hillaryclinton.jpgLas elecciones primarias han logrado recobrar el ímpetu del debate político en Estados Unidos ante el todavía incierto resultado presidencial. Queda pendiente lo más complejo: que la primera potencia recupere los valores necesarios para afrontar la difícil situación estratégica mundial, llena de incertidumbres. ¿Será Hillary Clinton la encargada de liderar este cambio global?

 

HACE YA ALGUNOS AÑOS, en plena postguerra mundial, el modisto Pedro Rodríguez explicó a sus maniquíes en una amena reunión privada cómo debía de reaccionar el mundo de la alta costura ante una crisis: cuando suben los precios de los tejidos y hay incertidumbre en el mercado, decía, la mujer “chic” quiere la falda hasta el tobillo y cuando podemos pagar metros y metros de tela la quiere por encima de la rodilla.

A juzgar por el esplendoroso desfile de Dior en París, la firma parece haber hecho suya la antigua estrategia de aquel ilustre español, realzando aún más la elegancia de la mujer en estos tiempos difíciles para el tejido económico.

«Que la mujer está de moda no es nada nuevo. Pero que pueda convertirse por primera vez en Presidente de Estados Unidos, sí»

Llevarle la contraria con elegancia a la economía se antoja menos ortodoxo que reducir tres cuartos de punto el precio del dinero, aunque quizá no sea menos eficaz. Pero al observar más detenidamente la propuesta de John Galliano para su colección de 2008, un experto quizá se atrevería a reconocer la genialidad del creador al predecir la entrada triunfal de la mujer en los salones más “chic” de la sociedad internacional. Que la mujer está de moda no es nada nuevo. Pero que pueda convertirse por primera vez en Presidente de Estados Unidos, sí.

LA EXPERIENCIA DE LOS CLINTONS

Hillary Clinton es una realidad. Después del sofoco sufrido en Iowa, la candidata demócrata ha reconducido la campaña en Estados Unidos y la intención de voto de los compromisarios de New Hampshire, Nevada y Carolina del Sur. Con estas victorias se sitúa como la principal aspirante de su partido en las siguientes elecciones primarias frente a Barack Obama a quien algunos analistas pretendían situar ya como el primer presidente de color, antes incluso de haber vencido al establishment Demócrata en el cual los Clinton hacen valer su experiencia política.

«Las propuestas de Obama, sin ser muy diferentes, están quedando diluidas»

Hillary va a proponer una reducción de tropas en Irak, una estrategia de resolución de conflictos que cuente con los aliados, cinco millones de empleos en el nuevo mercado verde y la reapertura del debate sobre la reforma de la salud pública que lideró sin éxito hace ahora una década.

¿SE DILUYE OBAMA?

Las propuestas de Obama, sin ser muy diferentes, están quedando diluidas por el intento del senador de Illinois de presentar su figura política como el patronaje necesario para diseñar una sociedad norteamericana diferente y moderna. Ideas que han llegado al nuevo elector y a muchos indecisos que ven a Hillary como una progresista que ha reducido su peso para abrocharse la delgada talla del centrismo liberal. Sin embargo, el mensaje de la antaño feminista ha caído bien en las mujeres demócratas y de ahí su liderazgo en las encuestas pero, para ganar la Presidencia, debe calar aún en las mujeres hispanas y lo que es más difícil en un buen número de las conservadoras, con quienes deberá clarificar su posición en las determinantes guerras culturales: familia, educación y valores morales.

LOS REPUBLICANOS, SIN TRAJE

A quienes aún no les queda a medida el traje de presidente es a los candidatos republicanos. Ninguno de los principales aspirantes ha logrado convertirse en el modelo masculino que pueda hacer olvidar a toda prisa la imagen neoconservadora del partido y poner de moda otra vez el tradicional conservadurismo liberal de líderes como Reagan, por quien suspiran hoy en la derecha americana.

«La única incógnita que queda por resolver es si Rudolph Giuliani se va a poner el disfraz de líder carismático»

De momento el optimismo de Mitt Romney y su carácter ejecutivo es el único referente equiparable, aunque su afiliación mormón puede jugarle una mala pasada en una sociedad de creencias plurales pero que vigila con exquisito cuidado las fronteras entre una religión y una secta. El perfil evangélico de Mike Huckabee, precisamente, le ha permitido sacar la cabeza en Iowa, pero casi con toda certeza al americano medio, al James Stewart de este siglo, le resulte a día de hoy muy estéril el debate entre creacionistas y darwinistas y haya empaquetado el fundamentalismo protestante en la maleta del jefe de campaña de Bush, Karl Rove, cuando éste dejó la Casa Blanca con el conflicto sobre el origen del hombre sin resolver. Quizá al final del largo proceso electoral el único candidato capaz de aportar moderación al exaltado discurso republicano de los últimos años sea John Mc Cain, un veterano de las derrotas bélicas y políticas.

La única incógnita que queda por resolver es si Rudolph Giuliani se va a poner el disfraz de líder carismático cuando la campaña llegue a los estados de la costa Este o si se lo va a quitar para no deteriorar su imagen de político audaz y combativo con el terrorismo internacional en la campaña de 2012.

LA NECESIDAD DE RECUPERAR LOS VALORES

Las elecciones de 2008 ya han cumplido con su primer objetivo. Han puesto de manifiesto el final de la crisis en la democracia norteamericana que ha recobrado el ímpetu del debate político ante el todavía incierto resultado. El segundo objetivo es más complejo. Que la primera potencia recobre los valores necesarios para impulsar las relaciones internacionales hacia soluciones que permitan afrontar la difícil situación estratégica mundial, que lejos de haber pasado de moda se ha convertido en una inquietante realidad.

Sin querer añadir más leña al fuego de la incertidumbre, el informe sobre Riesgos Políticos de 2008 elaborado por la multinacional aseguradora AON, indica que 25 países de las 50 primeras economías del mundo muestran un índice elevado de riesgo, dato muy preocupante incluso para una “ortodoxa” mirada como la del ministro español de Economía y Hacienda Pedro Solbes.

Si Hillary Clinton es la encargada de liderar este cambio global, la historia entrará en el siglo XXI del brazo de la mujer. Con el impacto que este hecho puede tener en sociedades donde la discriminación por motivos de sexo, la violencia de género y la desigualdad son el pijama de rayas que aprisiona el progreso de la libertad individual. Y también en países como los europeos, en los que aún resulta más fascinante ver a Sarkozy paseando por el desierto con la modelo Carla Bruni que a Angela Merkel posando con elegancia en un Consejo Europeo entre 25 primeros ministros. La vieja Europa, siempre tan “chic”.