gazabebe1.jpgOriente Medio asiste a una nueva escalada de violencia entre soldados israelíes y milicianos de Hamas, cuya única salida, según los analistas, pasa por el restablecimiento de un marco de negociación global entre las autoridades israelíes y las facciones palestinas de Cisjordania y Gaza; una opción que podría conducir, previo acuerdo, a la creación de otro Gobierno de Unidad Nacional. Pero, para ello, Israel debe renunciar a su proyecto de terminar por la fuerza con Hamas, afirma el autor.

 

 

EL CONSEJO DE SEGURIDAD DE NACIONES UNIDAS condenó el uso desproporcionado y excesivo de la fuerza contra la población civil de la Franja de Gaza por parte de Israel, solicitando paralelamente a los radicales islámicos el cese inmediato de los tiros de misiles Qassam lanzados contra las localidades israelíes. Pese a la condena, el ejército israelí decidió proseguir su mortífero operativo que tiene por escenario la Franja de Gaza.

“Las maniobras de Tel Aviv para cercar a Hamas generaron simpatía hacia el movimiento en Gaza y en la mayoría de países árabes” A pesar a las advertencias de los educadísimos representantes diplomáticos del Palacio de Cristal de Manhattan, los grupúsculos armados palestinos optaron por mantener en jaque a los pobladores de Sderot y Ashquelón.

En ambos casos, los contrincantes apostaron por la opción más intransigente: por la escalada de la violencia. Aún así, ambas partes son conscientes de que la solución del conflicto no estriba en la lucha armada, que al enemigo difícilmente se le podrá derrotar.

LA ESTRATEGIA MAL CALCULADA

Conviene señalar que la Operación Invierno Caliente (Israel siempre encuentra nombres muy apropiados para sus ofensivas militares) refleja el fracaso del estratagema ideado hace años por los políticos de Tel Aviv con miras a neutralizar el proyecto de creación de un Estado palestino en Cisjordania, Gaza y Jerusalén oriental. “La intervención militar sólo lleva agua al molino de los radicales islámicos”

En efecto, el ex primer ministro Sharon pretendía separar los territorios y dividir a la población palestina. Pero la victoria de Hamas en las elecciones generales de 2006 y la toma de Gaza en 2007 cambiaron por completo los datos del problema.

Las maniobras del establishment de Tel Aviv encaminadas a provocar el cerco del Gobierno de Hamas y su total aislamiento a nivel internacional, generaron una oleada de simpatía hacia la dirección del movimiento tanto en Gaza como en la inmensa mayoría de países árabes. “El mensaje de Hamas es, al menos aparentemente, muy sencillo: el Estado judío no podrá hacer caso omiso de su presencia”

Algunos analistas estiman que la apertura, el 23 de enero, de la frontera con Egipto, lejos de ser un gesto desesperado de un Gobierno obligado a cubrir las exigencias básicas de una población hambrienta, ha sido interpretada como una victoria política de la resistencia islámica.

Aunque es cierto que Hamas no está en condiciones de hacer frente al statu quo provocado por el prolongado cierre de los pasos fronterizos con Israel, también es verdad que la intervención militar sólo lleva agua al molino de los radicales islámicos.

OBJETIVOS RADICALMENTE DISTINTOS

En este encarnizado enfrentamiento, israelíes y palestinos persiguen objetivos totalmente distintos. “Israel considera que un hipotético alto el fuego podría suponer un peligro potencial para la seguridad del Estado judío” Aparentemente, las autoridades de Tel Aviv se han fijado como meta la derrota política y militar de Hamas, la caída del Gobierno liderado por Ismael Haniyé, así como el desmantelamiento de las bases de misiles que se han convertido en una pesadilla constante para los habitantes de la zona fronteriza.

A su vez, el Movimiento de Resistencia Islámica quiere aprovechar la oportunidad para asumir el liderazgo político frente a la población palestina, convirtiéndose en el interlocutor privilegiado de los israelíes. El mensaje de Hamas es, al menos aparentemente, muy sencillo: el Estado judío no podrá hacer caso omiso de su presencia. El cese de los bombardeos ha de negociarse con la plana mayor del movimiento. Es obvio que los artificieros de Gaza son capaces de producir y almacenar numerosos artefactos explosivos cuyo radio de acción pasó de 1 kilómetro hace apenas unos años a más de 10 kilómetros. “Más de la mitad de los votantes del conservador Likud apoyaría el diálogo con el movimiento islámico“ Se calcula que los Qassam podrían alcanzar próximamente una autonomía de alrededor de 30 kilómetros, convirtiéndose en una amenaza potencial para la ciudad industrial de Ashdod.

Los líderes de Hamas no parecen muy propensos a firmar acuerdos interinos con Tel Aviv, como lo hicieron en su momento los miembros de la ejecutiva de Al Fatah. La tregua podría limitarse a un mero entendimiento. Por su parte, el Gobierno israelí considera que un hipotético alto el fuego podría suponer un peligro potencial para la seguridad del Estado judío, pues facilitaría el rearme de las supuestamente diezmadas milicias islamistas.

POSIBLES VÍAS DE SOLUCIÓN… Y CONDICIONES NECESARIAS

Huelga decir que el porcentaje de la población israelí dispuesto a aceptar la negociación con Hamas es cada vez mayor. Según los sondeos realizados la pasada semana por los rotativos de Tel Aviv, más de la mitad de los votantes del conservador Likud apoyaría el diálogo con el movimiento islámico. Incluso el ex jefe de los servicios secretos hebreos, Efraim Halevy, se muestra partidario de un posible acuerdo con los radicales.

Quien no parece dispuesto a seguir por la senda de la negociación es el primer ministro Ehud Olmert, quien asegura que el proceso (de pacificación) será largo y doloroso, puesto que no existen soluciones milagrosas.

En vísperas de la llegada a la zona de la Secretaria de Estado estadounidense, Condoleezza Rice, y del Alto Representante de la Unión Europea para Política Exterior, Javier Solana, los politólogos israelíes y palestinos parecen decantarse por la tercera vía, es decir, por el restablecimiento de un marco de negociación global entre las autoridades israelíes y las facciones palestinas de Cisjordania y Gaza. Esta opción permitiría contemplar la elaboración de un acuerdo capaz de desembocar en la creación de otro Gobierno de Unidad Nacional.

Pero para ello, Israel debería renunciar a su proyecto de acabar de una vez por todas con el molesto Hamas.