Ehud Olmert está llevando a cabo una serie de actos de supervivencia política que le han afianzado en el poder y buscan dar credibilidad a los resultados de la próxima Cumbre de Annapolis (Maryland). El primer ministro de Israel debe dar el salto de la pequeña política a la de los estadistas y ello implica grandes riesgos políticos, según el autor.

A ESCASOS DÍAS DE LA CUMBRE DE ANNAPOLIS, en Maryland (Estados Unidos), el primer ministro de Israel, Ehud Olmert, sigue llevando a cabo una serie de actos de supervivencia política que –sin resolver su problema de largo plazo– le han afianzado en el poder. Estos actos son necesarios también para dar credibilidad a los resultados de la Cumbre de Annapolis, ya que poco sentido tendrían decisiones y declaraciones realizadas por un primer ministro a punto de finalizar su carrera política, en una conferencia internacional cuyo objetivo es pacificar Oriente Medio.

Esto es especialmente importante ya que la contraparte palestina irá a Annapolis liderada por Abu Mazen (Mahmoud Abbas), el presidente palestino, quien tampoco cuenta con altos niveles de legitimidad, popularidad y apoyo.

LA DELGADA LÍNEA ENTRE ASUNTOS INTERNOS Y EXTERNOS

Este asunto nos lleva nuevamente a resaltar la importancia de la política interna con respecto a la política exterior, tanto en la parte israelí como en la parte palestina.

Ehud Olmert ha ganado simpatía y un leve repunte en las encuestas al declarar que sufre de un microscópico tumor canceroso de próstata, que es curable y que implicará una futura intervención quirúrgica.

«Resolver el problema de la amenaza representada por la nuclearización de Irán es una meta inalcanzable para Olmert, al menos hasta Annapolis»

Esto lo ubica públicamente junto a Ronald Reagan, Rudolph Giuliani y Colin Powell, quienes sufrieron del mismo mal y fueron exitosamente tratados, sin que la enfermedad afectara sus carreras públicas. Por otro lado, tras la traumática experiencia que Israel vivió a fines de 2005 y principios de 2006, con los derrames cerebrales de Sharon, podría argumentarse que a Olmert no le quedaba más alternativa que la transparencia, ya que dejar que los rumores sobre su enfermedad circularan libremente hubiera terminado por destruir su carrera política (que sufre ya de muchos otros males).

La futura publicación, hacia fines de 2007, del Informe de la Comisión Winograg –aunque ésta haya decidido hacerlo sin recomendaciones sobre culpabilidad personal– obligará al ministro de Defensa (y líder del Partido Laborista), Ehud Barak, a decidir si cumple con su promesa de retirarse del gobierno si Olmert no renuncia tras la publicación del mismo.

Entonces, ¿qué tendría que hacer Ehud Olmert para evitar la renuncia de Barak y el desmantelamiento de su coalición de gobierno?

Simplemente probarse como un estadista, o al menos un líder político de gran calibre. Esto implicaría conquistar grandes éxitos en política internacional o en política interna.

«El dilema para Abu Mazen sería: aceptar una solución internacionalmente impuesta pero indigerible desde el punto de vista de la política palestina interna, o rechazar las presiones y hacer que los palestinos sean culpados del fracaso de la Cumbre de Annapolis».

Resolver el problema de la amenaza representada por la nuclearización de Irán es una meta inalcanzable para Olmert, al menos hasta Annapolis, independientemente de cuántos viajes realice y encuentros exitosos mantenga con Putin, Sarkozy, Brown y otros líderes importantes. Concluir la Cumbre de Annapolis con éxito parece ser otra quimera.

Para Olmert, Annapolis representa el comienzo de la negociación que llevará a una paz palestino-israelí.

ANNAPOLIS SIN SENTIDO

Para la contraparte palestina, Annapolis no tiene mucho sentido sino se llega sobre una plataforma pre-acordada entre ambas partes. Este punto tiene que ver con la necesidad de generar pre-acuerdos secretos que neutralicen el impacto de la política interna sobre negociaciones de carácter internacional, pero también con el temor palestino de que siendo la parte débil, no puedan resistir a las presiones de Estados Unidos y otros.

El dilema para Abu Mazen sería: aceptar una solución internacionalmente impuesta pero indigerible desde el punto de vista de la política palestina interna, o rechazar las presiones y hacer que los palestinos sean culpados del fracaso de la Cumbre de Annapolis. Todo esto ya ha sido aprendido en Camp David, durante el mes de julio de 2000, por Arafat y el resto del liderazgo palestino. De ahí, su insistencia en lograr una plataforma de acuerdos previos.

Ehud Olmert también sabe que para su supervivencia política, estos pre-acuerdos, que deberían ser discutidos en el seno de la coalición gobernante, serían desmantelados antes de Annapolis, con el retiro del gobierno del partido Israel Beiteinu, liderada por Avigdor Leiberman y del partido Shas, liderada por Yishai.

Pero esto no es todo. Las investigaciones policiales por corrupción podrían llegar a producir acusaciones judiciales contra Ehud Olmert, aunque hasta ahora, la fiscalía no ha enfrentado al poder en términos judiciales.

LA EDUCACIÓN ISRAELÍ EN PROBLEMAS

En un período de clara prosperidad económica, el gobierno de Olmert enfrenta dos grandes huelgas en el sector de la Educación. Profesores del instituto (secundarios) llevan a cabo una huelga que ya lleva más de tres semanas, sin vistos de resolución.

«Israel va perdiendo el tipo de movilidad social que genera un sistema educativo de buena calidad en una sociedad democrática y de libre mercado»

El año académico universitario comenzó con una huelga académica que aún no ha sido resuelta, y tampoco tiene vistos de resolución. La crisis que afecta a la educación en Israel –desde el nivel pre-primario y hasta el universitario– constituye un problema de carácter estratégico, no sólo en términos amplios del conflicto árabe-israelí (ventajas cualitativas israelíes generadas a través de la educación y la investigación que se van perdiendo por falta de financiación, y empobrecimiento de todo el sistema educacional), sino también en términos de viabilidad social.

Israel va perdiendo el tipo de movilidad social que genera un sistema educativo de buena calidad en una sociedad democrática y de libre mercado en la cual las brechas socio-económicas crecen. Ehud Olmert, al no intervenir para resolver estos problemas en base a su autoridad como primer ministro, no sólo actúa en detrimento de su propia supervivencia política, sino que privilegia el corto plazo (ahorros presupuestales al rechazar demandas salariales y de mayor financiación a la educación) a costa de los intereses sociales (cierre de la brecha socio-económica a través de la educación) y nacionales (ubicarse en un buen lugar en el mundo desarrollado a través de logros educativos, culturales y científicos para los caules la calidad del sistema educacional).

Todo esto es esencial a largo plazo para Israel. Las próximas semanas dirán si Ehud Olmert es capaz de realizar el salto de la “pequeña política” a la de los estadistas, que implica grandes riesgos políticos personales inmediatos, pero que es la que termina cambiando el destino de los países.