Multiculturalidad y democracia
Instrumentos para armonizar la libertad cultural y la vida en sociedad
La multiculturalidad define hoy a la mayor parte de las sociedades occidentales; pero para evitar el surgimiento de conflictos y xenofobias es necesario un liderazgo político que muestre una voluntad clara, en las ideas, en las decisiones y en los presupuestos.
LA MULTICULTURALIDAD NO COINCIDE con el multiculturalismo. La multiculturalidad es un concepto descriptivo que remite al carácter culturalmente heterogéneo de las personas que conviven en una sociedad. Incluye cuestiones como la religión que esas personas profesan, la lengua habitual que emplean, sus valores, costumbres y prácticas en el vestir, en la alimentación y, en general, el tipo de imaginario colectivo con el que interpretan y valoran el mundo. La mayoría de las sociedades occidentales actuales son multiculturales. Por el contrario, el multiculturalismo es un concepto normativo que remite a un programa de actuaciones por el que las distintas culturas de una sociedad deben poder desarrollar sus capacidades y que propicia un acercamiento y respeto entre distintas culturas.De hecho, todos los seres humanos somos seres culturalmente enraizados. Las teorías tradicionales de la democracia –ya sea en sus versiones liberales o republicanas– suelen remitir implícitamente a sociedades mucho más simples que las actuales. Pero desde los colectivos indígenas de América y Australia, las minorías religiosas del sudeste asiático o la inmigración en los Estados occidentales, las demandas relacionadas con identidades culturales se han hecho ya un lugar en la agenda política. Todos estos casos tienen en común la voluntad de mantener y reforzar unas características culturales concretas en un mundo crecientemente globalizado.
LA LIBERTAD CULTURAL
La libertad cultural es aquí un valor esencial para la calidad democrática. Se trata de un tipo de libertad que forma parte de los derechos humanos, decisiva para el desarrollo individual y la autoestima de las personas. Una conclusión del debate de los últimos años sobre la multiculturalidad es que la libertad cultural no queda asegurada a partir de la mera aplicación de los derechos cívicos, participativos y sociales recogidos en las constituciones democráticas. Y ello a pesar de que se dan obvios solapamientos entre discriminación cultural, política y socio-económica. De hecho, sería necesaria la introducción de una cuarta ola de derechos de carácter cultural, aún ausente en las constituciones actuales.
En el informe de Naciones Unidas dedicado a la libertad cultural (Human Development Report 2004eren cinco líneas de actuación:
UNO
Multiculturalismo: asegurar la participación de los grupos culturales marginados, mediante reformas electorales, federalismo con rasgos asimétricos…;
DOS
Políticas que aseguren la libertad religiosa, incluidas las fiestas, costumbres de alimentación y vestido…;
TRES
Políticas de pluralismo legal: ésta es una cuestión más polémica que en cualquier caso implicaría el respeto a los límites anteriores;
CUATRO
Políticas lingüísticas: algunos Estados democráticos aún son monolingües en sus instituciones y símbolos a pesar de su multilingüismo interno; y,
CINCO
Políticas socio-económicas: ingresos mínimos, educación, salud.
PREVENIR ACTITUDES DE RECHAZO
Cuando hay contraste entre valores y prácticas pueden surgir conflictos. ¿Cuáles son los límites de la libertad cultural en las democracias liberales?
A mi modo de ver, existen tres que no debieran traspasarse: los otros derechos humanos y libertades; la igualdad de oportunidades (por ejemplo, en la consideración de hombres y mujeres en el acceso a la educación); y, finalmente, la aceptación del sistema democrático.
No estar atentos a estas cuestiones incentiva la aparición de actitudes xenófobas y de rechazo a los diferentes que podrían mitigarse con acciones conjuntas de los actores políticos y sociales. Pero para ello es necesario un liderazgo político que muestre una voluntad clara, en las ideas, en las decisiones y en los presupuestos, de que se trata de una cuestión prioritaria.
