El auge de la delincuencia es un fenómeno universal que pone en duda los valores democráticos de las sociedades. Alimentada por la globalización, la principal consecuencia de los delitos radica en el cuestionamiento de lo público.

(Desde Santiago) POCOS FACTORES CONTRIBUYEN TANTO A DESLEGITIMAR la democracia como la delincuencia. En efecto, se pierde confianza no sólo en los representantes electos, sino también en instituciones tan básicas para un régimen de libertades como los tribunales de justicia.

El tema es universal. No sólo está presente en democracias emergentes en América Latina y Europa del Este, sino también en Gran Bretaña y Francia. En Israel se le considera hoy un problema. Igualmente en la Sudáfrica post-apartheid. En Estados Unidos hay una larga experiencia de debate público sobre las estrategias más adecuadas, y muchas elecciones locales son influidas por este tema, sin que la cuestionada pena de muerte ayude a tranquilizar a los ciudadanos. Incluso, España se ha añadido a la lista con fuertes debates públicos, y sensaciones de inseguridad.

Muchos gobiernos reaccionan culpando a los medios de comunicación, los que sobre todo en el caso de la TV lo exageran, pero en ningún caso han creado el problema: sólo lo difunden.

EN LA OPINIÓN PÚBLICA

En el caso de América Latina, en los últimos años han tenido lugar elecciones en la mayoría de sus países. Muchos temas se han debatido, pero hay uno que ha estado presente en todas: la delincuencia. Podrá figurar más o menos, pero siempre existe para la opinión pública. Es el caso de Chile y también de Argentina.

Ocurre en algunos países de América Central, donde hay más muertes como consecuencia de delitos comunes que las que tenían lugar en los años ochenta en condiciones de guerra civil. Las maras salvadoreñas dan la impresión de haber sobrepasado a las autoridades tal como la droga en las favelas de Río de Janeiro. En varios países se recurre a las Fuerzas Armadas cuando el Gobierno siente que la policía ha sido sobrepasada, sin que se resuelva el problema.

Incluso en países no democráticos como China, la delincuencia se ha agregado a la lista de temas de preocupación cotidiana, quizás como parte de su impresionante crecimiento económico.

SENSACIÓN DE INSEGURIDAD GENERALIZADA

En otras palabras, a las amenazas clásicas del narcotráfico, terrorismo, tráfico de personas y otras, ahora se añade la delincuencia común y corriente. Es un problema serio que también es hijo de la globalización y que tiene mafias organizadas para atacar, asaltar y agredir, con infraestructuras que permiten no sólo reducir el botín, sino también trasladarlo a través de las fronteras, y con recursos y armamentos que superan lo que poseen las policías.

El problema radica en la sensación de inseguridad generalizada que se produce cuando ciudadanos inocentes son atacados violentamente en sus hogares o en la calle, como ocurre con los llamados secuestros-express. Como consecuencia, se generaliza una actitud de culpar a las instituciones, y la legítima protesta se traslada hacia la responsabilidad de gobiernos, policías y jueces.

Algunos extreman ideológicamente esta situación hablando de ineficiencia de las instituciones políticas, y aún de nostalgia hacia una autoridad fuerte. El problema se agudiza cuando algunos policías son parte del problema y no de la solución, cayendo en el delito y la corrupción.

INSTITUCIONES EN ENTREDICHO

¿Cuál es el resumen? Aún más desconfianza, y una ciudadanía que se refugia en familiares y amigos, perdiendo interés en lo público, salvo en reclamar contra el sistema. En el lado positivo, aparecen movimientos ciudadanos en relación a este tema. En el lado negativo, como se habla desde el sentimiento y no desde la organización, tienen poco impacto.

Por cierto que el delito y los delincuentes siempre han existido. El problema es que ahora parecen actuar con total pérdida de respeto a la ley y sin miedo a quienes reprimen en nombre de ésta. Conocidas explicaciones del fenómeno en términos sociales y de pobreza están perdiendo presencia académica ante la internacionalización del fenómeno mafioso.

Como contrapartida a sus virtudes, la propia globalización ha posibilitado la expansión de una delincuencia activa, incluso una que no es violenta, sino que se expresa a través del delito de cuello y la corbata. Al respecto, crecen los casos de quienes roban desde sus escritorios, como fue el caso de los ejecutivos de Enron en Estados Unidosproblema no es simple y las proporciones de éste llevan a algo peligroso: el cuestionamiento de las instituciones democráticas.