Seis semanas después de unas elecciones marcadas por el rechazo popular y el ascenso del islamismo moderado del Partido Justicia y Desarrollo (PJD), el rey de Marruecos formó un nuevo Gobierno sin atreverse a incorporar esa corriente, y sin proponer puentes en el abismo profundo entre pueblo y clase política, entre ciudadanos y palacio, entre la gente de la calle y una monarquía casi feudal.

HAY QUE RECORDAR QUE LA ABSTENCIÓN había sido del 63 por ciento del censo, a la que hay que añadir 4,7 millones de adultos que ni siquiera se censaron; y del 37 por ciento que votaron, un 19 por ciento de los sufragios fueron nulos y blancos. Al menos dos tercios de los marroquíes se abstuvieron de votar, y de aquéllos que sí lo hicieron, uno de cada cinco votó en blanco o su voto fue nulo.

En varias ciudades sólo un 10 por ciento de los ciudadanos en edad de votar respaldó con su voto a un partido. El Marruecos urbano, joven y más formado es el que más dio la espalda a las urnas.

EL PJD, EN LA OPOSICIÓN

El rey de Marruecos, Mohamed VI, había designado como nuevo primer ministro, en uso de sus prerrogativas reales, al secretario general del Istiqlal (el partido más votado el pasado 7 de septiembre), Abbas el Fassi, un político impopular. En el anterior gobierno era ministro sin cartera, y antes estuvo al frente del departamento de Empleo, donde se vio salpicado por un grave escándalo de ofertas ficticias de trabajo, uno de los más graves de toda la historia reciente.

«Entre los denominados ministros de soberanía, aquéllos que directamente elige el Rey a dedo, que son los cinco principales, el núcleo duro gubernamental, no hay apenas variaciones» Esta vez la designación había premiado al partido que obtuvo más escaños, al contrario que en las pasadas elecciones, en las que el Rey (que puede nombrar a quien quiera independientemente de los resultados electorales), eligió a un independiente de su absoluta confianza.

Era un buen presagio para esperar que el Rey se atreviera a incorporar al islamismo moderado al gobierno, pues aunque segunda fuerza en escaños (el Istiqlal consiguió 52 de los 325 escaños de los que se compone la Cámara de Representantes, seguido de los 47 escaños del PJD), no pudo ocultarse que habían obtenido el mayor número de votos, y habría sido prudente reflejarlo en la composición del gobierno para no desprestigiarlos frente a los radicales que habían boicoteado las elecciones con enorme éxito.

Incorporando al PJD al gobierno, se habría desautorizado la abstención (votar trae cuenta para iniciar cambios) y quitado argumentos a los radicales (votar no sirve para nada).

EL PODER, EN MANOS DEL MONARCA

Pero el gobierno diseñado personalmente por el Rey para que acompañe a su primer ministro Fassi, no presenta tales novedades. Entre los denominados ministros de soberanía, aquéllos que directamente elige el Rey a dedo, que son los cinco principales, el núcleo duro gubernamental, no hay apenas variaciones.

«formaciones políticas y sociales reclaman ya públicamente un cambio en la Constitución para que Mohamed VI reine pero no gobierne y haya una separación mayor entre los poderes» Así, el Ministerio de Interior seguirá ocupado por Chakib Benmussa y el de Asuntos Religiosos por Ahmed Taufik. En cuanto al de Asuntos Exteriores y Cooperación, su nuevo titular es Taieb Fassi Fihri, que es hombre del soberano y que hasta ahora era el segundo del Ministerio pero ejerciendo de primero a menudo en detrimento del saliente Mohamed Benaissa.

El resto de las carteras se las han repartido entre las cuatro formaciones de la mayoría parlamentaria: el Partido Istiqlal (PI), el Reagrupamiento Nacional de Independientes (RNI), la Unión Socialista de Fuerzas Populares (USFP) (que sufrió un fuerte retroceso electoral y debería haber quedado fuera del gobierno) y el Partido por el Progreso y el Socialismo (PPS), los ex-comunistas, que conservan el ministerio portavoz, aunque cambiando su titular. El nuevo Gobierno se compone de 33 ministros y secretarios de Estado, de los cuales diez son independientes, es decir, representantes directos del establishment real.

El Monarca alauí sigue concentrando el poder, a pesar de que distintas formaciones políticas y organizaciones de la sociedad civil reclaman ya públicamente un cambio en la Constitución para que Mohamed VI reine pero no gobierne y haya una separación mayor entre los poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial.

EL NUEVO GOBIERNO, MÁS DE LO MISMO

Se ha destacado la presencia de Alí Himma en el nuevo gobierno como favorito de Palacio. El hombre de Mohamed VI sube desenfrenadamente, no sólo es íntimo del Rey sino que se convierte en una pieza clave dentro del Parlamento después de la última maniobra realizada. Será quien proporcione los apoyos a un gobierno que ya ha perdido la mayoría. El grupo de Himma es el equivalente del grupo mixto en España, indicó un profesor de Derecho Constitucional de la Universidad de Rabat a Beatriz Mesa, corresponsal de Libertad Digital.

«Un gobierno liderado por el Istiqlal significará fundamentalmente más de lo mismo: cambiar la cara pero mantener el rumbo de la élite política en un parlamento sin poder significativo» La otra novedad importante es la salida de la coalición gobernante del Movimiento Popular (MP), que ha preferido pasar a la oposición, donde acompañará a los islamistas del Partido Justicia y Desarrollo (PJD). El MP es un partido de la derecha que junto a los islamistas del PJD podrían consolidar una oposición fuerte, al tratarse de la segunda y tercera fuerza más votadas, respectivamente.

Un periodista marroquí que no se atreve a ser identificado observa que no hay que olvidar que podría darse una oposición homogénea formada por dos partidos conservadores, frente a un Gobierno de centro izquierda que parece débil desde su primer día.

Un gobierno liderado por el Istiqlal significará fundamentalmente más de lo mismo: cambiar la cara pero mantener el rumbo de la élite política en un parlamento sin poder significativo, y gobernar a través de una coalición compuesta por partidos co-optados y letárgicos, que ni siquiera piensan en desafiar las reglas no oficiales pero bien conocidas del juego, establecidas por el entorno del rey. Es posible argumentar que si el PJD hubiera participado en el gobierno de coalición (que, debido a la situación de fragmentación partidaria requiere siempre de una composición de al menos cuatro o cinco partidos), casi seguramente no habría logrado promover cambios de magnitud. Sin embargo, como nuevo partido de oposición que afirma ser sin corrupción, con el deseo de probar que puede gobernar y cumplir, el PJD podría al menos haber filtrado aires renovados en las filas de la élite establecida, y, con ello, una mínima posibilidad de un nuevo ímpetu para el cambio político, coincide con nosotros la investigadora Kristina Kausch (Programa de Democratización, Fundación para las Relaciones Internacionales y el Diálogo Exterior).

Como conclusión, la política exterior e interior sigue en manos del rey y su todopoderoso Makhzen (el entramado familiar y amistoso que es el poder de facto); los islamistas moderados pueden ponerse nerviosos; la sensación de frustración ha aumentado entre las capas medias occidentalizadas y las masas islamizadas; y todo ello en un contexto en el que parece debilitarse el crecimiento económico salvo logros puntuales.

En este contexto, es de esperar que no disminuya la presión emigratoria hacia España, y aún podrían surgir problemas internos serios.