Los cimientos de Pakistán (con más de 165 millones de habitantes) no han parado de tambalearse debido a acontecimientos como la toma de la Mezquita Roja, el atentado contra Benzair Bhutto o la declaración del Estado de excepción durante 2007. Sepa por qué Pakistán se encuentra a la espera de un cambio político que podría llegar con las elecciones del próximo enero.

 

(Desde Londres) CUANDO EN MARZO PASADO Pakistán sufrió el primer contratiempo con los problemas entre Pervez Musharraf y Iftikhar Chaudhry (presidente del Tribunal Supremo de Pakistán) el país surasiático no ha parado de temblar y no sólo por encontrarse en una zona sísmicamente inestable, sino por su propia debilidad interna.

Los cimientos de este gigante de más de 165 millones de habitantes no han parado de tambalearse debido a acontecimientos como la toma de la Mezquita Roja, el atentado contra Benzair Bhutto o la declaración del Estado de excepción el pasado noviembre. En términos generales, podríamos afirmar que Pakistán se encuentra a la espera de un cambio político que podría llegar con las elecciones del próximo enero.

“Su dimisión del Ejército ha sido entendida por la población como una dura derrota, ya que no ha sido capaz de destituir a los doce jueces del Tribunal Supremo que cuestionaron su doble sombrero, el civil y el militar”Se podría asimismo afirmar que, en el año 2007, el presidente Musharraf no ha dejado de perder poder. Desde el punto de vista social, su posición de liderazgo ha quedado mermada por episodios como el de la Mezquita Roja, la llegada de los líderes de la oposición (Bhutto y Nawaz Sharif), o la pérdida de control en las zonas tribales.

La población ha dejado de creer en Musharraf y ya no lo ven como un líder que ofrece estabilidad a cambio de libertad; ahora Musharraf se ha convertido en un mero dictador sin nada que ofrecer a un país como muchas necesidades.

PÉRDIDA DEL PODER MILITAR

Musharraf, por otra parte, ha perdido el pulso que mantenía con la justicia, y, a pesar de haber declarado el Estado de excepción (el pasado 3 de noviembre), se ha visto obligado a ceder uno de los pilares del Estado, la Jefatura del Ejército.

Así, en una ceremonia solemne celebrada en Rawalpindi hace pocos días, Pervez Musharraf entregaba el bastón de mando a uno de sus más fieles colaboradores, el General Ashfaq Pervez Kayani.

Musharraf se desprendía de este modo de la autoridad que le otorgaba el uniforme, algo clave para su llegada al poder en 1999. Esta dimisión ha sido entendida por la población como una dura derrota, ya que no ha sido capaz de destituir a los doce jueces del Tribunal Supremo que cuestionaron su doble sombrero, el civil y el militar.

OPOSICIÓN SIN UNIDAD

“Musharraf tiene dos posibilidades: colaborar con Bhutto, cediendo aún más a sus pretensiones u oponerse a las demandas de la líder del Partido Popular de Pakistán (PPP), y, por lo tanto, ser recusado en febrero próximo cuando el Parlamento vuelva a reunirse”En lo que a la oposición se refiere ésta carece de la unidad suficiente debido a la ambición de sus líderes. Mientras que Sharif, con pocas esperanzas de victoria, trata de boicotear las elecciones promoviendo una unión de todos los partidos (Movimiento de Todos los Partidos Democráticos, APDM), Benzair Bhutto espera sacar partido de los comicios de enero gracias a la gran popularidad que goza en Pakistán, especialmente después del atentado sufrido el 18 de octubre.

De hecho, Benzair Bhutto parece ser la clave del futuro de Pakistán. Aunque nada está decidido, todo indica que la hija de Zulfikar Bhutto no va a formar parte de coalición de partidos que boicoteará las elecciones del 8 de octubre.

Esta decisión parece estar basada en la esperanza de obtener unos buenos resultados electores que le permitirían alcanzar una posición de poder. Por este motivo, Benzair Bhutto está presionando al presidente para que levante el Estado de excepción, para que elimine a sus gobiernos municipales y, sobre todo, para que reforme la comisión electoral.

POCAS OPCIONES PARA MUSHARRAF

Ante la llegada de este torbellino, Pervez Musharraf, quien ya no cuenta con el favor del Ejército, tiene dos posibilidades. La primera colaborar con Bhutto, cediendo aún más a sus pretensiones y con la amenaza de ser fagocitado.

La segunda, oponerse a las demandas de la líder del Partido Popular de Pakistán (PPP), y, por lo tanto, ser recusado en febrero próximo cuando el Parlamento vuelva a reunirse. En esta segunda posibilidad, Benzair Bhutto tendría probabilidades de acercarse al que fuera primer ministro, Nawaz Sharif, y eliminar definitivamente a Musharraf del mapa político de Pakistán.

En cualquier caso, parece que el futuro de Pervez Musharraf como político va a terminar del mismo modo que su carrera militar. El futuro de Pakistán, hoy por hoy, ya no pasa por Musharraf.