Hugo Chávez ha anunciado que su objetivo es convertir a Venezuela en una régimen de partido único guiado por el socialismo del siglo XXI. Lo que está en juego con el próximo referéndum del 2 de diciembre no es ni más ni menos que el sistema democrático venezolano, según el autor. ¿Será capaz de reaccionar la sociedad venezolana ante tal desafío?, interroga.

(Desde Bogotá) TRAS LA APROBACIÓN de la reforma constitucional por parte de la Asamblea Nacional de Venezuela, el país se muestra más bipolarizado que nunca y, por primera vez, las protestas callejeras amenazan la estabilidad de un régimen que hasta ahora gozaba de la ausencia de una oposición real y organizada. El movimiento estudiantil, cada vez más activo ante el afán no disimulado del régimen chavista por ocupar todos los espacios, podría convertirse en el aglutinador de una sociedad civil descontenta ante el giro izquierdista e intervencionista que pretende impregnar la nueva reforma constitucional en el ordenamiento político venezolano.

«La reforma constitucional, que encamina a Venezuela hacia un régimen de tipo socialista más cercano a la Cuba castrista que al socialismo democrático chileno, incluye la reelección indefinida del delirante de Caracas»

Por ahora, aparte de la tradicional oposición política venezolana, que no mostró grandes reflejos políticos en los comienzos del régimen que ahora se pretende de partido único, ya han manifestado su apoyo a estas protestas las organizaciones de empresarios, la Iglesia católica y los rectores de las principales universidades venezolanas. Estos sectores sociales, junto con la Venezuela del silencio que generalmente no participa en la vida política, podrían vertebrar y articular todo un movimiento de protesta y defensa del voto negativo ante el referéndum del 2 de diciembre.

Para empezar, exigen una moratoria de tres meses en la consulta que se celebrara en dos fases, de tal forma que la población pueda conocer el alcance de la decisiva reforma y debatir sobre la misma, algo que como era de suponer molesta al máximo líder venezolano, el hasta ahora indiscutido Hugo Chávez. El presidente venezolano es más amigo de la descalificación e incluso el insulto del adversario que del debate y la discusión rigurosa; prefiere los monólogos donde le aplauden sus gorilas de uniforme rojiverde en Aló Presidente que la escena parlamentaria.

UN ESTADO SOCIALISTA EXENTO DE INICIATIVA PRIVADA

La reforma constitucional, que encamina a Venezuela hacia un régimen de tipo socialista más cercano a la Cuba castrista que al socialismo democrático chileno, incluye la reelección indefinida del delirante de Caracas, el fortalecimiento de los poderes del presidente, el fin de la autonomía del Banco Central, el famoso y controvertido poder popular y un descarado intervencionismo del Estado en todas las áreas de la Economía, institucionalizando las expropiaciones de determinadas propiedades privadas en función del interés general.

«La reforma constitucional limita las garantías procesales y la libertad de información en estados de excepción, un precedente único y gravísimo en la vida de América Latina»El proyecto, resumido en dos grandes líneas, pretende convertir a Venezuela en un Estado socialista, con el fin de repartir la pobreza y ahogar toda iniciativa privada, bien sea del exterior como del interior, y permitir a Chávez gobernar sin límite y, lo que es más importante, sin ningún tipo de control por parte de los tradicionales tres poderes de las democracias de todo el mundo.

Estos asuntos, que deberían escandalizar a cualquier demócrata europeo, son aplaudidos como logros por Le Monde Diplomatique y otros izquierdistas trasnochados que escriben sus columnas sin ni siquiera haberse paseado por las villas de la miseria y el miedo levantadas por un régimen basado en el clientelismo y en el reparto de la corrupción.

LA FALSEDAD FUNDAMENTAL DEL CHAVISMO

Pero hay asuntos todavía más polémicos en la nueva reforma constitucional: se limitan las garantías procesales y la libertad de información en estados de excepción, asunto este último que debería preocupar a todos los informadores del mundo, pues constituye un precedente único y gravísimo en la vida de América Latina. «La oposición democrática, junto con aquellos sectores que la secundan, saben que en el referéndum del próximo mes se juegan mucho y que si el resultado de la consulta es afirmativo quizá ya no haya vuelta atrás» También, de ser aprobada la nueva Constitución bolivariana (pobre Bolívar, que siempre fue un liberal… ), los estados de excepción no tendrían limitación de tiempo, lo que daría a Chávez amplio margen de maniobra para gobernar y poner fuera de juego a la oposición democrática a su antojo.

Arguye Chávez que tanto sus poderes como los de la Asamblea que aprobó su reforma son democráticos y que provienen del pueblo, que libremente votó por las mismas. Todo ello es relativamente cierto, pero descansa sobre una falsedad fundamental: Chávez confunde los mecanismos de la democracia con sus contenidos. Nunca será una democracia un país donde el poder del presidente sobre los poderes legislativo, judicial y ejecutivo es absolutamente desequilibrado y donde no existen mecanismos de control de ningún tipo.

Luego, un sistema democrático tradicional, tal como lo entienden todas las democracias del mundo, implica la existencia de una prensa libre, una oposición democrática que sea realmente una alternativa y que pueda ejercer libremente como tal y, por último, unos mecanismos electorales que permitan la plena e igualitaria participación de todos los actores políticos en igualdad de condiciones ante las urnas. Ninguna de estas tres condiciones se dan actualmente en la Venezuela chavista.

NADA QUE VER

La oposición democrática, junto con aquellos sectores que la secundan, saben que en el referéndum se juegan mucho y que si el resultado de la consulta es afirmativo quizá ya no haya vuelta atrás. También teme que el régimen no juegue limpio y fuerce un resultado no deseado por la ciudadanía.

Chávez ya ha anunciado que su objetivo es convertir a Venezuela en una régimen de partido único guiado por el socialismo del siglo XXI, una patochada eufemística que tan sólo esconde un régimen intervencionista y estatalista catalizador de viejas fórmulas fracasadas (como los regímenes socialistas) y sin resquicios para la libre expresión de la sociedad civil. Nada que ver con la democracia.

Lo que está en juego el próximo dos de diciembre no es ni más ni menos que el sistema democrático venezolano. ¿Será capaz de reaccionar la sociedad venezolana ante tan maño desafío y apostar decididamente por la libertad y la democracia?

Veremos qué pasa.