La oportunidad para democratizar las Organizaciones Internacionales
Rafael Moreno opina que la dimisión del presidente del Banco Mundial, Paul Wolfowitz, abre una significativa oportunidad para democratizar el proceso de selección de los máximos dirigentes de los Organismos Internacionales, un sistema hasta ahora opaco y manipulado por las grandes potencias, en nombre de unos supuestos derechos adquiridos en un contexto geoestratégico ya desfasado.
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Rafael Moreno Izquierdo es profesor del Departamento de Derecho Internacional Público de la Universidad Carlos III de Madrid y del Departamento de Periodismo de la Universidad Complutense. Es experto en Operaciones de Paz, Gestión de Conflictos y Comunicación en situaciones de Crisis. Ha publicado «Militares españoles en el Mundo» y numerosos artículos en revistas como Política Exterior y Foreign Policy (edición española). Reside en Madrid.
LA DIMISIÓN DE PAUL WOLFOWITZ de la presidencia del Banco Mundial abre una significativa oportunidad para democratizar el proceso de selección de los máximos dirigentes de los Organismos Internacionales, un sistema hasta ahora opaco y manipulado por las grandes potencias, en nombre de unos supuestos derechos adquiridos en un contexto geoestratégico ya desfasado.
Los responsables de esta institución financiera, en muchas ocasiones entre las más vanguardistas de las Organizaciones Internacionales creadas después de la II Guerra Mundial, deben tener el coraje de evitar un continuismo sin sentido y plantear un proceso de elección más abierto y libre. Todos –al menos todos los países que contribuyen económicamente a las arcas del Banco Mundial e incluso todos los que se benefician de sus créditos– tienen el derecho de opinar y pronunciarse sobre quién debe dirigir esta Organización Internacional, la más importante que existe en el planeta para la lucha contra la pobreza y a favor de un desarrollo económico sostenible.
DIMISIÓN SIN PRECEDENTES
Es necesario, sin embargo, recalcar que, aunque parezca poco, al final el neocon Wolfowitz ha dimitido. No existen precedentes en otras Organizaciones Internacionales y muestra por primera vez, y esperemos que no por última, que los máximos dirigentes de estas instituciones no son personas intocables aunque algunos lo piensen.
También es verdad que su salida es casi de guante blanco (se le respetará en el cargo hasta el 30 de junio y se irá con todos los beneficios económicos que conlleva una salida normal y no forzosa) al reconocerse sus méritos y no refutarle por su probado tráfico de influencias (corrupción, dirían otros menos cuidados en sus palabras) a favor de su novia.
La reflexión debe llevar a la Junta de Gobernadores a proponer un procedimiento que permita al menos las mismas oportunidades para cualquier candidato con las cualificaciones necesarias y un sistema de votación o elección más libre y democrático. No tiene ningún sentido, sobre todo porque no esta escrito en ningún tratado fundacional, que se mantenga ese pacto tácito, existente a ambas orillas del Atlántico, de que la dirección del Banco Mundial recaiga siempre y sin discusión en un estadounidense elegido por la Casa Blanca (en este caso por George W. Bush) y la del Fondo Monetario Internacional en un europeo, actualmente el español Rodrigo Rato. Difícil es que cambien las cosas en este momento pero no hay que renunciar al menos a un sistema de selección más abierto.
UN PROCEDIMIENTO CON MAYOR TRANSPARENCIA
Es importante ahora que Estados Unidos no se desligue más de las Organizaciones Internacionales y, aunque es probable que la Unión Europea no presione para romper esa regla no escrita, por lo menos debe participar en el proceso. Igual de importante es que al menos el resto del mundo (especialmente el encuadro en el capítulo de no desarrollado) pueda pronunciarse sobre cuál deberían ser las prioridades del Banco Mundial para los próximos años y el talante de la persona que ejercerá el enorme poder de prestar dinero a quien lo necesita.
La última elección del secretario general de la ONU, que recayó en el surcoreano Ban Ki-moon, puede serviros de guía. Al menos las candidaturas se hicieron oficiales (cada país debía presentarlas por carta pública al presidente del Consejo de Seguridad) y con tiempo suficiente para revisar y conocer sus perfiles, opiniones y posiciones en temas trascendentales. Además, rompiendo el secreto de otras ocasiones, se dieron a conocer los resultados de las votaciones dentro del Consejo de Seguridad aunque fuera de forma difuminada (no se reveló si los votos negativos procedían de países con derecho a veto, lo que automáticamente eliminaba al candidato de la contienda).
La reciente elección de la directora general de la Organización Mundial de la Salud, la china Margaret Chan, también ha representado un paso en la dirección correcta por su mayor transparencia y su claridad sobre procedimiento. Ahora le toca al Banco Mundial. Esperemos que no nos decepcione.
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