciente presión, especialmente por parte de Estados Unidos, por no hacer lo suficiente en la guerra contra el terror. El régimen de Musharraf no podrá controlar la reacción popular mientras el suspendido Jefe de Justicia siga ganando simpatías a lo largo y ancho del país.

Los partidos de la oposición han pedido un gesto decisivo para restablecer la democracia en el país. Demandan la creación de un gobierno interino que lleve adelante elecciones libres y justas, tras las cuales el poder sería entregado al partido mayoritario del Parlamento. No obstante, mientras Nawaz Sharif y Benazir Bhutto permanezcan exiliados, la oposición carecerá de liderazgo.

El régimen de Musharraf está en gran medida en stand by, hasta que la oposición no logre articularse de forma conjunta. De todos modos, los recientes incidentes han animado a los grupos opositores como nunca antes en la historia. Era de esperar que esto fuera realmente el principio del fin del régimen militar en Pakistán. Sin embargo, el régimen dictatorial tiene la garantía de estabilidad, debida al respaldo de ciertos poderes occidentales, especialmente Estados Unidos. Por otra parte, siglos de reglas autoritarias no resultan fáciles de borrar en el mundo musulmán, del cual Pakistán es una parte.

Es responsabilidad de los poderes de Occidente presionar a Pervez Musharraf para acabar con su régimen militar. El futuro de Pakistán se presenta negro, mientras más conflictos sean tan claramente divisados en el horizonte.