La indefinición del programa económico de Cristina Fernández de Kirchner tiene que ver con que la ambigüedad le permite a la futura presidenta gozar de manos libres para lograr un nuevo pacto social. En todo caso, en algún momento la presidenta tendrá que decidir si mantiene el discutible giro a la izquierda, si ocupa definitivamente el centro progresista o si se deja llevar a cualquier parte para conservar el poder.

(Juan Antonio Sacaluga ha sido enviado especial de RTVE a Argentina para realizar un especial del programa EN PORTADA sobre las recientes elecciones.) LOS MEDIOS PRÓXIMOS a los intereses financieros y empresariales internacionales han acogido con frialdad el éxito electoral, por lo demás esperado, de Cristina Fernández en las elecciones presidenciales argentinas.

La desconfianza hacia la esposa del todavía presidente está basada en la política económica de los últimos dos años, tras la salida de Lavagna del gobierno. Desde la Casa Rosada, se califica de acumulación y crecimiento, imaginativa e independiente de los dictados del Fondo Monetario Internacional (FMI) y de los centros de decisión ajenos a los intereses argentinos.

El mundo empresarial se ha asimilado esta política a una etiqueta largamente acuñada: el peronismo. El problema peronista persiste, afirmaba el editorial del diario de la City, el Financial Times.

Quizás se olvida en esos medios financieros internacionales que peronista también se proclamaba Carlos Menem, el presidente que, sin embargo, practicó la política más radicalmente neoliberal de la reciente historia latinoamericana. Y que de aquellas recetas vinieron luego los escenarios catástrofe del cambio de siglo.

CONFUSA LÍNEA ENTRE POPULAR Y POPULISTA

¿Es Cristina Fernández peronista? Si por peronista se entiende una política que combina lo nacional y lo social, como discurso, tal vez. Pero la sensación recogida en Buenos Aires semanas antes de las elecciones es que el peronismo como referencia ideológica y política (más allá de la pura marca electoral) daba señales de agotamiento.

«El peronismo clásico no traga a los Kirchner porque entienden que han utilizado a su antojo los símbolos, emblemas y valores tradicionales del justicialismo hasta donde les ha convenido» Nos decía Felipe Solá (hasta ahora gobernador de la poderosa provincia de Buenos Aires y más que probable futuro presidente del Congreso de los Diputados), que el peronismo ha demostrado siempre su capacidad de reinventarse. Nos disputaba que eso fuera oportunismo y reivindicaba un perfil de izquierda moderada pero popular para dar respuesta a los actuales desafíos de la sociedad argentina.

Entre popular y populista, siempre ha habido en Argentina una confusa línea. Los años K se han caracterizado por un continuo equilibrio entre ambas propuestas. Los índices de pobreza se han reducido a la mitad y ha aumentado el empleo. La oposición admite la mejora, pero asevera que las mejoras descansan exclusivamente sobre la coyuntura favorable que ha propiciado, entre otros factores, el elevado precio de las materias primas de exportación. Más allá de eso, el fantasma de la inflación vuelve a repuntar.

Lavagna nos aseguró que el actual gobierno está malgastando la herencia del periodo de recuperación (2002-2005) y desacreditó la política social de Kirchner por considerar que estaba orientada exclusivamente a lograr la continuidad en el gobierno. El ex ministro (y casi toda la oposición) cree que los mecanismos clientelares tan típicos del peronismo no han desaparecido, simplemente se han adaptado a los nuevos tiempos.

El peronismo clásico no traga a los Kirchner porque entienden que han utilizado a su antojo los símbolos, emblemas y valores tradicionales del justicialismo hasta donde les ha convenido. Y una vez establecido un itinerario dinástico de poder, han empezado a soltar lastre.

«No es descabellado aventurar que el peronismo clásico se desdibujará aún más durante el tránsito Néstor-Cristina»

La facción del peronismo que se ha convertido al chavismo todavía no le ha retirado el crédito. Pero desconfía de sus desplantes. Luis Delía, el líder sindical y piquetero, nos decía que el movimiento popular al que pertenece no quiere romper con el kirchnerismo, pero se confesaba inseguro de si el kirchnerismo querrá seguir con ellos.

LA NECESIDAD DE CONSENSO NACIONAL

No es descabellado aventurar que el peronismo clásico se desdibujará aún más durante el tránsito Néstor-Cristina. La actuación de la senadora Fernández anticipa un eclecticismo ideológico, que le permitirá alinearse con el aliado político (regional o nacional) más conveniente en cada momento.

«Puede haber algo de involuntaria monarquía parlamentaria (tal y como la conocemos en Europa) en la presidencia de Cristina» La indefinición del programa económico de Cristina se explica por varias razones. En primer lugar, todavía no es muy fuerte en la sociedad la percepción de riesgos. Pero, sobre todo, la ambigüedad le permite a la presidenta gozar de manos libres para manejarse en el previsible debate que se convocará desde la Casa Rosada para lograr un pacto social. Cristina tratará de desempeñarse entre los distintos agentes sin ser portavoz de ninguno, sino más bien la garantía de superación de los previsibles conflictos.

En todo caso, en algún momento la presidenta tendrá que decidir si mantiene el discutible giro a la izquierda, si ocupa definitivamente el centro progresista o si se deja llevar a cualquier parte para conservar el poder.

La asignación de tributos reales a Cristina, lanzada desde ciertas órbitas mediáticas europeas y anglosajonas, tiene más de frívolo desprecio que de ajustado análisis político. Pero puede haber algo de involuntaria monarquía parlamentaria (tal y como la conocemos en Europa) en su presidencia.

Más allá de los previsibles manejos tácticos apuntados, se impone como necesidad la búsqueda de un necesario consenso nacional que se quebró en los noventa, y que puso al país al borde del abismo a finales de la década pasada. Es hora de construirlo de nuevo. Quizás la personalidad y el carácter de Cristina Fernández no construyan el perfil más adecuado para hacerlo. Pero la historia le ha elegido a ella.

 

Veremos si CFK es capaz responder a su llamado.