Cuando la amenaza es creíble, el amenazado reacciona
Por Ildefonso González Blasco, 8 de noviembre de 2007
La crisis entre el Ejército turco y los rebeldes kurdos del PKK parece haberse mitigado gracias a las garantías ofrecidas a Turquía por parte de Estados Unidos e Irak, pero el caos que asola a éste último, auguran que el conflicto seguirá a corto y medio plazo. Turquía ha salido victoriosa de su primer envite, pero el futuro no es demasiado halagüeño para sus intereses. Buena parte de la solución a la crisis pasa por Estados Unidos.
(Desde Instanbul)
SÓLO SI LA AMENAZA ES CREÍBLE el amenazado la tomará en cuenta. Turquía, con su advertencia de lanzar una operación militar transfronteriza en el norte de Irak, ha obtenido lo que venía buscando desde principios de año: llamar la atención de Washington y Bagdad y arrancar su compromiso explícito de que lucharán contra el grupo terrorista Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) con medidas urgentes, efectivas y concretas.
«La salida a la crisis pasaba porque Estados Unidos e Irak actuarían contra el PKK» El empleo de la diplomacia coercitiva en su último estadio por parte de Ankara –esto es el despliegue de cerca de 150.000 soldados en la frontera común con Irak y la puesta en marcha de ofensivas militares puntuales tanto en su territorio como en el país vecino– sólo ha empezado a dar sus frutos cuando Estados Unidos ha querido que así fuera.
La visita a Turquía de la secretaria de Estado norteamericana, Condoleezza Rice, para asistir a la II Cumbre Ampliada de Ministros de Asuntos Exteriores de los Países Vecinos de Irak que se celebró a principios de noviembre en Estambul, y la subsiguiente entrevista en la Casa Blanca entre el presidente estadounidense, George W. Bush y el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, consiguieron apaciguar las intenciones belicosas del país euroasiático, que parecía decidido a atacar a los cerca de 4.000 milicianos del PKK que campaban a sus anchas en el norte de Irak.
UNA SOLUCIÓN… A MEDIAS
A la actual situación de máxima tensión se llegó por la escalada de violencia de los insurgentes kurdos, cuyos ataques y atentados sesgaron la vida de medio centenar de soldados y civiles en menos de un mes, pero también porque el Ejército turco no se amedrentó, sino que acumuló tropas y pertrechos en el este de la península de Anatolia. El área, de mayoría kurda y la más atrasada económicamente de Turquía, quedó convertida en una auténtica zona de guerra desde octubre, el mismo mes en que se aprobó una moción parlamentaria que daba luz verde a la susodicha operación transfronteriza.
«El Gobierno islamista moderado de Erdogan continúa mostrándose insatisfecho ante la opinión pública internacional y mantiene abierta la vía armada»La salida a la crisis, que a día de hoy aún no se ha cerrado, pasaba porque Estados Unidos e Irak ofrecieran unas mínimas garantías a Turquía de que actuarían contra el PKK, el primero como potencia ocupante de facto del país árabe y el segundo como nación soberana donde recibe cobijo una banda terrorista. Y así ocurrió en la cumbre de Estambul. Allí, Rice prometió que Washington elevaría la información de Inteligencia que suministra a Ankara, mientras que el primer ministro iraquí, Nuri al Maliki, dio a conocer un paquete de medidas drásticas contra el PKK. Entre ellas figuraba la persecución y detención de insurgentes kurdos, la eliminación de sus redes de apoyo logístico, el cierre de sus oficinas en el Kurdistán iraquí o el establecimiento de nuevos puestos de control cerca de la frontera con Turquía.
Turquía no dudó en celebrar las decisiones anunciadas por Rice y Al Maliki, muchas de las cuáles se han puesto en práctica en un tiempo récord. Sin embargo, no han colmado por completo sus deseos, puesto que la estrategia de presión de Ankara es a largo plazo. De hecho, el Gobierno islamista moderado de Erdogan continúa mostrándose insatisfecho ante la opinión pública internacional y mantiene abierta la vía armada. En eso consiste precisamente la diplomacia coercitiva.
UN PROBLEMA QUE PERSISTIRÁ
Turquía ha salido victoriosa de su primer envite, pero lo cierto es que el futuro no es demasiado halagüeño para sus intereses. El invierno ha llegado ya a las montañas que la separan geográficamente de Irak y con la estación de las nieves se diluyen las posibilidades de ejecutar una operación militar transfronteriza con unas mínimas garantías de éxito. Además, el país árabe sigue inmerso en una situación de caos de la que se desconoce cuándo saldrá, por lo que su poder para controlar al PKK es bastante reducido.
«Los bombardeos del gigante euroasiático alimentarán aún más el odio entre los independentistas radicales kurdos»
Así las cosas, buena parte de la solución a la crisis pasa por Estados Unidos. No obstante, como mal menor y por temor a perder un aliado estratégico en la región, Washington podría hacer la vista gorda a operaciones quirúrgicas del Ejército turco en el norte de Irak, como por otra parte viene ocurriendo desde hace dos décadas. Por ello, todo apunta a que el problema persistirá a medio y largo plazo. Los bombardeos del gigante euroasiático alimentarán aún más el odio entre los independentistas radicales kurdos y, con ello, su capacidad para captar nuevos adeptos entre una población que poco o nada tiene que perder.
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