Unión Mediterránea, desunión europea
Los «27» y la eterna cuestión turca
Las elecciones en Turquía manifestaron el deseo generalizado de integrarse en el club de Bruselas. Sin embargo, el principal escollo reside en el propio seno de la UE: en Sarkozy, y su contraoferta, la creación de una Unión Mediterránea, que –al menos por ahora– no parece convencer a nadie.
EL RESULTADO DE LA CONSULTA ELECTORAL celebrada hace pocos días en Turquía ha puesto de manifiesto el deseo de la clase política del país otomano de seguir por la nada fácil senda de la integración europea.
En efecto, el objetivo final de la casi totalidad de los partidos, salvo la ultraderechista Acción Nacional, es la adhesión de este gigantesco territorio euro-asiático al club de Bruselas. Y ello, a pesar de las maniobras dilatorias de algunos Estados miembros de la Unión Europea (UE), que tratan de entorpecer las ya de por sí difíciles negociaciones con Ankara.
Huelga decir que la adhesión de Turquía no cuenta sólo con partidarios en el seno de la Unión. Los mayores detractores de la integración del país de Mustafá Kemal Ataturk son Alemania y Francia, las locomotoras de la economía del Viejo Continente.
RETICENCIA ALEMANA Y AIROSAS SOLUCIONES FRANCESAS
Si para la canciller alemana, Angela Merkel, la presencia física en suelo germano de más de dos millones de musulmanes, en su gran mayoría, de origen turco, obstaculiza la integración social, para el presidente galo, Nicolas Sarkozy, el problema se convierte en un sofisticado ejercicio de póquer geopolítico. Sabido es que el nuevo inquilino del Elíseo no pierde ninguna ocasión para demostrar su espíritu innovador.
En el caso concreto de Turquía, éste se traduce por el rechazo a su ingreso en las estructuras comunitarias, una negativa que se escuda en argumentos de índole… geografíca. En efecto, mientras el padre de la malograda Constitución europea, Valery Giscard d’Estaing, aludía a aspectos socioculturales (Turquía no es Europa, …los turcos son musulmanes, etc.), Sarkozy prefiere recurrir a consideraciones de carácter estratégico: Hay que definir los confines de Europa….
Pero el nuevo presidente francés no duda en ofrecer soluciones airosas. Según él, Turquía podría o debería ocupar un lugar privilegiado en su proyecto de Unión Mediterránea, que consiste en el establecimiento de lazos privilegiados entre los cinco países mediterráneos de la UE (Italia, Francia, España, Portugal y Malta), y sus vecinos de la cuenca meridional del Mare Nostrum, es decir, los doce países y territorios que firmaron de Declaración de Barcelona, más Libia, recién integrada en el concierto de socios de buen ver de los 27.
¿ES VIABLE UNA UNIÓN MEDITERRÁNEA?
Estiman los politólogos franceses que la creación de la Unión Mediterránea implica una serie de ventajas para las relaciones entre las dos cuencas del Mare Nostrum.
Entre las más importantes, citan el abandono del Proceso de Barcelona, acuerdo pragmático pero falto de dinamismo; la capacidad de delimitar las distintas zonas del mundo árabe-musulmán y de definir sus peculiaridades; la necesidad para los países del Mediterráneo oriental de buscar nuevos mecanismos de convivencia (solución del conflicto israelo-palestino, reconocimiento del Estado de Israel por los países de la zona, etc.), la existencia de un antecedente que podría facilitar la ulterior creación de otras instituciones de ámbito regional, como por ejemplo una Unión Eurasiática, que podría agrupar a Rusia, Ucrania y las antiguas repúblicas de Asia Central, etc.
Ni que decir tiene que la aceptación y la puesta en marcha de este proyecto, criticado de antemano por los países de Magreb, presupone el alejamiento de Ankara de las negociaciones con Bruselas. Sin embargo, prevé un papel importante para Turquía en la edificación de otras estructuras regionales, donde el ejemplo de la revolución kemalista desempeñaría un papel clave para el desarrollo sociopolítico de unos países que, hoy por hoy, tienen que luchar contra la amenaza del islamismo radical.
NICOLAS SARKOZY, EL QUE MANDA
Nicolas Sarkozy está persuadido de que Turquía podría convertirse en un ejemplo para los países de cultura musulmana. ¿Ejemplo o gendarme? De todos modos, esa perspectiva no acaba de convencer a los políticos del país otomano, que descartan la posibilidad de liderar agrupaciones de segunda fila, recordando que el kemalismo implica una apuesta por el europeísmo y los valores éticos de la Revolución francesa (sic).
Pero hay más: la iniciativa tampoco acaba de convencer a los Estados miembros de la UE, que perciben el nuevo proyecto mediterráneo de París como un intento de eliminar por completo el proceso de Barcelona.
Seamos pragmáticos: hoy por hoy, Nicolas Sarkozy manda. Ni que decir tiene que su peculiar visión de Europa nada tiene que ver con los cánones tradicionales.
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