Publicado por:
Francisco
fecha: 29 | 06 | 2007
hora: 2:07 pm
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Entindo su entusiasmo por ese tipo de cultura, propio de paises sin pasado ni historia, por e.j. EE.UU, pero realmente imposible de culminar allí, dónde sí existe un pasado y una historia. A todo lo más, esos argumentos podrían ser tratados como estudios de laboratorio. Pero ni el hombre ni la sociedades humanas son materias inertes, y por lo tanto, reacias, a ser tratadas como cobayas de laboratorio.
Y en el momento en que EE.UU empiece su declive, hoy modelo para todos los experimentadores socieles y las clase sociales dominantes de muchos paises, a causa de sus éxistos económicos, los problemas de identidad, se presentarán con gran fuerza en Europa y más aún en España. Ocho siglos de lucha contra el Islam, están gravados a sangre y fuego en los genes del pueblo. Es curioso que la ciencia haya dejado de ser ciencia para convertirse en ideología.
Ni siquiere el socialismo contempla ese fenómeno con el efusivo entusiasmo típico del burgués cosmopolita, sino como una necesidad de transformación social, pero siempre teniendo presente el ideal de clase. Para el socialismo eran las clasees sociales, no las razas, ni tampoco la confusión de ideas que hoy predomina por razones de interese económicos, lo que importa, siendo su primer objetivo a destruir,la sociedad buerguesa.
Me temo ,y eso será inevitable, que detrás de todos estos entusiasmos y mezcolanzas raciales, resurgirá con fuerza en todos los paises europeos, un nuevo nacionalismo encarnando una fase distinta del fascismo, y eso empezará a ocurrir desde el instante mismo en que el pueblo vea peligrar su propia seguridad, lo mismo que su entidad. Europa no es EE.UU. Más de dos mil años de historia y homogeneidad, no desaparecen así como así, aunque sea a fuerza de experimentos de laboratorios sociales. Hay que ser más riguroso en las investigaciones, si realmente se quiere ser científico, y menos entusiastas de las ideología dominantes, tan frívolas e inseguras como los sentimientos que se manejan en los burdeles. Cuando las fuerzas ciegas de la historia se ponen en movimiento, nada las detiene, haciendo tablara rasa con todo lo existente, hasta encontar de nuevo su equilibrio. Y este va siendo uno de esos momentos, al culminar su ciclo histórico, tras más de setenta años de existencia. Y eso sí que será inevitable.
Publicado por:
Carlos Fallas
fecha: 29 | 06 | 2007
hora: 11:44 pm
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Creo que hay una confunsión en la dimensión historica de la construcción del concepto de democracia. Para América Latina el concepto surge fuertemente arraigado en la noción de modernidad, es decir la modernidad política que se vincula a su vez con la económica. En este sentido la modernidad nos llevará al progreso y por lo tanto a la democracia, esta es entendida desde finales del siglo XIX, como la incorporación política de los ciudadanos de manera tal que aqullos que no eran ciudadanos no formaban parte ni de la democracia ni de la modernidad. Sarmiento lo aclara a profundidad caracterizando el lastre que significan los ìndigenas para el progreso, en Centroamèrica los inmigrantes antillanos tardarían hasta cuatro dècadas en ser considerados como ciudadanos: Esto nos hace pensar entonces que la democracia, que ha estado en función de sostener a determinado grupo en el poder, no necesariamente tiene las convicciones para hacer de la «otredad» parte integral del sistema polìtico. Un ùltimo ejemplo, en Costa Rica (desde donde escribo) en vista de la venida abajo del sistema de seguridad social y el resto de la institucionalidad desde la dècada de los ochenta, se suele culpar de manera directa a la migraciòn nicaragüense presente en el paìs de todos los males. Los «otros» siempre van a ser una buena excusa, aquí, en España serà n los ecuatorianos o los africanos, en Alemania los musulmanes, en EEUU los «hispanos» y así cada nación democrática tiene mecanismos mediante la discrimanción es un recurso político más capitalizable que la multiculturalidad.