Aunque la diplomacia siria se mantenga cautelosa, la solución a los diversos conflictos que asolan a Oriente Medio pasa necesariamente por Damasco, pues es un actor implicado en todos ellos: desde la estabilización de Líbano, pasando por el conflicto entre Israel y Palestina, hasta la condena a la carrera nuclear de Irán, sin olvidar la ardua tarea de democratizar Irak. La cuestión radica en saber si el régimen sirio apostará por el diálogo o por las formas violentas a las que ya ha recurrido en más de una ocasión.

LA SITUACIÓN DE ORIENTE MEDIO es especialmente grave desde que el presidente George W. Bush decidiera embarcarse en la fracasada operación de ocupación de Irak.

«Siria ha fortalecido sus relaciones con Irán, apoya abiertamente a los grupos antiisraelíes de la región con el fin de acogotar a Israel, y sigue generando el terror en el Líbano» Los resultados de dicha intervención militar, que no gozaba de la legitimidad internacional, a la vista están: Irak vive una guerra cruenta y sangrienta a la que no se vislumbra un horizonte a corto plazo para su resolución política; Irán se ha convertido paradójicamente en una potencia regional; las tensiones fronterizas, como las que se viven entre Turquía y las fuerzas del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) amenazan con desbordarse más allá de sus límites internos.

Por último, pero no en menor importancia, la diplomacia norteamericana se ha debilitado en esta zona del mundo y goza de una menor legitimidad a la hora de resolver los conflictos de la zona, tal como se ha visto en el contencioso palestino-israelí, que vive sus horas más bajas del proceso de paz, y en la reciente crisis libanesa (todavía no cerrada y a la espera de una chispa que genere nuevos episodios de violencia).

En este contexto, el régimen de Damasco, sabedor de la carencia de alternativas de la Casa Blanca y del escaso tiempo que le queda a la administración norteamericana para desbloquear la difícil situación que se padece, juega sus bazas con habilidad y sapiencia, conociendo que tiene todo el tiempo del mundo y muy poco que perder.

LÍBANO, ¿UNA PLATAFORMA TERRITORIAL CONTRA ISRAEL?

La diplomacia siria, pese a su descrédito en muchos ámbitos de la esfera internacional, ha fortalecido sus relaciones con Irán, apoya abiertamente a los grupos antiisraelíes de la región, como Hezbolá y Hamas, con el fin de acogotar a Israel, y sigue generando el terror y la inestabilidad en Líbano, donde nunca Damasco ha ocultado su objetivo real: convertir a este país en una nación subordinada a sus intereses políticos y en una permanente plataforma territorial para continuar con su estrategia terrorista contra Israel.

«La ceguera de la administración norteamericana, su tardanza en aplicar propuestas de desbloqueo y su permanente unilateralismo, desdeñando a sus socios europeos, han llevado a este callejón sin salida»

Los libaneses, por desgracia para ellos, ponen el territorio desde donde atacar a la entidad sionista y también los muertos, tal como se ha visto en las últimas intervenciones del ejército israelí contra Hezbolá. Y como guinda, además, cuenta con el apoyo de dos de las más importantes potencias petroleras: Venezuela e Irán, asunto no baladí dada la crónica crisis que padece la infuncional economía siria.

Todo ello sin que Siria sacrifique vidas humanas, ni prestigio; arman y financian a casi todos los grupos terroristas de la región y además gozan de las periódicas visitas de nuestros máximos líderes y cancilleres, entre ellos Miguel Ángel Moratinos, gran amigo de la causa siria y, por ende, de la árabe. Hasta ahora, pese a las crecientes sospechas de que los servicios secretos sirios están detrás de la mayor parte de los atentados terroristas perpetrados en el Líbano contra activistas democráticos, nadie ha sido juzgado y encausado.

Siria actúa impunemente en tierras libanesas, y la comunidad internacional calla. Y quien calla, otorga. Triste destino el que juegan en nuestro incierto orden internacional las Naciones Unidas.

NEGOCIACIONES CONDENADAS AL FRACASO

Así las cosas, y vista la ceguera de la comunidad internacional ante el régimen sirio, que lleva desestabilizando a su vecinos desde hace décadas, lo que está claro es que Damasco no da señales de apostar por las recientes iniciativas norteamericanas para resolver la mega crisis que se vive en Oriente Medio.

«Aunque Damasco no dé demasiadas noticias y su diplomacia se mantenga en un cauteloso (cuando no sospechoso) segundo plano, habrá que contar con Siria para afrontar los próximos y grandes desafíos regionales»Saben que están condenadas al fracaso, pues tanto Irán como Siria son los principales actores con los que debería contar un proceso de esas características y que, sin su presencia, cualquier propuesta o conferencia está frustrada de antemano.

La ceguera de la administración norteamericana, su tardanza en poner en marcha propuestas de desbloqueo y su permanente unilateralismo, desdeñando a sus socios y amigos europeos, han llevado a este callejón sin salida, a este punto muerto desde donde en un futuro habrá que buscar alternativas más audaces y con mayor carga política.

Lamentablemente, para George W. Bush y quizá para toda la región ha demasiado tiempo para poner en marcha dichas propuestas; más bien habrá que esperar a las próximas elecciones norteamericanas y a una mayor implicación de la diplomacia europea en esta zona del mundo, si es que nuestros dirigentes políticos y diplomáticos son conscientes de las amenazas que provienen desde la otra orilla del Mediterráneo.

EL SEGUNDO PLANO RENTABLE

Sin embargo, aunque Damasco no dé demasiadas noticias y su diplomacia se mantenga en un cauteloso (cuando no sospechoso) segundo plano, habrá que contar con Siria con la vista puesta en afrontar los próximos y grandes desafíos regionales, a saber: la estabilización y normalización institucional de Líbano, donde numerosas fuerzas prosirias obstruyen el juego político y las instituciones; el conflicto entre Israel y los representantes palestinos, fragmentados y divididos ahora tras el golpe de Estado de Hamas contra la Autoridad Nacional Palestina; en el aislamiento y condena de la carrera nuclear de Irán, que debería ser motivo de preocupación y análisis para el régimen laico sirio, que no debería olvidar que el auge chiíí puede llevar a una crisis de incalculables consecuencias en toda la región, incluyendo aquí a Siria; y, finalmente, en la estabilización y democratización de Irak, cuya situación se torna en preocupante y cuyo flujo de refugiados hacia Siria y Jordania es ya imparable.

Es decir, y para concluir: a pesar del silencio de Damasco, la resolución de los distintos contenciosos y conflictos regionales pasa por Siria, pues es un actor implicado en todos ellos y uno de los principales enemigos de Israel en Oriente Medio.

La gran cuestión radica en saber si el régimen sirio, siempre apostando por las formas radicales y la política del terror, tal como ha demostrado históricamente, será capaz de escapar de sus permanentes inercias y apostar por el diálogo en lugar de la violencia. Veremos qué pasa cuando el régimen sirio salga de su actual autismo.