Rechazar ciertos modelos integracionistas inconducentes, superar la idea de que las afinidades ideológicas todo lo pueden, avanzar en los déficits democráticos y asimilar cuidadosamente el potencial de Venezuela: tales son las tareas que debe resolver el Mercosur para salir de su estancamiento.

EN UNA CONFERENCIA MAGISTRAL brindada en Buenos Aires el 30 de agosto, el notable sociólogo brasileño Helio Jaguaribe afirmaba: La integración regional del Mercosur depende de dos condiciones básicas: que se consolide operacionalmente la alianza argentino-brasileña (que es más verbal que operacional) y que se tengan en cuenta las necesidades de Paraguay, que es el sector débil del Mercosur.

Consultado por la falta de coordinación de las políticas macroeconómicas del bloque, Jaguaribe contestaba: Las prioridades de los políticos son muchas veces los problemas internos, las perspectivas electorales, y por eso las grandes fuerzas no están movidas para la integración.

La actualidad del Mercosur demuestra que la sintonía que a priori pueden compartir en términos ideológicos los gobiernos de la subregión no contribuye en mucho a la profundización efectiva del bloque.

La visión crítica del decano de la sociología brasileña contrasta con la euforia que han demostrado ciertos actores políticos actuales del Mercosur. Una muestra de esta insustancial retórica optimista viene reiterándose desde el 7 de mayo de este año, cuando se puso en marcha el Parlamento del Mercosur (PM).

La convicción expresada por los principales oradores el día de la inauguración del PM acerca de que con dicha institución comunitaria quedaría superado el déficit democrático del bloque, nos obliga a una lectura crítica coincidente en lo básico con las reflexiones de Jaguaribe.

DISCURSOS OPTIMISTAS

El ejercicio de revisar los discursos enunciados el día de la instalación del PM, nos ofrece una muestra de optimismo exagerado que no se condice con la poco auspiciosa trayectoria del bloque.

Por ejemplo, Celso Amorim, ministro de Relaciones Exteriores de Brasil, afirmó que la inauguración del PM demuestra la madurez política del Mercosur y agregó que la integración de América del Sur es la mayor prioridad del gobierno de Brasil y el Mercosur es el motor de esa integración.

Por su parte, el legislador uruguayo Roberto Conde, vicepresidente de la Mesa Ejecutiva del PM, afirmó que muchos dicen que este Parlamento es algo simbólico (…) pues sí, simboliza el espíritu de nuestros libertadores de lograr la segunda y definitiva independencia nacional. El mismo legislador resultó ovacionado cuando, parafraseando al escritor uruguayo Eduardo Galeano, aseveró que con la instalación del PM se sientan las bases para definitivamente cerrar las venas abiertas de América Latina.

Estas declamaciones, lejos de contribuir con la transformación positiva que requiere el bloque subregional, hacen que el Mercosur exitoso permanezca todavía en el estante de las aspiraciones humanas irrealizadas.

En este contexto, resulta pertinente enumerar una cantidad de debilidades del bloque que deberían ser pronto corregidas a los efectos de torcer una trayectoria que, pese a las afinidades ideológicas entre los gobiernos de la región, no convoca absoluto al entusiasmo.

CUATRO CUESTIONES A REVISAR

1. Resulta indispensable rechazar de plano tres tipos de modelos integracionistas que son a nuestro juicio inconducentes. En primer lugar, el del Mercosur estrictamente comercial de los años novevnta, que ha demostrado que cuando chocan los intereses económicos de los Estados, la ausencia de salvaguardas institucionales y de mecanismos de coordinación de políticas conduce indefectiblemente a la toma unilateral de decisiones y a la consecuente paralización del bloque.

En segundo lugar, el del Mercosur de dos velocidades, es decir, el de un esquema de integración que reposa en el excluyente bilateralismo argentino-brasileño y que no toma en consideración las asimetrías que sufren los socios menores del bloque (Paraguay y Uruguay). Por último, como ha afirmado el politólogo uruguayo Gerardo Caetano, debe prescindirse del Mercosur de la fuga hacia delante, es decir de aquel que se expande sin profundizarse, siendo la incorporación de Venezuela un buen ejemplo de esta lógica.

Es urgente una mayor participación efectiva de los actores de la sociedad civil para dotar de más democraticidad al gobierno cotidiano del Mercosur.

2. Debe superarse la visión que sostiene que las afinidades ideológicas todo lo pueden. La presente situación del Mercosur demuestra que la sintonía que a priori pueden compartir en términos ideológicos los gobiernos de la subregión no contribuye en mucho a la profundización efectiva del bloque.

Un ejemplo de esta tónica está dado por la prioridad que los presidentes atribuyen a sus índices locales de aprobación, lo que los lleva muchas veces a perder de vista los objetivos integracionistas y a empantanarse en injustificables conflictos bilaterales, como el de las fábricas de papel en Fray Bentos. En este sentido, la confrontación política en clave nacionalista (como cuando el presidente uruguayo Tabaré Vázquez ordenó custodiar por efectivos del ejército la papelera finlandesa Botnia) o la judicialización externa del diferendo por parte de la Argentina (una negación de cualquier posibilidad de superar la crisis dentro del andamiaje institucional del Mercosur), son claros ejemplos de una forma de manejar las relaciones exteriores con la mirada puesta en la política doméstica.

3. Se debe avanzar seriamente en la superación de los déficits democráticos del Mercosur. Si bien el debut del PM resulta indudablemente un paso adelante en la institucionalización del bloque, todavía persisten dinámicas que no contribuyen en nada a dotar de mayor legitimidad al proceso de toma de decisiones. En esta dirección, la lógica interpresidencialista (esto es, la idea de que los mandatarios hacen avanzar al bloque a partir de los consenso que alcanzan en las Cumbres presidenciales), que permitió un rápido avance del Mercosur en términos comerciales a principios de los años 90, se ha convertido actualmente en un obstáculo para la transparencia del proceso decisorio. Se torna urgente, entonces, una mayor participación efectiva de los actores de la sociedad civil para dotar de más democraticidad al gobierno cotidiano del Mercosur.

4. Por último, y en sintonía con lo que señaláramos en el primer punto acerca del Mercosur de la fuga hacia delante, la reciente incorporación de Venezuela como miembro pleno debe ser motivo de una atenta reflexión. Si bien resulta evidente que el bloque incorpora con Caracas ciertos beneficios (el tercer PIB de la región, una de las mayores potencias petroleras del planeta y un nuevo polo financiero de la región), también suma a un país con posturas poco convergentes con los intereses del bloque. El perfil confrontativo de Caracas (no sólo con Estados Unidos sino con otros países de Sudamérica como Perú), la implicación en asuntos internos de países que poco tienen que ver con los intereses estratégicos del bloque (Irán, Irak, Bielorrusia) y ciertas iniciativas totalmente incompatibles con una integración saludable (por ejemplo, la propuesta de crear unas Fuerzas Armadas del Mercosur), debiera llamar la atención de quienes están a cargo de profundizar la institucionalidad del bloque. En breve, se trata de evitar que una expansión apresurada y poco clara conduzca en el futuro al resquebrajamiento político del bloque.

En resumidas cuentas, si estos cuatro puntos resultaran debidamente atendidos por los arquitectos del bloque subregional, un futuro promisorio podría aún esperarse. Las deficiencias mencionadas serían corregidas a tiempo y las afinidades ideológicas que hoy parecieran no alcanzar para garantizar el buen rumbo del bloque, se convertirían en el plus necesario para una integración exitosa.