¿Se encuentra América Latina dividida en dos modelos como se sostiene en Europa? Para el autor, lo que prima es más bien la diversidad y la heterogeneidad. Paradójicamente, en el bosque de las distintas experiencias que existen hoy en América Latina, los casos de éxito (Chile, Brasil, Perú y Colombia) son los que menos ruido provocan y menor atención reciben.
(Desde Santiago de Chile) LA FORMA EN QUE TERMINÓ la última Cumbre Iberoamericana en Santiago de Chile oscureció el hecho de la diversidad que existe hoy en América Latina, en términos de propuestas, tanto políticas como económicas.
En efecto, durante mucho tiempo, sobre todo en Europa, analistas y medios de comunicación presentaron una especie de bipolaridad que nunca realmente existió: por un lado aquellos partidarios de la globalización, entre los que se nombraba a Chile y Colombia, y aquellos contrarios, encabezados por la Venezuela de Hugo Chávez.
«La verdad es que en la región latinoamericana existe una situación donde hay experiencias relativamente exitosas que reciben menos atención porque quizás no han intentado convertirse en modelos»
Sin embargo, ello nunca fue tan simplista, ya que varios procesos integrados al mundo eran encabezados por la izquierda moderada, fuera en Chile, Uruguay o Brasil; por otra parte, la Argentina de Kirchner y la experiencia bolivariana eran muy diferentes entre sí, al igual que el Ecuador de Correa, es decir, los populismos tienen distintas variedades y tonalidades. Incluso, el proceso boliviano obviamente tiene influencias, comparte ideas con el venezolano y también la polarización, pero parece ser uno que va desde abajo hacia arriba (la reivindicación indigenista), y no al revés. Por último, debiéramos agregar experiencias de mercado conducidas por la derecha, pero con un identificable acento social, como es el caso de la Colombia de Uribe y el México de Calderón.
Es decir, habría que hablar en términos de experiencias y experiencias, de diversidad y heterogeneidad en la región, más que del simplismo de dos modelos. Sobre todo, el interés en el árbol mediático de Hugo Chávez, incluyendo su reciente derrota en el referéndum, no debiera ocultar el bosque de las distintas especies que existen hoy en América Latina, y donde las que meten menos ruido parecen ser más exitosas que las otras.
En otras palabras, no es bueno hablar en términos de blanco y negro, sino de distintos colores y alternativas, que van mucho más allá de Chávez y del ALBA, por un lado, y de los globalizantes, por el otro.
CHILE, EL CASO RECURRENTE
Guardando las proporciones, al menos para efectos analíticos, lo que ocurre quizás recuerde a lo que pasaba durante la guerra fría, en la que para muchos aparecían tan sólo dos campos, pero hoy se entiende que, así como los ex países soviéticos tomaron distintos caminos, en el otro campo, lo que se presentaba como un solo modelo, tenía realmente diferencias, ya que el capitalismo anglosajón era y es diferente al europeo o al japonés.
«Existe hoy confusión acerca de por qué Chile está creciendo por debajo de sus potencialidades y por debajo de otras economías latinoamericanas»
La verdad es que en la región latinoamericana existe una situación donde hay experiencias relativamente exitosas que reciben menos atención porque quizás no han intentado convertirse en modelos.
El caso al que normalmente se recurre es al de Chile, sobre todo, por sus éxitos en el crecimiento económico y en la reducción de la pobreza, y en una serie de indicadores que van desde fortalecimiento institucional hasta bajos niveles de corrupción que lo acercan a países desarrollados. La base de este esquema fueron grandes acuerdos que consolidaron una transición sin traumas, donde el caso Pinochet fue la excepción. Los acuerdos se dieron sobre la base de consensos en temas vitales de Estado y en política exterior, y en grandes acuerdos comerciales con la Unión Europea, Estados Unidos, Corea del Sur y Japón, a lo que se han agregado temas sociales como la salud y la educación. Todo lo anterior se ubica en el contexto de una concertación muy amplia de gobierno que ha permanecido en el poder desde el retorno a la democracia, y en un esquema donde todas las reformas constitucionales se han hecho de acuerdo con la oposición.
