A pesar de la presencia de tropas internacionales auspiciadas por la OTAN, la situación impide ser optimista en Afganistán, según alertan desde Naciones Unidas y Cruz Roja. Avanzar en todas las direcciones –estabilidad, crecimiento y justicia– a la misma velocidad constituye la única fórmula que puede permitir el éxito de la misión, según el autor. El objetivo deber ser que los locales sean capaces de gobernarse a sí mismos.


NACIONES UNIDAS Y LA CRUZ ROJA han dado la voz de alarma (para quienes quieran escucharla) y a pesar de que ni siquiera se ha materializado la tan temida ofensiva de primavera talibán en Afganistán.

Las razones de esa ausencia de materialización no están tan claras. Puede ser bien porque los ataques preventivos de la OTAN han funcionado en los últimos meses o porque los talibanes son menos temibles de lo anticipado.

Sin embargo, las dos organizaciones internacionales coinciden en que la corrupción aumenta, la situación humanitaria empeora y el país sigue sumido (en su mayor parte) en el caos.

Hay que reconocer que es difícil –e injusto, probablemente– hacer evaluación generalista de este tipo. Las diferencias entre unas y otras provincias afganas son inmensas. No es lo mismo lo que pasa en Farah o Helmand que en Badghis. No existe una sola solución para todo el territorio porque las realidades son diversas y, lo que es más importante, los enfoques muy distintos.

QUE GOBIERNEN LOS LOCALES
Cada país presente en Afganistán (aunque sea bajo el paraguas de la OTAN) está llevando a la práctica su trabajo con una filosofía diferente respecto a cómo enfrentar los problemas de seguridad y el desarrollo en sus zonas de responsabilidad.

Los datos preliminares apuntan a que España pueda estar quizás entre los que caminan en la dirección adecuada, aunque todavía es prematuro hacer juicio de valor. Al menos, la idea detrás de todo ese esfuerzo esta clara. El ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación español, Miguel Ángel Moratinos, lo recalcaba recientemente en el Parlamento: nuestro objetivo es afganizar Afganistán. Más allá del juego de palabras y de la ironía que ello conlleva, la meta es que los locales sean capaces de gobernarse por sí mismos.

En eso, los españoles no se diferencian de los demás occidentales que están en Afganistán. El contraste está en la letra pequeña, en cómo implementar una estrategia en tres dimensiones simultáneamente: político-diplomática, económica y militar. Los hechos sobre el terreno son menos llamativos o rimbombantes de lo que les gusta a los medios de comunicación, pero no por ello menos efectivos.

Los pasos concretos son poco sexys para las primeras páginas pero imprescindibles para poder iniciar una tímida reconstrucción: la apertura de la primera sala de justicia, la inauguración de una televisión local, la implementación de electricidad a la principal calle –poco más que una pista de arena– de Qala-i-Naw….

ESTABILIDAD, CRECIMIENTO Y JUSTICIA
La página web del Ministerio de Defensa español está repleta de esas pequeñas noticias (niñas afganas que reciben libros y lápices, distribución de carne, etc.), pero casi ninguna salta a los periódicos, incluso a pesar del esfuerzo de acompañarlas con su correspondiente foto.

Estos proyectos rápidos no son más que tiritas para la provincia más pobre de Afganistán y una de las más olvidadas incluso por Kabul, pero el Gobierno español es consciente de que son imprescindibles para lograr los objetivos a largo plazo: estabilidad, crecimiento y justicia.

El Ministerio de Defensa español trabajaba ya en el primero con un decidido programa de formación de dos batallones que puedan hacerse cargo de la seguridad de la provincia. Actualmente, nadie podría sustituir a los soldados españoles, simplemente porque no existen policías o soldados afganos. Los otros dos retos –crecimiento y justicia– dependen más de otros ministerios –Fomento, Exteriores, Interior, etc.– y requieren un esfuerzo más coordinado que todavía deja mucho que desear.

AVANZAR EN TODAS LAS DIRECCIONES
Ésa es la diferencia entre lo que requería el mantenimiento de la paz del pasado y lo requiere la reconstrucción de países del presente. Avanzar en todas las direcciones a la misma velocidad es la única fórmula que puede permitir el éxito de la misión que, no nos olvidemos, sólo se logrará cuando las tropas españolas abandonen el país, algo por ahora absolutamente impensable.

Toda contribución a reducir esa presencia extranjera un día, una semana, o un mes… debe ser la motivación que guíe todos los esfuerzos. A partir de ahí, es imposible hacer prospectiva.

¿Sobrevivirán los tímidos progresos hacia el autogobierno de Badghis al caos que exista en el resto del país? Por el momento, a los españoles sólo les queda cruzar los dedos, seguir trabajando, y esperar que tenga suerte ese nuevo modelo de gestión de crisis que, como afirma Moratinos, es La Fuerza Internacional de Asistencia de Afganistán (ISAF).