Entienda por qué la determinación de Ankara de lanzar una operación militar en el norte de Irak, así como la reciente condena del genocidio armenio por la Cámara de Representantes de Estados Unidos han enturbiado las relaciones entre Ankara y Washington, dos países que se suponían firmes aliados desde los primeros tiempos de la Guerra Fría.

TURQUÍA SE RESISTE A DEJAR DE SER el ojo del huracán informativo. Si la grave crisis política e institucional que sufrió el país euroasiático la pasada primavera ocupó las portadas de la prensa mundial entre abril y agosto, la reciente crisis diplomática abierta con Estados Unidos va camino de convertirse en un folletín.

La cada vez más firme determinación de Ankara de lanzar una operación militar transfronteriza en el norte de Irak, a la que se opone buena parte de la comunidad internacional, y la aprobación de una resolución de condena del genocidio armenio por la Cámara de Representantes de Estados Unidos, han venido a coincidir en el tiempo, quien sabe si a propósito, para poner a prueba el estado de las relaciones entre dos países que se suponían firmes aliados desde los primeros tiempos de la Guerra Fría.

No obstante, conviene subrayar que la amistad entre Turquía y Estados Unidos ha atravesado serios altibajos durante el último siglo. Sus relaciones estuvieron suspendidas entre 1917 y 1927, mientras que entre 1975 y 1978 Turquía padeció un draconiano embargo económico por parte de Estados Unidos debido a la invasión turca del norte de la isla de Chipre.

Una situación de tensión similar a la actual se vivió en 2003, cuando el Parlamento turco se negó a autorizar un despliegue masivo de tropas estadounidenses en su territorio para la ocupación de Irak.

NI CON WASHIGTON, NI CON BRUSELAS

De hecho, la crisis entre Ankara y Washington de la que se habla tanto estos días no debería sorprender a nadie; por contra, debería interpretarse como el estallido del descontento y la desconfianza por las que atraviesan sus relaciones bilaterales desde hace ya más de cuatro años.

«Que un país poderoso y amigo, como Estados Unidos, no colabore con Turquía en la lucha contra el terrorismo, y además condene un crimen histórico del que Ankara reniega, despierta no pocas suspicacias» La invasión del vecino país árabe no sólo elevó el sentimiento antiestadounidense en Turquía hasta límites insospechados (un 91 por ciento según un sondeo de junio del grupo de análisis Pew Global Attitudes Project), sino que contribuyó a que buena parte del establishment laico de este país, con el Ejército al frente, defienda un reordenamiento de la política exterior.

Ni Estados Unidos, ni la Unión Europea, sino una Turquía independiente, es, precisamente, uno de los lemas que más se ha repetido durante el último año en Turquía, donde el ultranacionalismo está ganando nuevos adeptos.

Por ello, cada vez resulta más difícil para un turco quedarse de brazos cruzados ante los continuos ataques de la guerrilla kurda contra su país desde Irak, así como reconocer que un Estado con un pasado tan glorioso e intachable como el suyo pudiera cometer algo tan terrible como el genocidio armenio, ha asegurado Ferhat Kentel, un sociólogo de la Universidad Bilgi de Estambul.

EL RIESGO DE PERDER A UN ALIADO EN ORIENTE MEDIO

Que un país poderoso y amigo, como se supone que es Estados Unidos, no colabore con Turquía en la lucha contra el terrorismo, y además condene un crimen histórico del que Ankara reniega, despierta no pocas suspicacias. Turquía no está dispuesta ni a que sus soldados sigan cayendo en el frente ni a que la masacre de centenares de miles de armenios en 1915 se equipare con el Holocausto judío.

«Lo que es seguro es que a Washington no le conviene en ningún caso perder a su principal aliado en Oriente Medio junto a Israel»

De ahí la posición de firmeza que está exhibiendo el Gobierno de Recep Tayyip Erdogan, basada en ordenar una ofensiva a gran escala en el norte de Irak y llamar a consultas a su embajador en Washington.

Turquía se ha jugado un órdago con Estados Unidos y, a día de hoy, nadie puede predecir a ciencia cierta cuáles serán sus consecuencias. Lo que es seguro es que a Washington no le conviene en ningún caso perder a su principal aliado en Oriente Medio junto a Israel.

Con ello, no sólo se arriesga a perder el uso de la base aérea de Incirlik (en el sur de de Turquía), desde la que los norteamericanos abastecen a sus tropas en Irak y Afganistán, sino a que Turquía se decida por explotar sus lazos con países enemigos de Estados Unidos como Irán y Siria.