Sin embargo, como en otras áreas de la vida, tan difícil como subir es mantenerse en la cima, y en Chile han surgido muchas dudas acerca de que el país esté realmente avanzando en el día de hoy, y más bien, hay una sensación de estancamiento y de falta de ideas para una segunda generación de muy necesarias reformas económicas y políticas, además de una fuerte crítica al hecho que el crecimiento económico no ha ido acompañado por una distribución del ingreso más justa. De hecho, existe hoy confusión acerca de por qué el país está creciendo por debajo de sus potencialidades y por debajo de otras economías latinoamericanas, y por qué no ha sido capaz de aprovechar el excepcional precio de su principal exportación, como es el cobre.
LOS CASOS DE PERÚ Y COLOMBIA
Entre las experiencias que debieran recibir más atención está Perú, que a pesar de todos sus problemas, exhibe por varios años continuados crecimientos superiores al 6 por ciento, está recibiendo abundante inversión extranjera, y a pesar de la caída en la popularidad de Alan García, parece tener un camino más o menos orientado.
Por cierto, sus problemas sociales y políticos siguen siendo muy grandes, al igual que la falta de oportunidades que sigue llevando a la emigración a numerosos ciudadanos, pero la inestabilidad parece estar siendo superada y se anuncia abiertamente la intención de competir con Chile en la parte sur del continente. De hecho, está próximo un tratado de libre comercio con Estados Unidos.
Por su parte, Colombia tiene una muy injusta imagen por los secuestros, la guerrilla y el narcotráfico, ya que a pesar de prolongados problemas que han destruido a otras sociedades, es sin duda una democracia, un Estado de Derecho, y ha recuperado lo que la distinguió durante el siglo XX, es decir, una de las economías más estables de la región, sin los ciclos de crisis y recuperación de otras. De hecho, hoy Colombia está atravesando por una buena situación económica, sobre todo, en términos de inversión extranjera.
Esta capacidad de prosperar a pesar de las dificultades anotadas, debiera ser un ejemplo reconocible y no un motivo de crítica.
EL CASO DE BRASIL… ¿UNA HISTORIA CONOCIDA?
Pero si hubiera que elegir un país, cuyos éxitos se destacan claramente en la región, ese debiera ser Brasil.
Es un Brasil que se distancia de Argentina gracias a sus buenos resultados y mayor estabilidad, que busca adquirir protagonismo a nivel mundial, que es un actor importante en las rondas Doha de comercio internacional, y que persigue no sólo un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU, sino que también está estableciendo una especie de frente unido con equivalentes en otras regiones, como India y Sudáfrica.
«Brasil actúa más bien por presencia, y así ellos mismos señalan que prefieren el uso de lo que se llama el soft power, es decir, el poder blando, al ejercicio de lo que proviene directamente de sus recursos, población y tamaño»
Brasil es el gigante natural de Sudamérica, tanto en tamaño como en población. Lula tiene una popularidad reconocida, y ha superado divisiones partidarias internas, las acusaciones de corrupción que han salpicado su entorno directo y el incumplimiento de promesas electorales de cambio profundo.
Por cierto, que sus problemas sociales y de desigualdad siguen siendo mayúsculos, pero el punto de fondo es que hoy Brasil parece orientado hacia un saludable crecimiento, goza de prestigio en los mercados mundiales y está siendo un foco de inversión, tanto nacional como internacional, además de poseer un mercado interno de dimensiones lo suficientemente grandes como para permitirle el lujo de no necesitar ni buscar un tratado de libre comercio con Estados Unidos. En lo cultural, tienen una música, un estilo de vida, un cine, una literatura y muchos otros productos, fácilmente reconocibles, de calidad, y que además le dan una base propia, distinguible y reconocible en el concierto de las naciones.
El problema es que ésta parece una historia conocida. En efecto, ¿cuántas veces antes se ha escuchado que Brasil está a punto del despegue y que puede convertirse en una potencia mundial? De hecho, cuando fue visitado por George W. Bush, éste le ofreció una especie de alianza basada en los éxitos brasileños en el etanol y los biocombustibles, que recordaba aquella etapa de la década de los 70, cuando Henry Kissinger y Richard Nixon le ofrecían un trato especial, tal como lo tenía el entonces el Sha de Irán y otros países, es decir, una relación diferente a la del resto de la región.
