Las últimas ediciones de las Cumbres Iberoamericanas han manifestado el desgaste de los encuentros, reflejados en las ausencias periódicas y sonoras y en los capítulos polémicos e innecesarios, así como en la incapacidad alcanzar acuerdos económicos. La solución pasa por reciclar el foro y convertirlo en una suerte de conciencia crítica basado en la defensa de una determinada visión del mundo que represente al colectivo iberoamericano ante el mundo, según el autor.

LAS CUMBRES IBEROAMERICANAS ESTÁN SUFRIENDO un desgaste que se antoja irreversible si se mantiene el actual formato, que es una de las causas de que en las últimas convocatorias las ausencias hayan sido clamorosas. En la edición de Santiago de Chile volvieron a faltar a la cita cuatro mandatarios, después de que otros cinco mantuvieran un innecesario suspense hasta su entrada en el plató en el último minuto.

«Es evidente que el hecho de que la economía con mayúsculas se halle ausente de las Cumbres Iberoamericanas, quita atractivo al escenario y desmotiva a muchos líderes regionales que continúan bajo el asedio de la balanza de pagos» Entre las ausencias sonoras, la del presidente de México, Felipe Calderón, y la del dirigente cubano, Raúl Castro. Y entre las polémicas inútiles, y contraproducentes, la protagonizada por el Rey Juan Carlos y el mandatario venezolano Hugo Chávez, cuando el primero se saltó el protocolo que le obliga a escuchar sin rechistar, luego de que el segundo insistiera en la descalificación del anterior gobernante español, José María Aznar. Fallaron en esta ocasión las diplomacias de una y otra orilla que, entre otras funciones, tienen como misión prioritaria evitar los excesos, vengan de donde vengan.

Más allá de las razones de cada quien para no acudir a la Cumbre y más allá de los rifirrafes que podrían ser soslayados si los funcionarios de las respectivas Cancillerías ejercieran como tales antes de la convocatoria, el hecho es que la inasistencia de Jefes de Estado con sobrada influencia en la región resta colorido a una reunión que se proyecta al máximo nivel y que acaba casi siempre desnatada por múltiples motivos.

Junto a las ausencias, los objetivos imprecisos y las conclusiones demasiado etéreas, cuando no simplemente bienintencionadas, aliñado todo ello con un lenguaje rimbombante, han propiciado que estos encuentros ocupen cada vez menos espacio en los soportes informativos a pesar de los éxitos que, aunque modestos, también cabe incluirlos en el inventario.

LA ECONOMÍA, BRILLANTE POR SU AUSENCIA

«El escaso margen de maniobra de España en el rubro económico, se reduce aún más por su pertenencia a la Unión Europea. Aun así, ha hecho gala de una generosidad encomiable desde que se inauguraron los encuentros»Es evidente que el hecho de que la Economía con mayúsculas se halle ausente de las Cumbres Iberoamericanas, quita atractivo al escenario y desmotiva a muchos líderes regionales que continúan bajo el asedio de la balanza de pagos, los saldos domésticos y el magro desarrollo de sus naciones, con los consiguientes apagones sociales. Pero el rango de potencia media de España impide a este país ejercer de gran gestor de las cuentas del colectivo, desde el momento en que cualquier transacción comercial tiene que ser necesariamente modesta.

Si bien España se ha convertido en el último lustro en un importante exportador de capital, sigue sin tener ascendiente sobre las instituciones internacionales (públicas y privadas) que concentran el poder económico y que están en condiciones de negociar, a la baja o a la alza, las descomunales deudas externas latinoamericanas, así como fomentar las inversiones en la zona.

Por lo mismo, el papel de promotor de España se circunscribe sobre todo a los aspectos políticos, sociales y culturales que, siendo esenciales para el porvenir de cualquier condominio, son claramente insuficientes en estos tiempos de elevado materialismo.

«Es mucho más urgente relanzar otras vocaciones colectivas, menos rentables pero que pueden servir para amarrar sensibilidades y compartir futuros más risueños» Además, el ya de por sí escaso margen de maniobra de España en el rubro económico, se reduce todavía más por su pertenencia a la Unión Europea y el inevitable acatamiento de las normas comunitarias. Aun así, el país ibérico ha hecho gala de una generosidad encomiable desde que se inauguraron los encuentros presidenciales con el fin de que el espíritu de la colmena no decayera. Y hay que subrayarlo.

En un mundo donde el pragmatismo se está imponiendo como el estilo político por excelencia, las Cumbres Iberoamericanas constituyen el reverso de la moneda, un espacio vedado a las grandes operaciones comerciales o financieras, que se resiste a los pactos capitalistas de envergadura ya que cualquier acuerdo nace restringido por la falta de solvencia de los países que apadrinan el encuentro.

UNA SUERTE DE CONCIENCIA CRÍTICA INTERNACIONAL

Soy de los que defienden las Cumbres Iberoamericanas frente a los que las consideran ceremonias inútiles, porque pienso que el mero hecho de que los Jefes de Estado y de Gobierno de nuestra comunidad se reúnan periódicamente para intercambiar experiencias y acercar pareceres, tiene un valor intrínseco.

«Es esencial que la comunidad iberoamericana pueda expresarse al unísono en las tarimas internacionales, de manera constante y sistemática» Sin embargo, y precisamente por la imposibilidad de alcanzar acuerdos en el muy cotizado universo macroeconómico, es mucho más urgente relanzar otras vocaciones colectivas, menos rentables en términos pecuniarios pero que pueden servir, y mucho, para amarrar sensibilidades y compartir futuros algo más risueños. Por ejemplo, todas las que guardan relación con un comportamiento ético, solidario y multicultural a nivel planetario.

El foro iberoamericano debería convertirse sin más demora en una suerte de conciencia crítica internacional; asumiendo las carencias y los errores propios, pero también denunciando la deriva mundial en materia de progreso social y los excesos de un sistema que castiga mucho más que redime a la inmensa mayoría de los países.

Para ello, es esencial que la comunidad iberoamericana pueda expresarse al unísono en las tarimas internacionales, de manera constante, sistemática. Y entiendo que hay sintonía suficiente como para establecer una plataforma de acción común y elaborar una hoja de ruta que comprometa, en la defensa de una determinada visión del mundo, al colectivo iberoamericano en su conjunto. Creo que nuestras respectivas sociedades, conscientes de las limitaciones para avanzar en otros ámbitos, agradecerían este gesto de independencia moral que supondría hablar con voz propia y diferenciada en las grandes plazas del planeta.