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Tras días de ofensiva militar contra los rebeldes kurdos del norte de Irak, Turquía ha accedido a retirar sus tropas, en lo que parece una estrategia del gobierno de Ankara para ganarse la confianza de Washington, asegurándose así la posibilidad de desplegar nuevas ofensivas de características similares (limitadas en su alcance y duración) en un futuro próximo. Pero la cuestión kurda no se resolverá hasta que Turquía cambie su mentalidad y anteponga la política a la fuerza en las decisiones relativas a la seguridad nacional, dice el autor.

 

(Desde Ankara) TURQUÍA PUSO FIN a una operación militar transfronteriza en el norte de Irak que se ha saldado con la muerte de 267 personas, la mayoría miembros del grupo armado Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK).

La ofensiva duró sólo ocho días, por lo que en ningún caso se habría alcanzado el objetivo de Ankara de aniquilar las bases de los insurgentes kurdos en la región.

La repentina retirada de los 10.000 soldados turcos que cruzaron la frontera el 21 de febrero respondió a las presiones de Estados Unidos, principal aliado de Turquía en la escena internacional con el permiso de la Unión Europea, ya que tuvo lugar unas horas después de que el presidente George W. Bush exigiera el punto y final de la operación.

¿UNA SALIDA PACTADA?

“A Estados Unidos no le conviene que Turquía actúe a su antojo en una región estable y administrada por los kurdos que le ayudaron durante la invasión de 2003” Sin embargo, analistas turcos como Cengiz Çandar van un paso más allá y sostienen que la salida del Ejército turco había sido pactada entre Washington y Ankara en un acuerdo previo a la incursión. Con el cumplimiento del trato, el país euroasiático se ha ganado la confianza de Estados Unidos, asegurándose así la posibilidad de desplegar nuevas ofensivas de características similares (limitadas en su alcance y duración) en un futuro próximo.

De hecho, lo más predecible es que las tropas turcas penetren de nuevo en el Kurdistán iraquí cuando llegue la primavera y se haya derretido la nieve de las montañas. Las Fuerzas Armadas gozan de un permiso parlamentario, que concluye el próximo octubre, para entrar y salir de Irak cuando lo consideren necesario.

“Con sus acciones unilaterales y desproporcionadas, Turquía alimentaría aún más las dudas de la UE respecto a si debe acoger a un país que soluciona sus problemas con las armas” A Estados Unidos no le conviene que Turquía actúe a su antojo en una de las regiones más estables y prósperas de Irak, que además es administrada por los mismos kurdos que le ayudaron durante la invasión de 2003. Por ello, ha permitido, y probablemente seguirá permitiendo, que Ankara despliegue operaciones transfronterizas puntuales, pero siempre con la condición de que cuenten con su visto bueno y no sean a gran escala.

Se trata ésta de una solución de compromiso no exenta de riesgos ya que, aunque Estados Unidos contente así a su socio turco, no debería descartarse una desestabilización de toda la zona. No es la primera vez que las tropas turcas entran en Irak con el argumento de luchar contra el PKK: ya lo hicieron en 1992, 1995 y 1997, pero entonces estaba Sadam Husein en el poder y no un Ejecutivo afín a los norteamericanos como el que hay ahora.

UNA DEMOSTRACIÓN DE FUERZA

No obstante, “Turquía siempre ha interpretado el problema kurdo en clave antiterrorista. Por ello, ha delegado su solución en las Fuerzas Armadas” la situación para Turquía sigue siendo la misma, esto es, en el norte de Irak hay un Gobierno semiautónomo que, con la ayuda del PKK y una pujante economía basada en los recursos petroleros de su subsuelo, podría declarar un Kurdistán independiente. Un escenario así exacerbaría aún más el separatismo de los 12 millones de kurdos que habitan Turquía, sobre todo en el este y el sureste, lo que abriría el camino, con seguridad, a una guerra civil.

Por ello, las operaciones militares transfronterizas turcas no dejan de ser una demostración de fuerza, un signo evidente de que no se tolerará ningún desván. Lo paradójico es que, con sus acciones militares unilaterales y desproporcionadas, Turquía podría estar acelerando todo el proceso. “Sería aconsejable que la comunidad internacional frene con sanciones políticas y económicas la beligerancia de Turquía” Además, estaría alimentando todavía más las dudas de Bruselas respecto a si debe acoger en su seno a un país que soluciona sus problemas por la vía armada.

En cualquier caso, Turquía siempre ha interpretado el problema kurdo en clave antiterrorista. Por ello, ha delegado su solución en las Fuerzas Armadas y ha rechazado cualquier fórmula de negociación política que incluya desde concederle un estatus especial a los kurdos, hasta ampliar la autonomía de los municipios del sureste del país.

Hacerlo supondría, según la peculiar concepción del nacionalismo en Turquía, el primer paso para acabar con la unidad del país, principio básico e inquebrantable de la filosofía impuesta hace casi un siglo por el fundador de la República, Mustafá Kemal Atatürk.

ALTERNATIVAS A LA VÍA MILITAR

“El terrorismo es una lacra inaceptable y Turquía tiene todo el derecho del mundo a luchar contra el mismo, pero debería buscar caminos alternativos a los que proporcionan las armas” Así las cosas, la cuestión kurda no se resolverá hasta que Turquía cambie su mentalidad y los políticos tengan más peso que los militares en la toma de todas aquellas decisiones relacionadas con la seguridad nacional.

Paralelamente, sería aconsejable que la comunidad internacional, con Estados Unidos al frente, no sólo condene sino también frene, con sanciones políticas y económicas, la beligerancia de Turquía. Hasta entonces, Ankara seguirá librando una guerra total contra el PKK tanto en su propio territorio como en suelo iraquí, donde se estima que hay cerca de de 4.000 insurgentes kurdos.

El terrorismo es una lacra inaceptable y Turquía tiene todo el derecho del mundo a luchar contra el mismo, pero, debería buscar, paralelamente, caminos alternativos a los que proporcionan las armas. En este sentido, sería un excelente comienzo que se adoptasen medidas tendentes a cortar de raíz el subdesarrollo económico que sufre el este y el sureste, y se garantizase el pleno reconocimiento de la identidad, la lengua y la cultura kurdas.