América Latina debe dejar atrás las ideas de las utopías regresivas, la de la confrontación de la guerra fría, para buscar y tomar el camino de la centralidad de izquierdas o de derechas, en beneficio de toda la ciudadanía. El progreso y la modernidad no están en los extremos; en realidad, nunca lo estuvieron.

(Desde Montevideo) ANTE LA GLOBALIZACIÓN, y en general ante los cambios de las últimas décadas, se han visto tres actitudes en la izquierda en la región: los posibilistas, que se resignan y renuncian a los cambios; los negadores, que no quieren ver la nueva realidad; y, en tercer lugar, los que asumen esa realidad para tratar de encontrar e inventar los caminos hacia una sociedad diferente.

«La izquierda históricamente se ha preocupado de cómo distribuir la riqueza, pero no de cómo se crea. La derecha ha descubierto cómo generar riqueza, pero siempre dice que no es la hora de repartir»

Muchos dirigentes izquierdistas se han sumado a la corriente de liquidación de la multilateralidad que representan los organismos internacionales, empezando por Naciones Unidas, el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional, según pregonan en sus discursos antiglobalizadores.

Es obvio que muchas de estas instituciones están desfasadas, incluso respecto a los principios que inspiraron su fundación, y por tanto tienen que cambiar. Pero muchos sectores de la izquierda latinoamericana no tiene en cuenta que la comunidad internacional, tal y como se mueve hoy, no podría crearlos hoy día si no existieran.

CÓMO COMPATIBILIZAR CRECIMIENTO Y REDISTRIBUCIÓN

La izquierda históricamente se ha preocupado de cómo se redistribuye la riqueza, pero nunca se ha preocupado de cómo se crea. El discurso ortodoxo y militante dice que hay riqueza para todos, pero lo que sucede es que está mal repartida. Entonces, termina igualando hacia abajo, dilapidando esa riqueza hasta llegar a la miseria y no pensando en cómo generarla. Como decía el ex primer ministro de Suecia, Olof Palme, la preocupación no es que haya ricos, lo que preocupa son los pobres a los que hay que elevarle la calidad de vida.

«La centralidad ante los extremos regresivos es vital para tener modelos de sustentabilidad, credibilidad y confianza que satisfaga a nuestras sociedades»

La izquierda sesentista no está repartiendo el fruto del árbol bien cultivado. Está repartiendo el árbol a pedazos. Y ya no tiene frutos para repartir, como pasó en Cuba.

La lección del fracasado socialismo real es clara: si se sacrifica la libertad en aras de la igualdad, se pierde al final también la igualdad, porque la burocracia dueña del Estado sin controles democráticos termina explotando a la población y utilizando al estado en provecho propio.

La derecha tiene la posición opuesta. Ha descubierto la forma en cómo generar riqueza, pero siempre dice que no es la hora de repartir.

Por eso la centralidad ante los extremos regresivos, como el del presidente venezolano Hugo Chávez, que licua marxismo, populismo, religión, petróleo, entre otros cosas, es vital para tener modelos de sustentabilidad, credibilidad y confianza necesarios para construir un modelo que satisfaga a nuestras sociedades.

El estilo político confrontativo y la polarización, en el extremo, pueden ser negativos para la democracia al demonizar toda posición que no coincida con la del gobierno.

QUE EL GATO CACE RATONES, SIN IMPORTAR EL COLOR QUE TENGA

Los Estados, por lo general, no son buenos gestores ni empresarios. Su rol no es generar riqueza, es hacer cumplir reglas claras y duraderas para países predecibles, que permitan la inversión privada para generar empleo y riqueza, porque sino nada se puede redistribuir.

«Son necesarios consensos nacionales que permitan al poder político crear reglas para empresarios e inversionistas. Son necesarias políticas de Estado, pues cada cuatro o cinco años no se pueden borrar las reglas y comenzar de cero»

La izquierda tiende a casarse con los instrumentos aunque se divorcie de los objetivos, en lugar de ser leal a los objetivos y flexible a la utilización de los instrumentos. El estatismo parece ser uno de los íconos intocables de esa izquierda conservadora.

Sin embargo, muchas veces las empresas públicas se sostienen por la voraz fiscalidad, por presupuestos desmedidos, que no resuelven los problemas de la ciudadanía. Lo que necesitamos, como recordó hace pocas semanas en Uruguay el ex presidente del gobierno español Felipe González, es que el gato cace ratones, sin importar el color que tenga. Como explicó el ex presidente socialista español, la integración física a través de carreteras, puertos, infraestructuras, hace mucho más por la ciudadanía que los encendidos discursos caudillescos y estatistas, propios del siglo XIX, de muchos gobernantes de Latinoamérica. La empresa y la inversión privada son vitales para el desarrollo.

El ex presidente autonómico de Cataluña, el socialista Pasqual Maragall, que también realizó un fugaz visita a Montevideo, recordó que tras la crisis de los socialdemócratas alemanes, de los socialistas franceses y la decadencia de los socialismos escandinavos, y el rotundo fracaso de los comunistas, está abocado a la construcción de un nuevo experimento que contribuirá a cambiar la geografía política: el Partido Demócrata de Europa.

En opinión de Maragall, también la mirada debe ir hacia el centro, debe ser progresista y de centroizquierda, ante los desafíos que tienen los países y ciudadanías inmersos en los grandes centros de poder político y económico.

POLÍTICA DE ESTADO E INVERSIÓN EXTRANJERA

Hoy son necesarios consensos nacionales que permitan al poder político crear reglas de juego claras para empresarios e inversionistas. Son necesarias las políticas de Estado, pues cada cuatro o cinco años, con la asunción de un nuevo gobierno por la alternancia democrática, no se pueden borrar las reglas y comenzar de cero.

Los proyectos progresistas solo son posibles si se logra su inserción exitosa en un mundo globalizado, según opina el ex secretario general del Partido Socialista de Uruguay, Manuel Laguarda.

La inversión extranjera es vital para los países latinoamericanos. La globalización no es reversible, pero es ideal para construir nuevos escenarios con alianzas entre países y bloques; entre Estados, la empresa privada y la sociedad civil en su conjunto. Una oportunidad única para que América Latina deje finalmente su trágico pasado e ingrese a la modernidad, sin mesianismos, con racionalidad y por el camino del medio.

El empresario es un actor fundamental en la Economía y a veces tiene un papel más críticamente representativo que el propio responsable del Estado-Nación en la medida en la que se inserta en la economía global.

La historia demostrará qué líderes políticos estuvieron a la altura de las nuevas circunstancias y no desperdiciaron un tiempo precioso para el crecimiento, con miras a reducir la pobreza, la desigualdad y a crear empleos.