¿BRASIL POTENCIA?
Incluso curiosamente bajo Lula han reaparecido proyectos e incluso lemas que no se escuchaban desde los gobiernos militares tales como el Brasil Potencia, y programas como el espacial y el submarino nuclear. Ello sin incluir la influencia que recibiría, si se confirman los anuncios de grandes yacimientos de hidrocarburos, y los estimados se transforman de posibles en probables.
«Un liderazgo más decidido de Brasil sería útil para muchos países, ya que una región que retrocede en la balanza de poder mundial, necesita que el primer mundo vea un cierto orden y no la cacofonía desordenada que surge de cada cumbre»
Entonces la pregunta es la de rigor ¿Qué le falta hoy a Brasil para ser efectivamente una potencia?
En primer lugar, creerse el cuento. Brasil actúa más bien por presencia, y así ellos mismos señalan que prefieren el uso de lo que se llama el soft power, es decir, el poder blando, al ejercicio de lo que proviene directamente de sus recursos, población y tamaño. El problema es que difícilmente es presentable una búsqueda de liderazgo a nivel mundial, si al mismo tiempo no son capaces de ejercer un poder indiscutido en su entorno.
En ese sentido, le ha faltado a Lula una mayor decisión para confrontar el protagonismo de Hugo Chávez, y como país, una respuesta más adecuada al desplazamiento geopolítico del que fue objeto por parte de Venezuela en Bolivia, sobre todo porque de allí proviene parte importante del gas que necesita Sao Paulo para funcionar y producir.
En segundo lugar, una mayor decisión para proclamar que tienen una experiencia que parece estar dando resultados, y que debe ser exhibida sin complejos de ninguna especie. En ese sentido, Brasil no es Chile, en el sentido que éste es un país pequeño, mientras que el otro es un gigante, que tiene fronteras con la mayoría de los países sudamericanos.
En tercer lugar, si hay un líder natural en la región éste es Brasil, y esa influencia debería ser transformada en poder estabilizador, lo que es una ganancia neta para la región, ya que ante la fragmentación y diversidad existentes, sería de utilidad para muchos países, que en el resto del mundo tuvieran una referencia con la cual identificar a la región.
En otras palabras, un liderazgo más decidido de Brasil sería útil para muchos países, ya que una región que retrocede en la balanza de poder mundial, necesita que el primer mundo vea un cierto orden y no la cacofonía desordenada que surge de cada cumbre, incluyendo las iberoamericanas.
Pero para que ello ocurra, Brasil necesita algo de lo que ha carecido: una mayor decisión para proclamar sin complejos que está pasando por un buen momento.
Publicado por:
Mariano Erro
fecha: 15 | 06 | 2008
hora: 5:29 pm
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Yo creo que lo que a Brasil le falta para ser verdadera potencia, es reducir el territorio de su país a un tamaño como el de Suíza, por ejemplo. Entonces eso haría nacer en ellos la idea de la necesidad de volverse una potencia a efectos de aumentar su influencia internacional, fijar políticas de precios a nivel mundial, y, en definitiva, volcarse al ejercicio de regular el mundo como lo hacen las grandes potencias…
El asunto es que Brasil «ya» se viene comportando como verdadera potencia desde hace muchos años. Las «verdaderas potencias» a las que en general se hace referencia -China, USA, Rusia, ahora en cierto modo India, etc- albergan desigualdades de toda naturaleza dentro de sus países. No son sociedades igualitarias, y cuando se intentó volverlas así, se las transformó en un regimiento, aplastando cualquier intento de libertad interior. Tal vez, lo que acercaría al Brasil a una sociedad más equitativa, podrían ser los programas de «hambre cero», de combate a la violencia y a los flagelos sociales orientados a objetivos a cumplirse con mayor vigor. Así, además de ser una potencia, tendríamos un Brasil desarrollado («desenvolvido»).