Si el mundo actual se caracteriza por el desarrollo tecnológico y la posibilidad de generar ingentes producciones de bienes, también se define por las diferencias abismales entre ricos y pobres. Urge actuar, y es posible.



EL PAPA BENEDICTO XVI HA LLAMADO A LOS PAÍSES RICOS a reforzar la cooperación con el mundo pobre y a trabajar por un modelo confiable de desarrollo y solidaridad activa. En su viaje a Brasil, enfatizó: La solidaridad será, sin duda alguna, una palabra llena de contenido cuando las fuerzas vivas de la sociedad, cada una en su propio ámbito, se comprometan seriamente a construir un futuro de paz y de esperanza para todos.

Sus apelaciones deberían ser muy tenidas en cuenta, en un mundo cuyo producto bruto ha crecido sustancialmente en los últimos años y donde todas las fronteras tecnológicas están cambiando aceleradamente, abriendo paso a formas inéditas de producción de bienes y servicios, pero donde sin embargo, paradójicamente, hay brechas enormes.

LAS BRECHAS DE LA VERGUENZA
El hambre: las últimas estimaciones indican que, gracias a los cambios tecnológicos, el planeta puede producir alimentos para el doble de la población actual. Las viejas predicciones malthusianas han quedado derrotadas. Pero la situación real es que 830 millones de personas se acuestan con hambre todos los días. En la propia América Latina, con tantas posibilidades, cuatro países centroamericanos no están en condiciones de cumplir con las metas del milenio en cuanto a desnutrición.

Carencia de agua: un ser humano necesita 20 litros diarios de agua para sus necesidades básicas. Los europeos gastan 200 litros diarios; los estadounidenses, 400. Mil cien millones de personas sólo cuentan con cinco litros y, además, contaminados. El agua sucia causa la muerte de 1.800.000 por año, 4.300 cada día. En América Latina, 60 millones de personas no tienen agua potable.

Falta de instalaciones sanitarias: carecer de instalaciones sanitarias genera graves situaciones de riesgo para la salud. La diarrea infantil es tres veces mayor en las comunidades que no cuentan con estructuras de saneamiento. Hoy, 2600 millones de seres humanos no disponen de ellas. De ellos, 120 millones viven en América latina.

El riesgo de ser madre pobre: Oxfam Internacional, en un agudo informe que pide al mundo rico que eleve su ayuda y cumpla con sus compromisos, El mundo aún está esperando, dice: En los últimos dos años ha muerto un millón de mujeres durante el parto o el embarazo por ausencia de los cuidados médicos básicos, y unos 21 millones de niños menores de cinco años, por enfermedades curables. Con avances gracias a los esfuerzos de muchos países y el trabajo de organizaciones modelo, como la Organización Panamericana de la Salud (OPS), la tasa de mortalidad materna de América Latina ha mejorado, pero es de 91 madres cada 100.000 nacidos vivos, frente a 6,9 del Canadá. Treinta y dos niños de cada mil perecen antes de cumplir cinco años, frente a tres en Suecia y cuatro en Noruega.

Los déficits en educación: hay consenso en que la educación es fundamental para enfrentar la pobreza. Recientes estudios en Estados Unidos sobre su impacto son terminantes. Una persona que no termina la secundaria tiene una esperanza de vida 9,2 años menor que quien lo hace. La salud de alguien que abandonó la secundaria es, a los 45 años, peor que la de alguien de 65 años que terminó esos estudios. Un año más de educación en desertores escolares reduciría la tasa de homicidios y asaltos en un 30 por ciento, y la de robo de automóviles, en un 20 por ciento. La concurrencia de los niños al jardín preescolar influye en un mejor rendimiento académico posterior, descenso de la deserción, baja del embarazo adolescente, del uso de drogas, y de la criminalidad. A pesar de los avances, el 43 por ciento de las niñas del mundo no hacen el secundario. En América Latina, cerca de un 25 por ciento de los jóvenes están fuera del sistema educativo y del mercado de trabajo.

Las muertes evitables: dieciocho millones de personas mueren prematuramente cada año por razones vinculadas con la pobreza. Son la tercera parte de las muertes anuales. Hay 50.000 muertes evitables por día; entre ellas, las de 30.000 niños.

El cambio climático: afecta a todo el planeta, pero está agravando las condiciones de riesgo para las poblaciones más pobres. Las afecta especialmente por su altísima dependencia de los recursos naturales y su incapacidad para protegerse.
Estas y otras brechas se dan en un planeta en el que, al mismo tiempo, han aumentado fuertemente las desigualdades. Según la Universidad de la ONU, el 1 por ciento de los adultos más ricos tienen el 40 por ciento de todas las riquezas del mundo. En cambio, el 50 por ciento de la población mundial sólo tiene el uno por ciento.

MAYOR RESPONSABILIDAD
Urge actuar, y es posible. Oxfam afirma que se destina diez veces menos a ayuda internacional que a presupuestos militares. El economista Jeffrey Sachs estima que asegurar que todos los pobres tengan agua potable y saneamiento, que todos los niños pobres puedan ir al colegio y que se financie adecuadamente la lucha contra el sida, la tuberculosis y la malaria tendría un costo inferior al uno por ciento de la renta anual de los países ricos. Por otro lado, los países pobres pierden anualmente 700.000 millones de dólares en exportaciones por las barreras proteccionistas del mundo rico.

Las voces a favor de más solidaridad crecen. Una encuesta en los países de la OCDE demuestra que más del 50 por ciento de sus habitantes considera que la ayuda para el desarrollo debería aumentar. El cantante Bono dice que, si bien en la reciente reunión del G-8 hubo promesas significativas, estamos esperando números concretos, que no hemos obtenido todavía.

En un gesto inédito, dos ex integrantes del Senado estadounidense, Bill Frist, republicano, y Tomas Daschle, demócrata, lanzan conjuntamente una gran campaña para convertir el tema de la pobreza mundial en una cuestión central de las elecciones de 2008 y lograr que los candidatos presidenciales firmen compromisos concretos al respecto. Se suman así a la acción global de Bono. La campaña plantea que la pobreza del mundo y las enfermedades deben trascender la política partidista.

Corresponde redoblar la solidaridad y enfrentar las paradojas, multiplicar políticas públicas apropiadas y reforzarlas con el compromiso social de la empresa privada y la movilización de la sociedad civil. Es hora de escuchar el llamado a la solidaridad del Papa, de construir modelos de desarrollo para todos y de hacer realidad la exigencia bíblica: Hagámonos los unos responsables de los otros.