El conflicto que enfrenta al ejército turco con los guerrilleros kurdos del Partido de los Trabajadores podría desembocar en un peligroso operativo bélico de envergadura, que acabaría con el frágil equilibrio del nuevo Estado iraquí. Mientras, las relaciones entre Washington y Ankara están atravesando un período de fuertes e inusuales turbulencias. Cabe preguntarse si se trata de un simple malestar coyuntural o si el cúmulo de señales negativas presagian un enfrentamiento entre dos aliados estratégicos.


LOS INCIDENTES REGISTRADOS RECIENTEMENTE EN EL KURDISTÁN, que se saldaron con una cuarentena de víctimas mortales, acentúan el malestar reinante en las altas esferas del estamento castrense, muy propenso a desencadenar operaciones de castigo contra los independentistas kurdos.

La intervención de los jefes del Departamento de Estado y del Pentágono (Departamento de Defensa) ha frenado la respuesta contundente de los militares otomanos. Sin embargo, aún queda por ver si el Estado Mayor de Ankara se complace en seguir la política de contención preconizada por Estados Unidos.

EL DESENCUENTRO DE ANKARA CON WASHINGTON Y BRUSELAS

Lo cierto es que las relaciones entre Washington y Ankara están atravesando un período de fuertes e inusuales turbulencias. Cabe preguntarse si se trata de un simple malestar coyuntural o si el cúmulo de señales negativas presagian un enfrentamiento entre dos aliados estratégicos que han compartido en el pasado los mismos temores, la misma obsesión: el indeseado resurgimiento del expansionismo ruso.

«El establishment turco no disimula su malestar ante la aprobación de Estados Unidos de una resolución que condena el genocidio de la comunidad armenia turca» Ruso o soviético, poco importa; la situación estratégica de Turquía, último baluarte de la Alianza Atlántica en los confines con la madre Rusia, ofrecía a los políticos turcos un sinfín de ventajas a la hora de negociar sus acuerdos con la Administración estadounidense.

Ni que decir tiene que, a la hora de plantearse la adhesión de Turquía a la Unión Europea, la aparente complicidad entre los dos socios generó cierta suspicacia en las capitales europeas.

Para muchos políticos occidentales, la relación especial de los otomanos con el otro imperio supone un obstáculo importante, pues cuestiona la credibilidad del discurso europeísta de Ankara.

Curiosamente, el deterioro de las relaciones turco-estadounidenses podría convertirse en una coartada para un posible (o más que probable) empeoramiento de las frágiles relaciones de Turquía con los 27.

LA VENGANZA DE LOS TURCOS Y EL GENOCIDIO ARMENIO

Conviene señalar que la actual crisis tiene dos vertientes. Por una parte, Washington trata de impedir el operativo ideado por los generales turcos contra las bases del PKK en el Kurdistán iraquí, que los turcos tildan de mera operación destinada a vengar la muerte de una treintena de militares y civiles asesinados recientemente por los separatistas kurdos.

Por otra parte, el establishment turco no disimula su malestar ante la aprobación, el pasado día 10 de octubre, en el Comité de relaciones Exteriores del Congreso de Estados Unidos de una resolución que reconoce y condena el genocidio de la comunidad armenia turca, perpetrado por las huestes del Imperio Otomano durante la Primera Guerra Mundial.

Huelga decir que todos los gobiernos de la Turquía moderna se empeñaron a negar la existencia de llamado holocausto armenio, alegando que se trataba, en realidad, de una desafortunada ofensiva contra elementos hostiles a la estructura del Imperio.

En este contexto, la posible ratificación de la condena por el pleno del Congreso, prevista para mediados de noviembre, levanta ampollas en Ankara. El primer ministro Erdogan llamó al embajador turco en Washington para evacuar consultas urgentes; el propio presidente Bush se apresuró a advertir que la actuación de congresistas supone un peligro para las relaciones bilaterales.

GRAN MOVILIZACIÓN CONTRA LOS KURDOS

El dilema planteado por el recrudecimiento de la violencia en el interior del país resulta aún más complicado. En efecto, hasta el sangriento atentado del mes de septiembre, el estamento castrense otomano se vanagloriaba de haber acabado con la guerrilla del PKK, haciendo hincapié en el hecho de que el conflicto interno generado por el grupúsculo marxista, que contaba con el apoyo de la KGB y de los servicios de inteligencia de Alemania oriental, se había cobrado más de 37.000 víctimas.

Para combatir a los kurdos del PKK, el Estado no sólo movilizó al ejército y la policía, sino también a grupúsculos integrados por militantes de la extrema derecha o algunas agrupaciones radicales de corte islámico.

«El presidente de Irak, cuya familia apostó en su día por el apoyo ruso a la autodeterminación de los kurdos iraquíes, instó a la guerrilla a deponer sus armas o abandonar el Kurdistán»

La complejidad de esa extraña alianza aún no ha sido analizada con detenimiento por los politólogos; se trata, en efecto, de acontecimientos demasiado recientes, demasiado conflictivos.

En el caso del operativo contra las bases del PKK en la región fronteriza del Kurdistán iraquí, los estrategas de Ankara lamentan la inexplicable pasividad de las tropas estadounidenses acantonadas en el país vecino. Los americanos hicieron oídos sordos a las quejas del Estado Mayor turco, que solicitó su intervención contra la guerrilla.

Ante la negativa norteamericana, los militares otomanos optaron por un operativo transfronterizo que, según fuentes del Pentágono, podría poner seriamente en peligro la estabilidad política del Kurdistán, único oasis de paz cuyos pobladores no contestan la presencia estadounidense en suelo del Islam.

MALOS PRESAGIOS

Los turcos confían en una solución de compromiso, que les permitiría atacar a los guerrilleros del PKK con el apoyo logístico de las tropas americanas. Sin embargo, el Pentágono advierte que, llegado el momento, el contingente estadounidense podría enfrentarse a las unidades del ejército de Ankara. Pero los norteamericanos prefieren no involucrarse en el combate.

Por su parte, el presidente de Irak y también kurdo Jalal Talabani, cuya familia apostó en su momento por el apoyo de Moscú en la lucha por la autodeterminación de los kurdos iraquíes, instó a la guerrilla del PKK a deponer sus armas o abandonar sin más tardanza las bases del Kurdistán.

Aunque los americanos no disimulan su preocupan ante las posibles medidas de retorsión del Gobierno Erdogan, los estrategas de Washington confían en que dichos actos podrían tener, como ya lo habíamos señalado, efectos negativos para las ya de por sí difíciles negociaciones sobre el ingreso de Turquía en la Unión Europea.

Malos presagios, pues, para la política exterior de Ankara, teniendo en cuenta la oleada de antiamericanismo que se ha ido apoderando de la opinión publica del país otomano después de la ocupación del Irak por las tropas estadounidenses y el creciente porcentaje de detractores de la Unión Europea registrado últimamente en el seno de la población turca.